Cientos de veces tenemos que tomar decisiones. La vida está llena de decisiones. Importantes, no importantes, pequeñas, grandes, pero ahí están. Depende de la decisión que tomes, te puede ir bien, te puede ir mal o quizás un poco de ambas. Quizás te quedes estancado, quizás avances o incluso retrocedas, como en un tablero de juego. Lo importante es, meditar y razonar muy bien todo antes de tomar una decisión. Yo estaba muy segura de la decisión que había tomado, hasta que simplemente, ya no lo estuve.
Era un miércoles por la tarde, mientras esperaba el metro, cuando pude observar a un grupo de religiosas. En ronda, algunas apoyadas contra los fríos azulejos y otras cruzando las piernas, quizá por el frio. En el medio, estaba una anciana, con anteojos y biblia en mano. Sus hábitos eran negros, casi grises; sus polleras no llegaban a los tobillos y aunque estuviese lejos, odia ver sus medias color piel. Usaban solo un polar, a juego con sus hábitos. Estaban rezando, con la biblia en mano, en plena estación de metro. Parecía que no les importaba nada, ni el frio, ni la gente observando, ni el viento que entraba por los túneles e incluso, el bullicio que hacia la gente. Para ellas, el exterior no presento problemas, solo eran ellas y Dios. Y ahí, en medio del frio, de la gente, del bullicio, quede conmovida. Tal vez parezca estúpido, pero para mí fue uno de los momentos con mayor sentido de mi vida. Un acto tan simple como el de aquellas religiosas, me hizo pensar, desear aquello. Esa paz, esa fe.
Durante las noches siguientes, recé, medite y hable sola. Pensando y volviendo a pensar mi próximo paso, mi siguiente decisión, mi próximo movimiento de fichas. Una mañana me levante, completamente decidida y le hice saber a mi madre sobre mi decisión. Todavía me acuerdo sus gritos en la cocina, reboleando el repasador por los aires y gritándole a mi padre que hiciera algo. Pero yo solo podía sonreír, feliz de mi decisión. Contarles a mis amigas fue otro tema. Ellas no gritaron, pero se negaron a hablarme como por 3 semanas, igual que mi madre. Llegue a pensar que se habían complotado para hacerme renegar de mi decisión, pero poco me importaba. Y cuando por fin, se decidieron a hablarme, ya era tarde. Ya había tomado los hábitos.
Eso fue dos años atrás.
- ARRIBA, HERMANAS, QUE EL DIA NO ES PARA DESPERDICIAR- aunque, había veces que me cuestionaba a mi misma porque no me mude a otro convento.
- Cat, arriba- Liza me sacudía frenéticamente. Agarre mi almohada y me escondí debajo de esta.
- Ya, son las seis de la mañana, al menos un día denme cinco minutos más.
- Vamos, Catarina, sabes que a la hermana Merrywell no le va a gustar- gruñi y me incorpore en la cama.
- Está bien, vamos.
Entrar a un convento y hacerte religiosa, implica una nueva vida y por eso, una puede elegir cambiarse el nombre. Cuando cruce las puertas del convento Saint Andrew, deje de ser Lena Brown, para llamarme hermana Catarina. Era una de las pocas hermanas que se habían cambiado el nombre, pero eso no me molestaba, al contrario, me gustaba sentir que había cambiado.
Tengo que admitir, que vivir en un convento no es fácil. Sobre todo si este se parece a un campo de guerra. Las hermanas convivían en paz, pero como siempre, hay una oveja negra, infestado al resto del ganado. Y esa oveja tenia nombre y apellido. Selma Merrywell. Es una mujer amarga y detestable. Entre las hermanas se rumorea que estuvo en la cárcel y que cuando salió, tuvo una "milagrosa conversión" y se unió al convento. No se si sean reales, pero la mujer es como un gran grano. Nunca se va. Aunque, hay que reconocerle su total obediencia a la madre superiora. Lo que ella dice es ley. Adaptarme se me hubiera hecho muy difícil, si no hubiera sido por las hermanas Lisa y Tammi. Lisa es más grande que yo y Tammi, es la menor en todo el convento.
-Te traje jugo de naranja, Phoebe casi se lo toma todo- Lisa apoya una mano sobre mi hombro y toma asiento al lado mio. Sonrió y la miro.
-Gracias, Lisa- ella me sonríe de vuelta y vuelve a su comida.
-Atencion, Hermanas, hoy es dia de caridad, por lo que cuando terminemos el desayuno, empezaremos con las tareas asignadas- Merrywell enserio era detestable. Se perfectamente que no tenia que pensar eso y menos de una hermana, pero ella lograba sacar lo peor de mi. –Excepto uds, hermana Catarina.-levante mi mirada del plato de cereales-La madre superiora la solicita-esboza una sonrisa torcida y se va.
-Mierda-cierro mis ojos y trato de terminar mi desayuno.
-¿Qué hiciste ahora, Cat?- la dulce Tammi asoma su cabecita por la mesada.
-Por una vez, no tengo idea-
Mis pasos eran sosos y pesados. Nunca fui problemática y siempre deteste las bromas y meterme en problemas. Volví a sentirme como una niña, cuando camina hacia el despacho de la directora para ser regañada. Agarre el pomo de la puerta y lo gire.
La madre Agnes, estaba mirando un diario en su escritorio. Levanto la mirada y me sonrió.
"Gracias a Dios, por lo menos sonríe"
-Siéntese, hermana- torpemente, tome asiento en la fea silla de madera.- La cite porque tengo una misión muy importante para encomendarle.
Nunca, en toda mi existencia había estado tan nerviosa, aliviada y ansiosa al mismo tiempo.
-Madre...
-Dejeme terminar, hermana-. Cerre mi boca- Como le decía, seria una misión muy importante, porque si tiene éxito, podrá ayudar en la salvación de un alma- sonrió.
Abrí mis ojos, atónita.
-Hay un hombre, más bien joven, un poco más grande que usted. Su nombre es Bastian Hawley y es bastante conflictivo.- Agnes se puso sus anteojos y saco varios papeles de un cajón- Falsificador, contrabandista y mafioso. Estuvo en una correccional y en la cárcel, escapo de esta y lo atraparon. Su tutor, Patrick, está muy preocupado y me llamo, ayer a la noche. Despues de rezar, lo decidi. Catarina, esta va a ser tu misión.- Estiro su mano por el escritorio y tomo la mia- A partir de mañana vas a ir a Lenka y hablaras con el chico. Hermana, tu misión es salvarlo.
"Dios mio, no me abandones"
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Espero que les guste
Besototes, Mila
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Save him? or me?
RomanceDesde pequeña siempre supe cual sería mi vocación. Ni las insistencias de mi mejor amiga, ni los ruegos de mi madre me hicieron tambalear. Siempre firme, decidida. Para lograr lo que quería, pase un arduo año estudiando y gracias a ello, ya llevo do...