Oliv:
–Bienvenidos, nuevos integrantes de la Orquesta. –Dijo la señorita Anna, luego de que los no admitidos salieran de la sala.
Quería gritar de la emoción, ¿Era real? Quería que alguien me pellizcase. Ella, yo, la misma orquesta. Un completo sueño que jamás soñé.
Tenía una enorme sonrisa en el rostro, nunca había estado tan feliz, temblaba de nervios, al fin hacía algo que me gustaba con mi vida. Quería un abrazo, quería alzar a alguien y gritarle de lo alegre que me sentía. Y la miré, la miré muchísimo, era encantadora.
La directora les dijo a los chicos que nos ayudaran con los instrumentos cuando escuché su nombre: Kam. Y sí, le tocaba a ella ayudarme a mí. Supuse que en ese momento el universo se había cansado de escucharme en las noches decir que estaba enamorado de ella y me la había puesto en el camino. Cuando se acercó a nosotros, Jack, Samy y yo, la miré, la sentí apenada.
–Bien chicos. –dijo, cuando ya estaba con nosotros. –Mi nombre es Kamille, pero me pueden decir Kam. –No dejaba de verla con una sonrisa. –No sé muy bien de chelos ni violines, lo mío es la guitarra pero vamos a ver como les ayudo.
Samy le respondió algo que la hizo molestar, no sé que fue porque yo estaba entretenido observándola, Samy se fue y ella se quedó conmigo y con Jack, lo ayudó a él a afinar el chelo y luego me miró, era el momento.
–Mucho gusto. Soy Oliver pero puedes decirme Oliv. –Le extendí la mano y la miré fijamente, tratando de descubrir todos los secretos que ocultaban sus ojos.
–El gusto es mío. –Contestó, con una sonrisa enorme y me dio la mano. ¿Alguna vez has tocado el cielo? Puedo jurar que eso sentí cuando su mano tocó la mía. Sentí un gran cosquilleo en todo el cuerpo.
Duramos varios segundos mirándonos, no podía creer lo bonita que era; si de lejos me gustaba, de cerca me encantaba. El violín ya estaba afinado así que no tardó mucho.
Era preciosa, en serio lo era, y yo quería dejárselo saber, si tendría o no alguna oportunidad este era el momento, no habría más así que me armé de valor y...
–Kam. –Le dije, la miré a los ojos y le acaricié el cabello. Suave como el algodón.
–Sí, ¿sucede algo? –Me contestó.
–Eres hermosa. –La sangre se me acumuló en el rostro, estaba muy apenado y ella se rió y se sonrojó.
-Gracias, tú eres hermoso. –Contestó, eso si no lo esperaba, nunca lo esperé.
En ese momento entendí algo, mi madre me había dado la vida, y la sonrisa de Kam me daría una razón para vivirla.