Capitulo 1:Parte 11

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—¡Oh! Yo conocía muy bien a Constantine.
Ella aparta la vista de la ventana y la dirige hacia mí.
—Ella me crió; ¿lo sabías?
Asiento con la cabeza, deseando no haber abierto la boca, pues sé muy bien lo que
le pasó a Constantine.
—He intentado conseguir la dirección de su familia en Chicago —añade Miss
Skeeter—, pero nadie sabe decirme nada.
—Yo tampoco la sé, señorita.
Miss Skeeter vuelve a mirar por la ventana al Buick de Miss Hilly. Menea un poco
la cabeza y dice:
—Aibileen, esa conversación que hemos tenido antes... Me refiero a lo que ha
dicho Hilly...
Tomo una taza de café y comienzo a pasarle el trapo con esmero.
—¿A veces no desearías poder... cambiar las cosas? —me pregunta.
No puedo evitarlo y la miro a los ojos. Es una de las preguntas más tontas que he
oído nunca. Tiene una expresión confundida y de disgusto, como si hubiera echado
sal en lugar de azúcar en el café.
Me vuelvo y continúo secando los platos, para que no me vea suspirar.
—No, señorita, las cosas están bien como están.
—Pero esa conversación sobre los retretes...
Se corta en la palabra «retretes», pues Miss Leefolt entra en la cocina.
—Ah, estás aquí, Skeeter. —Nos mira a las dos con cierta sorna—. Perdonadme,
¿os he interrumpido?
Las dos nos quedamos calladas, preguntándonos qué habrá escuchado.
—Tengo que irme corriendo —dice Miss Skeeter—. Te veo mañana, Elizabeth. —
Se dirige a la puerta, la abre y, antes de marcharse, me dedica un cumplido—:
Gracias por la cena, Aibileen.
Salgo al comedor y empiezo a limpiar la mesa de las cartas. Como me suponía,
Miss Leefolt viene detrás de mí con su sonrisa de mosqueo. Estira el cuello, dispuesta
a decirme algo. No le gusta que hable con sus amigas cuando ella no está presente.

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