Capitulo único

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Era hace una vez mucho tiempo atrás en tierras lejanas llenas de maravillas y pesadillas, un lugar tan inusual que parecía fantasía para la misma realidad.
Vivía un hombre con una extraña belleza que nadie podría imaginar, era una persona muy peculiar ya que poseía una piel que parecía llevar el castigo de todos los mortales en forma de cicatrices recorriendo cada milímetro de su cuerpo. Pero a pesar de todo eso sus ojos azules eran lo que atraían a cualquiera que se detuviera a observarlos, y no eran llamativos por el hecho de parecer dos gemas preciosas si no lo que en ellas lograba reflejar. El precioso azul era la pureza y el nostálgico invierno tan solitario como su existencia. Wade era conocido como el exiliado del reino de Hierro acusado de herejía y de ser hijo del demonio por su apariencia que a pesar de ser extraña seguía cautivando a hombres y mujeres por igual.

Y en ese mismo lugar habitaba el desafortunado príncipe del reino del Hierro que nació bajo un maleficio que no le permitiría vivir gran parte de su vida.
Ambos eran personas tan distintas y aun así lograron demostrar un amor tan sincero que la vida misma les regalo la oportunidad de estar juntos la eternidad.

¿Pero cómo terminaron así?

El día más helado de diciembre el príncipe Peter decidió salir del palacio y pasar por los alrededores del reino pero su curiosidad fue más grande y dispuso por primera vez desobedecer a sus padres el rey Anthony y la reina Stephanie, tomo su corcel negro y huyo cabalgando hacia el bosque más cercano sin saber que en el su destino, su comienzo y su final estaban por comenzar.
Ese mismo día Wade decidió caminar por el bosque en busca de sentir contacto con la naturaleza y estar cerca de todo lo que tiene restringido. A pesar del clima en ese lugar Wade caminaba descalzo entre la nieve y solo iba cubierto por una capa color rojo, parecía que de verdad no sentía el frio que se colaba por sus huesos y salía triunfante como humo en su boca entre delicadas respiraciones y exhalaciones.

El atardecer se empezaba a asomar entre los pinos y las montañas nevadas del lugar, todo parecía perfecto y pacifico pero nada puede durar tanto sin que pasara una tragedia en ese bosque, Peter ya se encontraba en el frio suelo había caído del caballo debido a un mareo, aun algo débil intento levantarse para llegar hasta su caballo pero volvió a caer su piernas flaqueaban demasiado pero su perseverancia hizo que se levantara de nuevo pero esta vez tropezó con una rama seca se preparó para sentir nuevamente un golpe pero alguien logro sostenerlo antes que tocara el piso.
Y en ese momento sus miradas se cruzaron.

Sonrieron sin pensarlo y el tiempo se detuvo para ellos. Peter rompió el silencio con su apagada voz.

─Gracias. ─Susurro.

─No agradezcas. ─trato de sonar distante. ─No sabes quién soy.

─Muy cierto, quisiera saber el nombre de mi salvador.

─Soy Wade el exiliado. ─dijo algo pensativo. ─Creí que por mi apariencia me reconocerías.

─ ¡La leyenda es cierta! ─Soltó con asombro

─Se podría decir que si niño.

─No soy un niño. ─inflo las mejillas en señal de disgusto. ─ Además se nota que somos de la misma edad.

─Tengo 114 años. ─menciono naturalmente

─Es increíble parece como si tuvieras 22 como yo.

─Soy casi inmortal, pero algún día mi vida se acabara cuando encuentre mi destino. ─La nostalgia sonó tanto en cada palabra.

─ ¿Y cuál es tu destino? ─pregunto curioso mientras intentaba bajarse de los brazos de Wade

─No lo sé por eso tengo tantos años viviendo.

El principe y el exiliado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora