Capítulo 4: Pasan Cosas

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Aburrido. Así estaba yo esa mañana. El ambiente no mejoraba nada de nada. Todos estaban muy tensos y se miraban entre sí desconfiados. Incluso el grupito de Anna parecía estar algo roto, ya que también estaban separados. 


Yo estaba una mesa con Claudia, discutiendo sobre qué podíamos hacer para acabar con la situación. 

— Solo nos queda investigar Juan.— sentenció fríamente. 

— Ya lo sé pero, es que verlos así...

— ¿Por qué te importa tanto cómo estén? Mientras no muera nadie es suficiente. 

— No, no lo es. ¿ De qué sirve que estén vivos ahora? Míralos, parece que no tienen alma, nadie se divierte, el ambiente está tenso y...

— No te gusta ver a la gente mal, ¿no?— lo dijo con una sonrisa sarcástica, como si ya conociera la respuesta. 

— Si me gustase no habría sido tan activo en los juicios. 

— Hm, yo pensaba que sólo lo hacías por no morir.

— Eso también, pero lo otro contribuye.— dije cruzándome de brazos. 

— Bueno, ¿y entonces qué propones?

— ¿Eh? No entiendo...

— Qué quieres hacer para cambiar esto.

— Si lo supiera ya lo habría hecho.— joder, pensaba que era evidente. 

— Pues entonces investiguemos a ver si encontramos una forma de terminar con esto sin que haya ninguna muerte innecesaria. 

— Ninguna muerte es necesaria...

— Es gracioso que tu lo digas...—dijo con media sonrisa.

— ¿ A qué te refieres con eso...?

— Nada, mejor déjalo, nos vemos en una hora en la entrada de la academia.— y pese a mis quejas se largó.


Estaba empezando a estar cansado de todo el secretismo que se traían Claudia y el pájaro. A estas alturas no sabía ni por qué me fiaba de ella, por lo que sé podría ser la traidora...o incluso la mente maestra de esto. 

A pesar de todo, no quería empezar a desconfiar de todo y todos yo también así que a la hora acordada me encontré con la rubia en la entrada. Esa puerta reforzada seguía pareciendo una caja fuerte, a mi que no me engañen...

— ¿Estás listo?— dijo tras verme llegar. 

— No, por eso he venido hasta aquí, para decirte que no estoy listo y largarme. 

— Guárdate las ironías para más tarde, ahora tenemos trabajo.— dijo cortante y seria. 

— Era una broma...

— Eso también puedes guardártelo. 


Tras esa bonita e incomoda conversación, decidimos investigar primero el primer piso. Ahora la enfermería estaba abierta, pero no parecía haber nada interesante en ella. En la sala de audiovisuales ya no quedaba nada, solo cajas de los vídeos que nos había dado Monotori al principio de todo esto. Vaya, en aquel momento aún eramos 15...

— ¿Te encuentras bien?— dijo Claudia. Yo estaba mirando fijamente la papelera donde se encontraba algún resto de los vídeos. 

— Sí, bueno no, pero da igual.— y tras agitar un poco mi cabeza. salí del aula. No era el momento para deprimirse. 

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