CAPITULO 6 LAS DAMAS DE ROJO

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El pueblo entero se quedó enmudecido y estupefacto. El mensaje que había mandado el comisario se escuchó por todo el pueblo, por si había alguien no hubiera acudido escondiéndose como hubiera podido.

De pronto, de todas las posibles salidas del pueblo, empezaron a aparecer furgonetas blindadas llenas de policías. Cortaron todos los accesos, y, un equipo bastante amplio de agentes, rodearon al pueblo con vallas, cercándolo e impidiendo que nadie entrara o saliera.

Los agentes que habían llegado en las furgonetas, sacaron sus armas que lanzaban pelotas de goma y acudieron a toda prisa a la iglesia. Cada habitante fue escoltado por dos policías. Se iban yendo en fila y ordenadamente; al final solo quedaron el inspector, el comisario y las dos agentes.

-Señor inspector, ahora le daré dos opciones: o nos ayuda a investigar este caso bajo mis normas y mi supervisión; o se retira pacíficamente a su morada escoltado por mis dos agentes. Usted elije.

Nuestro inspector se paró un momento a pensar: no quería quedarse en su casa, este caso era únicamente suyo y cometió un error al llamar a Zaragoza por refuerzos. Por otro lado, no quería estar bajo la vigilancia constante del comisario; tan sólo el estar cerca de él le ponía frenético.

Recapacitó un momento más y se decidió:

-Comisario, trabajaré bajo su supervisión, pero de momento me gustaría irme a casa un momento a reflexionar todo lo que está pasando, si me lo permite, claro.

-Por supuesto, inspector. Tómese el tiempo que necesite, puedo manejar la situación por mí mismo, pero nunca está demás la ayuda de un inspector tan bueno e inteligente como usted. Porque si no hubiera sido por sus deducciones, no estaríamos tan bien situados respecto al caso; eso sí, le acompañarán mis agentes. Ya sabe, son las normas - le esbozó una sonrisa de superioridad aplastante - ¿Alguna cosa más que quiera añadir?

-Bueno... Viendo todos los detalles del caso, y, las piezas "asesinadas", lo más seguro que las próximas víctimas sean la representación de las damas del ajedrez.

-¿Y quiénes podrían ser?

-Pues, basándome en la importancia de esas piezas dentro del juego, yo diría que son dos mujeres bastante importantes dentro del pueblo. Yo votaría por la mujer del alcalde y la líder de la oposición como posibles, y casi seguras, víctimas siguientes.

-Muy bien, les pondré el triple de vigilancia. Inspector, esta "partida" la ganaremos nosotros no se preocupe. Y tenga en cuenta que cuanto antes termine todo esto, antes volverán a tener sus vidas y nosotros nos iremos tal y como vinimos.

Le guiñó un ojo y se fue.

Nuestro inspector se fue hacia casa seguido por las agentes, quiénes se mantenían alerta constantemente. Al llegar, cada una de las agentes se posicionó en una puerta diferente; una en la de entrada y la otra en la del garaje puesto que comunicaba con la casa por dentro.

El inspector entró y se fue a la cocina. Se tomó un café, se puso a ver la tele y durante ese rato se quedó dormido tranquilo debido a que con tanta vigilancia era imposible que pasara nada.

Mientras tanto, la situación en el centro del pueblo era caótica. Un amotinamiento de personas se encaraban a la policía. Algunos gritaban que sus ganados necesitaban comida y bebida, otros que sus huertos o sus campos requerían sus dosis de fertilizantes y agua.

Los agentes de policía se mantenían inmóviles, y poco a poco fueron llegando más. Los que llegaban portaban grandes escudos y se pusieron al frente mientras que los que se situaban detrás desenfundaron sus armas.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora