Amor mío
12 de agosto de 1953
— ¡Capitán Jeon! ¡Capitán Jeon! .— Un joven con cabellos rubios apareció en escena portando su arma en mano. — ¡Capitán Je...—
— Ya te escuché, Jimin. .— El pelinegro lo miró con molestia mientras terminaba de acomodar algunos documentos que yacían frente a él. — ¿Qué quieres?
— El comandante Nam solicita su presencia en la sala de comandos. . —Afirmó el rubio. — Dice que es de suma importancia.
JungKook le dio una mirada indiferente e ignoró lo que le dijo, volviendo nuevamente su atención a los documentos que tenía, todo frente a la insistente mirada de su subordinado que no se había movido de su lugar.
— No estoy de ganas para escuchar al Comandante Nam — Se sentó en la silla detrás del escritorio que estaba a su lado. — Además, como verá, soldado Park, en estos momentos estoy muy ocupado como par—
— Este llamado es muy importante, capitán. . — Le interrumpió el rubio. —Han enviado a varios soldados a buscarlo para informarle sobre el pedido del comandante. Y si me deja decir qu—
— No te dejo decir nada, ¿cómo te atreves a interrumpirme sabiendo que soy tu superior?
— ¡Pero capitán!
El pelinegro se levantó de su asiento dirigiéndose a grandes pasos hacia el pobre soldado que ya había pasado saliva al ver el notorio enfado por parte del contrario. A más se acercaba su superior, más era el miedo que empezaba a sentir. ¿Por qué el capitán JungKook era tan terco?
— ¿Te atreves a ir en contra de mi palabra? ¡Si yo digo qu—!
— ¡Han encontrado a su esposo, señor!
El corazón de JungKook dejó de latir.
¿Había escuchado bien?
Sus ojos se ensancharon a tal punto que parecía que se iban a salir de sus órbitas, por lo que la expresión de sorpresa se plasmó inmediatamente en todo su rostro. Dejó de caminar debido a que sus piernas comenzaron a flaquear, deteniéndose y quedándose en su lugar como una estatua. Se quedó, como muchos decían: en blanco. El mundo se había detenido y el pelinegro simplemente se quedó estático. Sintió como si el aire le faltara, impidiendo poder articular si quiera una simple palabra. La boca se le había secado y no podía encontrar alguna manera de poder abrirla y hablar.
Finalmente luego de lo que pareció una eternidad para ambos hombres, el pelinegro por fin pudo recobrar la compostura.
— ¿Qué acabas de decir?— Preguntó, haciendo un gran esfuerzo para no tartamudear o sonar desesperado.
— El comandante Nam afirma tener noticias positivas sobre su esposo, capitán. Según he escuchado en los pasillos, por fin hemos podido localizarlo. Ese es el motivo por lo cual se necesita de su presencia. —Reportó con una agradable sonrisa, ignorando que estaba frente a su superior y que debía tratarlo con respeto.
Ni bien terminó de mencionar aquellas palabras, abrió ampliamente sus ojos al ver como su capitán perdía el equilibrio y caía en dirección al suelo.
— ¡CAPITÁN JEON!— Gritó alterado. Lo tomó en sus brazos, fallando en tratar que no tocara la superficie del suelo, ya que lamentablemente, la cabeza del pelinegro ya había impactado contra esta.
— T-Tae... — Murmuró a duras penas.
— No se preocupe capitán, lo llevaré con la enfermera. Le informaré al comandante que... ¿Capitán? ¡Capitán!