[único]

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La vida normal tal y como la conocía Jongin cambió repentinamente un domingo de esos, mientras él se encontraba procrastinando en su apartamento, con su obeso perro al lado, ambos comiendo pollo a reventar.

El timbre de su apartamento sonó con estruendo varias veces, y si Jongin hubiese sabido que ese era el llamado del mal, jamás en su vida hubiese abierto, es más, nunca más hubiese salido de su zona de confort con tal de no enfrentar nunca las repercusiones de sus actos, y una que otra mano del mal.

Resultó que Jongin se levantó todo holgazán de su sillón, moviendo un poco el pesado y canino ser de Monggu y se encaminó descalzo hacia la entrada. Nadie le preparó para recibir la no muy bien recibida presencia de Do Kyungsoo, el vecino de al frente. El tipo estaba parado delante de él con una camisa ancha y pantalones de chándal, el pelo rojo lo tenía más o menos alborotado y había una sonrisa casi sardónica en sus labios, era de temer la verdad, y es que Kyungsoo no era un simple vecino, era mucho más que eso, su casi sombra, el tipo que le caiga mal en todos los sentidos posibles.

Aclarándose la garganta, y rogando al cielo que Kyungsoo sólo quisiera una tacita de azúcar, Jongin se recargó sobre el marco de la puerta e inquirió.

—Se presentó y dijo.

Kyungsoo era un vivaracho de primera, sí, un tipo demasiado confiado en sí mismo. En el campo laboral era una bestia, mismo campo laboral en el que incursionaba Jongin, además de eso y sobre todas las cosas, era un Alfa demasiado prepotente, vivo y engreído. Jongin había sido educado con la teoría de que los Alfas eran de sangre caliente, de duro comportamiento, y un tanto posesivos y agresivos, cosa en la que él no estaba muy de acuerdo, salvo por los preceptos de Kyungsoo, de resto, los Alfas con los que él se había criado eran todo menos eso que el pueblo definía. Chanyeol, Jongdae, Luhan, Sehun, ninguno era un Alfa de carácter fuerte.

Jongin también era un Alfa, y era por eso que solía meterse en el mismo paquete de sus amigos.

—¿No podían darme ganas de visitar a mi colega, vecino, compañero de manada, ex mejor amigo?

Y nop, Kyungsoo no estaba exagerando, en realidad, esos eran los mejores títulos para definir su relación.

—Puedes, pero siempre tus visitas persiguen un propósito —pronunció lentamente, ya se estaba hartando—. Ya dime qué quieres.

Kyungsoo, con la confianza que engalanaba su pelirrojo ser, hizo camino hasta el apartamento de Jongin, en sus manos llevaba un sobre pero hasta ese momento, Jongin no le había prestado tanta atención. En su lugar, se fijó que Kyungsoo tomó asiento al lado de Monggu y miró con asco el plato de pollo que tenía allí, Monggu le saludó moviendo su cola.

Perro traidor.

—¡Vamos, Kyungsoo! No tengo tiempo para tus juegos.

—Oh, pero el sábado pasado sí que tuviste tiempo para jugar, ¿verdad?

A Jongin le pareció osado el tono de voz que usó Kyungsoo, un tono de voz seguro, como si de momento estuviese escondiendo una verdad absoluta, como si estuviese aguardando el momento justo para atacar con misil y bomba; tal vez no era tan cierto, pero debido a que Kyungsoo era una caja de sorpresa, él se imaginaba estas cosas siempre, porque así el otro le incitaba.

Aún así, el lobo de Jongin atisbó problemas. Problemas que tenían nombre, apellido, y el pelo rojo.

—¿De qué estás hablando?

Kyungsoo sonrió.

—De esto.

Por primera vez en lo que iba de visita, Kyungsoo puso en alto ese sobre que había estado sujetando en sus manos; eran tan ridícula la confianza con la que lo sujetaba y la forma en la que caminó hasta el DVD de Jongin y como si fuera su propia casa, puso play a lo que sea que estaba en ese CD.

Pequeño Soborno → KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora