Único.

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El rechinido de la puerta y la madera crujiendo bajo sus pasos, rápidos, furiosos; es una sinfonía letal, de esas que te aceleran el corazón y te dejan con la boca abierta.

Me siento en ese sofá viejo y polvoriento, esperándolo. Ninguno habla, se sienta en el otro extremo, ignorándome. La televisión chilla bajo los efectos de una película de terror y sé que se asusta, pero se mantiene estoico, con la mirada fija e imperturbable.

Las manecillas del reloj se persiguen con un "tic-tac" constante. Las gotas de lluvia repiquetean en la ventana, dándole un aire de tristeza y nostalgia a la habitación de paredes color vino con detalles dorados.

Lo miro de reojo, sólo dos palabras podrían arreglar todo, aunque en mi interior, sé que no es tan sencillo. No hay culpables, tampoco inocentes, ambos estamos condenados por nuestras palabras pasadas, quienes nos atan a un tiempo de lágrimas y gritos, a insultos y algún que otro golpe.

Nuestros ojos se encuentran, puedo entenderlo, veo su necesidad de hablar, de pronunciar las nuevas palabras, esas que nos harían comenzar algo distinto, dejar de lado lo que pasó. Nos mantenemos observando al otro, tratando de leer su mente por muy imposible que eso fuera.

El gato maulla. El perro ladra. Nadie habla.

El silencio es acompañado de la densa oscuridad, ambos producidos por el corte de luz, seguramente causado por la tormenta que se desata fuera. ¿De verdad la tormenta está afuera? Porque me siento como que está dentro mío.

Mis pensamientos me juegan una mala pasada, las voces se acumulan en mi cabeza exigiendo hablarle.

No puedo. No puedo hacer como si nada. Mis labios se sellan con el pegamento imaginario más fuerte y mis brazos se cruzan para generar un poco de calor. Hace frío, la estufa eléctrica no funciona y la temperatura desciende progresivamente a cada segundo.

El sonido de nuestros cuerpos deslizándose por el cuero rojo y el polvo que se levanta por el movimiento son lo único que hay en mi mente, hasta que nuestras manos se tocan y el frío desaparece dando paso a la calidez de su presencia.

Las palabras se arremolinan en mi lengua, queriendo salir, siendo aprisionadas por el orgullo. 

Su brazo se cierne en mi cintura, acercándome a su pecho. Mis dedos pican, ansiosos de moverse a sus anchas por el cuerpo ajeno. Mis manos se aferran a mi pantalón para reprimir mi deseo.

Los latidos de su corazón retumban en mi oído, rápidos y nerviosos.

—Y-yo...

—Y-yo...

Hablamos al mismo tiempo. Otra vez el aire se siente pesado y quiero alejarme.

Su aroma se impregna en mis fosas nasales, confundiendo todos mis sentidos, embriagándome, llevándome a un trance donde sólo él existe. 

La luz vuelve interrumpiendo la atmósfera incómoda, tornándose aún peor cuando Yoongi brinca de su lugar y se acomoda en la punta nuevamente.

Cierro los ojos con fuerza cuando mi vista se vuelve borrosa por las lágrimas retenidas. Mis manos se vuelven puños por la frustración de no poder hablar.

—Lo siento.— Dice él y me volteo alarmado.

—N-no.— Niego con la cabeza mientras mis sentimientos estallan en ríos salados que surcan mis mejillas.

Sus fuertes brazos me estrechan contra él otra vez y me dejo llevar por mis emociones; me aferro a él mientras las lágrimas mojan su impoluta camisa blanca, llenándola con mis mocos, manchándola y sintiéndome satisfecho por lo hecho.

—Jimin... Lo siento. Lo siento por todo.— Pronuncia.— Lo siento. Lo siento tanto, bebé.

—No lo sientas, no hay nada que sentir. Sólo vivamos, Yoongi, vivamos lo que no vivimos antes.

Me siento en su regazo y miro sus ojos angustiados, llenos de súplicas silenciosas. Nuestros labios se entre abren, encaprichados con juntarse. ¿Quiénes somos para negarles el capricho?

Primero es una presión suave, tanteando el terreno tan conocido, pero tan irreconocible. Un movimiento casi imperceptible inicia el beso verdadero, nuestros labios rozándose con fiereza, hambrientos del otro. Su lengua delinea mi labio inferior y sus dientes mordisquean queriendo devorarme.

—Gracias.— Murmura agitado.— No creí que quisieras reunirte conmigo.

—Jamás pensé que volveríamos a vernos, Yoongi, menos que me hablarías.— Confieso algo avergonzado por haber dudado de él.

—Minnie... ¿Podrías darme otra oportunidad? Sé que no lo merezco...

—No digas eso, no te atrevas a culparte. Tú no tienes la culpa, mi amor.— Acaricio su mandíbula tratando de transmitirle mis pensamientos.

—Pero yo permití que mi padre te lastimara. Él te hizo daño por mi culpa. Sus hombres te...— Tragó forzosamente.— Ellos te tocaron, hirieron tu perfecto cuerpo, te hirieron a ti.

—No importa, ya. Es parte del pasado. De todas formas tampoco fue culpa nuestra, ni tuya, fue culpa de nuestros padres, especialmente del mío.— Digo queriendo calmarlo.

—Pero si yo no hubiera insistido en que nuestras familias se conocieran nada habría pasado.— Discute.

—No sabías que nuestros padres se conocían, menos que eran enemigos. ¿Cómo sabríamos que sus mafias se llevaban de esa forma? Tampoco podríamos haber sabido que iban a reaccionar así. Lo que importa ahora es que estamos juntos. Deja de lado las torturas, las lágrimas, los golpes. Nada interesa ya, sólo nosotros.— Vuelvo a besarlo sintiendo el sabor salado de sus lágrimas en mi lengua.

—¿Podemos empezar de nuevo? Lejos de todo, donde sólo estemos los dos.

—Podemos y lo haremos, Yoonnie.

—Te amo, te amo tanto, Minnie. Por favor no me sueltes jamás. No me dejes ir, porque puedo morir sin ti.— Se esconde en mi cuello y aspira, sintiéndome.

A partir de ese momento, nos soltaríamos de las cadenas que nos mantenían alejados. Cuidaríamos las cicatrices del otro. Nos amaríamos contra todo pronóstico.

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Belén♥

Mamihlapinatapei •YoonMin•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora