Por las hermosas calles de New York caminaba el más ingrato egoísta, estaba rumbo a la casa de su ser más amado, Alfred Frederick Jones. Un mes había pasado ya desde sus nupcias, ese error terrible de haberlo dejado ir. Mientras caminaba recordó la belleza de Alfred, ese rostro fino, ojos azules, moría por verlo. Scott ya iba con un semblante sincero, serio pero tranquilo, ya había solucionado todo, Arthur había sido comprensible con respecto a su boda, nunca olvidaría su noche de bodas, esa noche donde, en la habitación del hotel, le había declarado su infidelidad con Alfred y el amor que le profesaba, Arthur lo había tomado de la mejor manera, tanto que hasta le dijo que le daría el divorcio en tres meses.
A pesar de que este lloro amargamente el inglés no le dio dolor, no como cuando vio esas hermosas lagrimas brotar en esos majestuosos ojos azules, aquello completamente, le había tocado el duro corazón.
Alzó la vista y a la lejanía vio la casa de Estados Unidos, el aroma a él invadía las calles, su esencia estaba en esa ciudad, todo lo recordaba y sentía a la perfección, si, estaba locamente enamorado de la joven nación.
Al acercarse tocó el timbre, esperando con ansias ver a ese hombre que se había vuelto lo más valioso y lo más puro de su vida. El ruido del timbre de la puerta le hizo despertar de un rico sueño, se levantó el rubio Americano, no estaba de mal humor por el timbre, ni nada por el estilo, se vistió, se acomodó el pantalón nada más, con una cara de alegría.La noche anterior había sido maravillosa, bajó por las escaleras, miró hacia arriba de su casa y sonrió ladino.
-¡Ya voy!- respondió a la insistencia del timbre. Al estar ya en su puerta abrió, vaya sorpresa le vino a traer el tiempo, su bella sonrisa se esfumó al verlo.
-¿Qué estás haciendo aquí?-frunció su ceño serio, una mirada de inmenso rencor hacia el malvado pelirrojo.
-¿Acaso no puedo venir a verte?-sonrió burlón e intentó pasar a la casa el cual fue impedido por Alfred empujándolo.
-No puedes...-
Scott se quedó pensativo por un instante, era obvio que este respondiese así, pero no importaba, estaba ahí listo para profesarle su amor.
-Alfred, vine hasta aquí por ti, el cejón y yo no funcionamos, le conté la verdad y me dará el divorcio en tres meses, yo vine por ti. Vine a buscarte, a llevarte conmigo, vine por la sencilla razón de que sí, si estoy enamorado de ti, desde ese día en la fiesta del compromiso-detuvo sus palabras y miró incrédulo el dorso del joven, había algo que no le agradaba en nada, luego vio su cuello y al final esos ojos azules que habían perdido el brillo con el que le miraban antes.
-¿Terminaste Scott? si si, lárgate-
-Tú...-
En eso una cabeza se asomó detrás del rubio neoyorquino, esa cabeza con cenizos cabellos había rodeado con sus manos la cintura del menor y había besado el cuello de este, justo donde esas marcas de pasión estaban en su cuerpo.
-¿Qué hace este aquí?, ¿se te ha perdido algo?, si no lárgate-
El escocés solo sonrió altivo, la mirada de Alfred era otra, ahora miraba al ruso con esos ojos brillantes con los que solía mirarle, era una horrenda realidad.
-Ya se iba, Scott sólo vino a decirme lo feliz que esta, y yo le contaba lo feliz que soy-
-Eso espero, apúrate a entrar o te castigare- dijo en tono picaresco el eslavo.
-Okey...hehehe, No si antes te castigo-
El eslavo se alejo de esos dos, Alfred miró a Scott y sonrió. No dijeron nada, hasta que el sereno Alfred habló.
-Hasta luego Scott-
En ese momento entendió lo que es el dolor, su felicidad se esfumó, su vida misma se derrumbó, aquel ángel puro que había tomado lo había convertido en un demonio, ¿culpable quién?, sabia la respuesta, el miserable ruso se había llevado su única pureza, el amor de un ser noble. Solo vio como la puerta se cerraba en su cara.
-Adiós-
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CRÓNICAS DE UN EGOÍSTA
FanficScott Kirklanda esta a dos semanas se casarse con Arthur Kirkland. Justamente en la fiesta de compromiso, empieza a ver a Alfred F. Jones de manera distinta, pero, el ser natural del escocés, lo lleva a ser un egoísta con el americano. Los personaje...