Me pareció una tarde cansada para estar en el trabajo. Las personas interesadas en el nuevo robot que estaba desarrollando me preguntaba infinidades de irrealidades, sin embargo, no era nada del otro mundo. Señoritas guapas y bellezas a veces preguntaban por mi estado actual, sin miedo y con una cortesía las invitaba a una taza de café dentro del museo, cuando mi tiempo libre llegara.
Era tan normal, niños corriendo, algún que otro científico donde nuestras charlas se alargaban por horas; yo lo llamaba: día regular. Después de la citas que logre completar y guardar los numero de esas bellas damas, era momento de cerrar las puertas del edificio.
De un repentino momento recordé el hecho de que mi suerte iba a cambiar, pues sería recogido por mis parientes para ir hacia una cena de aniversario.
El invento guardado, puertas de cristal cerradas y ni un alma dentro era momento de cerrar el edificio.
- ¿Trabajas aquí, Daniel? - Una voz con una pizca de tonalidad grave pero seguía siendo femenina. Al mirar a mi lado pude visualizarla.
- Oh, qué sorpresa. Sí, trabajo aquí. Me mandaron aquí a desmostar mi invento. - Alcance a ver a mi madrina con un vestido negro, unas zapatillas formales y su chal posando en sus brazos.
El automóvil estaba en el estacionamiento principal. Al doblar el ala principal nos encontramos con una belleza de señorita de baja estatura. Con un peinado fabuloso al estilo de los noventas, una vestimenta atractiva y formal; una falda negra con lentejuelas plateadas de encaje, una blusa de color blanco y unas altas zapatillas para disimular su altura.
- Ah, Hola, Daniel... No sabía que eras el objetivo ¿Trabajas aquí? - LA impresión fue mutua. No esperaba verla ahí. Era el sitio menos esperado, pero su lápiz rojizo carmín que realzaba sus labios me hechizo por completo.
- Este... Ah, sí. Hace mes y medio que estoy de expositor. Ya quiero regresar al laboratorio. - Mis manos empezaron a sudar y mis pies bailaban al son de una invisible canción de jazz.
- ¿En serio? ¿Qué es tu invento? - La caminata y la charla fue en movimiento hasta el salón principal del evento.
- Es un simple prototipo de un autómata que ayudará a las personas con carencia de vista. - Sus ojos color miel eran tan hipnotizantes, no podía apartar la vista de ellos.
- Woau ¿De dónde surgió esa actitud por ayudar a las personas? No conocía esa faceta de ti. - Bebió un sorbo a su champan.
La charla se trasladó a una invitación de baile. El ambiente era de una música rítmica y cambió a un ritmo de balada. Su mano estaba tibia y su encantador perfume me inducía a querer estar más tiempo con ella; sin duda, sus ojos pardos y color miel me encantaban. El baile duro tres canciones lentas.
Era momento de separarnos, tenía que ir a trabajar a la mañana siguiente.
- Qué agradable noche pasé, de verdad. - Le dije casi susurrando junto a su oído.
Ella tenía una gran sonrisa cuando mis ojos se encontraron con los suyos.
- Gracias por la velada. Nos vemos luego, Daniel. - Melanie se volvió a la mesa donde se encontraba mi madrina.
Era momento de tomar un taxi hacia mi departamento. Pero un jalón en mi muñeca impidió mi trayectoria.
- Espera, Dani. Aun no tienes mi numero ¿Cómo piensas llamarme? ¿eh?
- Le iba a pedir tu dirección a mi madrina... -
- Pero yo quiero recibir una llamada tuya – Sus ojos brillaron. ¿Qué podía hacer contra ellos?
Tomé su mano y le bese mano.
- Nos vemos, querida. Me haz hechizado esta noche. - Tomé la nota de sus pequeños dedos y miré por ultima vez sus bellos ojos.
- Buenas noches, Melanie. - Me despedí de ella y desperté.