- ¿sabes? Aquella vez, lo que te escribí, fue muy en serio. Y ahora tomo el valor suficiente para asumir las consecuencias de decirte en la cara que me gustas... Una simple casualidad puede cambiarte la vida, y yo digo que encontrarte esa vez fue una casualidad, la más bonita tal vez.- decía la chica con timidéz y miedo al mismo tiempo. - Cuando te miro mi cerebro se vuelve loco y ahora mismo me está dando algo. La felicidad luce grandiosa en ti, ¿sabías?. Quiero que siempre estés así, que cumplas tus metas, que tengas muchos éxitos en la vida y no sé por qué estoy diciendo esto pero bueno.- Soltó una pequeña risa. -Y es que esto es tan cliché pero no puedo evitarlo, sólo sale de mi y ya. 4 meses me bastaron para que entraras en mi corazón. Y deberías sentirte halagado porque nunca antes había sentido esto con tanta fuerza... -
La habitación quedó en silencio, ninguno de los dos sabía qué hacer. Pero el chico, cuyo nombre es lo que menos importa, sólo se limitó a sonreír y eso hizo que la muchacha se destruyera un poco.
A ella le encantaba su tierna sonrisa, sus ojos que raramente parecían delineados con maquillaje, sus deliciosos labios, su pelo largo y suave, muy suave, sus manos cálidas, sus caricias relajantes, sus besos, su voz cuando cantaba, su melodiosa risa, le encantaba muchas cosas de él.
Entonces sonrió también.
Pero no duró por mucho tiempo ya que a su mente le llegaron feos recuerdos de cuando él una vez le dijo que las cosas entre los dos serían diferentes si estuvieran cerca, de que aveces se le olvida contestar sus mensajes, de que no le gustaban las fotos y que al princio no quería tomarse una con ella.
Incluso recordó cuando le preguntó que si le gustaba y respondió que le gusta como se siente estando con ella y la chica lo tomó como si sólo le gustara ese sentimiento, lo que le produce en algunos momentos y que no le gustaba ella como tal. Más sin embargo eso no importó porque quería quedarse con los buenos momentos que pasaron juntos ya que pronto se iban a alejar de nuevo. Y eso la ponía muy triste.
Triste porque primero que todo, ya no iban a estar cerca y solo se verían por videollamadas. Porque su semana de descanso ya estaba a punto de terminar y volvería a esclavizarse en su estudio. Porque su vida volvería a ser aburrida y rutinaria como antes. Triste porque él la puede hacer feliz, y ella quiere estar a su lado y para eso tiene que esperar dos años. Dos jodidos años, no sabía si aguantaría ese tiempo pero así son las cosas, lastimosamente. No obstante ella tenía planeado cambiarse antes de tiempo, hablaría para vivir allá, en la ciudad que tanto ansiaba pero no estaba segura de lograrlo y no lo veía posible.
La joven bajó la mirada y suspiró hondo, no podía dejarse de sentir ilusa y estúpida. Había dicho sus sentimientos en voz alta y se sentía rara. Sus ojos se cristalizaron, se puso en pié y salió del lugar sin ser detenida. Al llegar a la habitación se sintió libre, relajada, con una carga menos. No quería llorar ya que no era el momento para ponerse triste, sólo que hubiera deseado que él la detuviera y la abrazara, el último abrazo, el abrazo de la despedida.
También quería sentir sus labios en los suyos.
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