En la mente de Harry

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Sarah había estudiado mucho francés durante el verano y prácticamente ya dominaba el idioma. Las clases en Beauxbatons le resultaban muy sencillas, más que las de Hogwarts. Valoraba mucho tener allí a su madre, sin embargo, le costaba enormemente hacer amigas y echaba de menos a Harry. Aunque fuesen bastante distintos, Sarah, hasta entonces, había tenido la certeza de que si necesitaba algo, podría contar con su hermano. Severus había ido a verlas un par de veces durante las vacaciones y siguió haciéndolo durante el curso.

El profesor de Pociones trabajaba para la Orden del Fénix, y al mismo tiempo, acudía a las llamadas de Voldemort. El mago oscuro estaba interesado en la profecía relativa a Harry (la que hacía años Severus había escuchado a hurtadillas) porque no había podido oírla al completo, y deseaba hacerlo para que le ayudase a derrotar al muchacho.

Mientras tanto, en Hogwarts, Severus se daba cuenta de que Harry había bajado su rendimiento académico;intuía que tenía la cabeza en otras cosas. Y durante las vacaciones de Navidad, Dumbledore así se lo confirmó. En uno de sus sueños, Harry había visto cómo una serpiente atacaba a Arthur Weasley, que se encontraba de guardia en el Departamento de Misterios del Ministerio de Magia. Y no se trataba de un simple sueño, ya que efectivamente, eso sucedió en la realidad.

-Ya no podemos esperar más -le dijo el director a Severus-. Voldemort es capaz de entrar en la mente de Harry. Tienes que darle clases de oclumancia para evitarlo.

Severus así lo hizo. Harry acudió a las mazmorras. Al contrario que Sarah, se notaba que no le apetecía recibir esas clases. Asimismo, al profesor le parecía que su hijo dejaba muchísimo que desear. Llevaban varias semanas practicando; en ese mismo tiempo, Sarah ya lo había hecho muy bien. La peor práctica oclumántica de la muchacha superaba a la mejor práctica de Harry.

Eso desesperaba a Severus. Miró al muchacho, físicamente tan parecido a él. Harry era alto, aunque un poco menos que él; y sus rasgos faciales se asemejaban, con la diferencia del color de ojos (Harry no llevaba gafas). Además, a Harry le había dado por dejar el pelo largo, con lo cual, su parecido era aun mayor. Severus se había preguntado en varias ocasiones cómo el chico no había empezado a sospechar, dado el parecido físico que había entre ambos, si no sería él su padre. Sin embargo, en la forma de ser no se parecían tanto. Harry era más risueño, algo más extrovertido y le gustaba pasar su tiempo libre jugando al Quidditch, deporte que a Severus no le interesaba especialmente. Prefería leer y cultivar su mente, como Sarah. Asimismo, Harry nunca había mostrado interés en las Artes Oscuras.

Harry había formado con sus amigos un grupo llamado el Ejército de Dumbledore. La repugnante profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, Dolores Umbridge, enviada por el Ministerio, no les estaba enseñando nada útil. Así que algunos alumnos se estaban reuniendo clandestinamente para practicar y prepararse para lo que los esperaba fuera. Eso era de gran utilidad, como también lo era la oclumancia. Sin embargo, a esto último, Harry no le daba la debida importancia.

-Cuando el Señor Tenebroso se de cuenta de la conexión que hay entre él y tú -dijo Severus, en una de las lecciones-, como sigas así, te utilizará a su voluntad. Disciplina tu mente.

-¡No sé cómo hacerlo! -se quejó Harry.

-Deja tu mente en blanco -respondió el profesor, arrastrando las palabras, y añadió, para seguir practicando-: Legeremens.

Severus no había estado presente durante la infancia de sus hijos hasta que éstos habían empezado a ir a Hogwarts. Pero ahora, penetrando en la mente de Harry, estaba contemplando algunas de sus vivencias. Como Lily trabajaba en el Ministerio, Dumbledore le había buscado una niñera para que se ocupase de los niños y los educase, explicándoles asimismo los conceptos básicos del mundo de la magia.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora