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Sentí el viento frío rozar mi cara, había olvidado por milésima vez mi bufanda en casa, pero al menos traía mi cabeza cubierta. Aunque aún así tenía escalofríos. Si me enfermo mi madre se reirá de mí, después de regañarme, claro. Levanté un poco más el cuello de mi chaqueta, pero obviamente no era suficiente; seguí caminando a lo largo del muelle, admirando el Mar Negro y pateando de vez en cuando la nieve bajo mis botas. El sol iluminaba mi camino pero no calentaba en lo absoluto, escuchaba a las gaviotas cerca de mí y veía vapor salir de mi boca. En Los Ángeles, el olor a mar y el sonido de las gaviotas significan que la playa está cerca, el que haya una playa cerca significa temperatura alta; no como en este momento, aunque incluso el frío invierno tiene su belleza. Sentí una de las asas de mi mochila resbalar, la acomode de nuevo, hoy no traía tantos libros pero era una molestia cargarla.

Los turistas se habían esfumado del lugar, probablemente se fueron a refugiar a algún restaurante, para ellos el entrar a un restaurante en otro país era igual a conocer la cultura de allí

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Los turistas se habían esfumado del lugar, probablemente se fueron a refugiar a algún restaurante, para ellos el entrar a un restaurante en otro país era igual a conocer la cultura de allí. Qué equivocación. Pero al menos las calles se veían bellas y vacías de nuevo, sólo podías ver a algunos locales y a alguno que otro fotógrafo amateur con miles de capas de ropa para resguardarse del frío. El sonido de un barco me sacó de mis pensamientos, voltee hacia el mar de nuevo y vi un barco rojo con azul con el nombre de "Constanta" en brillantes letras amarillas en medio de él, vi cómo pasaba a través del puente levadizo rumbo a otra aventura.

Seguí mi camino hasta que me topé con un muñeco de nieve, hasta él tenía una bufanda. El nivel de la nieve había aumentado en los últimos días, así que podía hacer fácilmente un muñeco de nieve en casa. Sería lo primero que haría al llegar. Tomé un poco de nieve con mis manos enguantadas y traté de moldearla para que pareciera un sombrero. Cuando estuve satisfecho con el resultado, la coloqué encima de la cabeza del muñeco. Sonreí orgulloso y continué con mi camino, esperando que mi madre quisiera salir a jugar un rato antes de anochecer.

Más adelante vi a una persona recargada en la barda del muelle, era una mujer. En cuanto estuve más cerca para verla más a detalle, empecé a caminar más lento; era hermosa, parecía un personaje salido de una caricatura japonesa (por el hecho de que todos los personajes son hermosos), pero demasiado grande como para que me hiciera caso. Por mi estatura, seguía siendo sólo un niño. Aquella mujer tenía el cabello castaño claro, era lo suficientemente largo como para que no cupiera en su gorro color vino y el viento jugara con él, incluso había un poco de nieve enredada en él. Tenía guantes del mismo color que sostenían su barbilla elegantemente. El abrigo que usaba era largo y hacía que su cuerpo se viera esbelto, las botas negras de nieve la hacían ver más alta.

Me había detenido para admirarla, supongo que mi mirada fue muy penetrante porque me volteó a ver de pronto. Sentí mis mejillas arder y derretir la leve capa de hielo que se había formado en mis mejillas. Pero aun así, no podía dejar de verla. Ella sonrió de lado, tenía los labios de un color café rojizo y un leve color rosa se esparcía por sus pómulos y la punta de su nariz, pero no se veía como si tuviera frío, estaba muy bien abrigada; por alguna razón quería tocar su piel para ver si estaba tan cálida como yo lo imaginaba. Me llamó con un movimiento de su mano, sabía que no debía de ir con ella, pero no pude resistirme.

Viena (Sebastian Stan - español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora