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18:03 pm.
Como todas las tardes en las que tenía tiempo, salí a dibujar. Era mi forma de relajarme, de olvidarme por un momento de todos los problemas, era mi forma de encontrar paz. Intentaba variar de localización para cambiar de aires o para poder inspirarme mejor, y siempre intentaba que fuese un lugar el cual no visitase mucha gente.
Ya que padezco de ansiedad social, cuando estoy en un lugar con un número muy elevado de personas llegan los temblores en mí, los escalofríos, las náuseas, los mareos e incluso puedo llegar a desmayarme si no se me trata a tiempo. Básicamente un ataque de pánico o crisis de ansiedad. Por suerte solo me ha ocurrido dos veces en toda mi vida, pero aún no consigo controlarlo.
Cogí mis cosas, salí de casa y justo cuando cerré la puerta tras de mí, mi móvil vibró, dándome a entender que había recibido un mensaje. Encendí la pantalla de éste y lo vi, era Jooheon preguntándome si quedaba con ellos. Dijo que Wonho nos invitaba a una merienda en la cafetería a la que tanto solíamos frecuentar, aún así yo le respondí que ya tenía planes. Sinceramente tenía ganas de relajarme y de dibujar, y lo cierto es que también me picaba la curiosidad por si volvía a ver a aquella chica de ayer.
18:18 pm.
En cuanto llegue al río la vi allí sentada en el mismo banco en el se sentó ayer junto a mí, estaba dándole mimos a un perro, un beagle específicamente, se veían tan adorables. Me fijé en como dejaba una correa a su lado en el banco y entonces comprendí que aquel perrito era suyo, la verdad es que ayer no me fijé en ninguna correa o ningún perro.
Me acerqué al banco con una sonrisa amistosa, mirándola a ella, hasta que al fin alcancé el banco y me senté en él, a su lado.
―Hola. ―dije mientras sacaba el folio y los colores de mi pequeña mochila.
Entonces ella apartó la vista de su móvil y dándose cuenta de quien era yo, me sonrió con aquella sonrisa tan bonita y me saludó de la misma manera en la que la había saludado yo segundos atrás.
―¿Qué tal el día? ―pregunté interesado en su respuesta.
―Genial, ¿y el tuyo?
―Bueno, no me puedo quejar. ―sonreí.
―¿El perro es tuyo?
―Sí. ―afirmó mientras lo miraba corretear.
―Que suerte, me encantan los perros. ―dije celoso ante aquel hecho, en mi casa nadie quería ninguna mascota.
―Ya somos dos. ―sonrió alegre.
―¿Cómo se llama?
―Lila. ―respondió ella.
―¿Como el color?
―Sí ―rió―. Tiene un afán intenso por comer flores y un día cuando aún era un cachorro llegó de pasear con una flor lila entre los deditos de su pata. ―volvió a reír dulcemente recordando aquella anécdota.
No pude evitar hacer lo mismo, su risa era contagiosa a la vez que bonita.
Yo estaba sentado en su dirección, osease, con mis piernas separadas y mi torso en frente suyo, así entonces el banco se me quedaba en vertical cuando me situaba de esta forma. Así era más cómodo para mí poder dibujar. Entonces ella dirigió su mirada hacia el folio en blanco que se encontraba delante mío.
―¿Qué vas a dibujar hoy? ―preguntó intrigada.
―Es una sorpresa —sonreí―. No mires hasta que no haya acabado, ¿si?
―Está bien. ―sonrió.
Me puse manos a la obra, diez minutos después de silencio absoluto para nada incómodo, sus palabras hicieron que desconectase de mi concentración.
18:37 pm.
―¿Hoy no pones música? ―preguntó mirando sus manos, evitando fijarse en mi dibujo.
―¿Quieres?
―Estaría bien la verdad, ayer me di cuenta de nuestro parecido gusto con la música. ―sonrió dulcemente.
Tras escuchar aquellas palabras no dudé ni un momento en poner mi lista de reproducción en aleatorio, acabando los dos tarareando y cantando al unísono. Cuando quise darme cuenta estaba sonriendo como un estúpido.
Veinte minutos después aproximadamente, acabé el dibujo.
18:57 pm.
―¡Ya está!―anuncié entusiasmado― No mires.
Tapó sus ojos con ambas de sus manos y yo para asegurarme de que no podía ver nada, me acerqué unos pequeños centímetros a ella y posé mi mano sobre las suyas, asegurándome así de que no podía ver nada. Tenía unas manos realmente suaves.
Con mi mano restante, alcé el dibujo a la altura de sus ojos y aparté mi mano de las suyas.
―Ya puedes ver.
Destapó su cara y lo vio, su expresión facial pasó a ser una de sorpresa mezclada con alegría, cosa que me alivió bastante.
―¡Me encanta! ―dijo entusiasmada― Es Lila. ―dijo alegre.
Yo afirmé con la cabeza, sonriente.
―Me alegra que te guste, es tuyo.
Guardé los colores en mi pequeña mochila y me levanté de aquel banco dispuesto a volver a casa.
―¿Enserio? Muchísimas gracias. ―sonrío agradecida.
―Nos vemos. ―dije a modo de despedida dándome la vuelta dispuesto a irme.
―¡Espera! ―dijo la voz de aquella chica deteniendo mi paso.
Volví mi mirada hacia ella.
―¿Volverás mañana? ―preguntó.
―Supongo. ―sonreí.
Volví a darme la vuelta para irme.
―¡Por cierto! ¡Me llamo Sohee! ―dijo alzando la voz para que alcanzase a escucharla.
Me di la vuelta de nuevo en su dirección.
―¡Minhyuk! ―respondí caminando hacia atrás, despidiéndome con la mano por última vez.
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