Desperté de un terrible sueño, estaba sudado y agitado. No recordaba precisamente qué había soñado, solo sabía que había sido malo.
Bajé los pies de la cama y me puse las pantuflas. Caminé a la sala, que estaba a tan solo unos pasos de donde dormía. Eché un vistazo a la habitación; una gran ventana, por la que se veían los coches pasar flotando de un lado a otro. Las personas desesperadas por tomar un tubo, los bocinazos de los que llegaban tarde a trabajar. No sé cuánto tiempo observé por la ventana, hasta que casi choco mi cabeza contra ella. Volví mi vista al sofá, mi sofá tan precioso y moderno; era azul, un azul noche casi negro. Los brazos tenían una forma curvada, que finalizaba en un apoya vasos.
Me senté y tomé el control. Al apretar el botón rojo, la pared comenzó a deslizarse hacia la derecha, dejando salir al nuevo GT-300 que había comprado hace dos días. Ocupaba de lado a lado la pared, era lo último en tecnología.
Una vez prendido, automáticamente apareció el canal de noticias, algo estaba pasando.
Una mujer de cuarenta y tantos apareció, se dejaban ver algunas arrugas en su rostro. Entonces, comenzó a hablar.
- Se rumorea entre las calles que el pánico se apodero de la gente, se está notando movimiento en la superficie y hay alerta roja. Se recomienda quedarse en la comodidad de sus hogares por el día de hoy hasta que se resuelvan los problemas. Hay investigadores trabajando sobre lo que está sucediendo bajo nuestra ciu...
Apagué el televisor. Volví la vista a la ventana, la gente ya no estaba alborotada como antes, debían quedar solo unas pocas personas fuera...
Me vestí y me dirigí al ascensor. Vivía en uno de los tres apartamentos más grandes que había en el edificio, por lo tanto, normalmente cuando llamaba al ascensor venía con alguien del personal.
- Buenos días señor. -Un hombre con una barba llena de canas me saludó, a lo que asentí en respuesta.
- Al piso 210, por favor. -El hombre presionó un botón y el ascensor comenzó a descender, primero lento y luego tomó una velocidad impresionante. Una vez en el piso 210, salí del ascensor y camine hasta la puerta 30.
Toqué dos veces y enseguida mi buen amigo me abrió la puerta. Lo veía con cara preocupada.
- Se lo que estás pensando hacer, sabés lo que va a pasar si vamos.
- Sólo esta vez, te pido que me acompañes. Si no iré solo.
- Ni en tus sueños, no quieres terminar como tu hermano. -Mi hermano, mi hermano mayor. Hacía tanto no oía hablar de él. Falleció en una expedición a la superficie hace 20 años, o eso es lo que se cree. Lo único que se sabe es que todo el que baja nunca vuelve a subir.
En el fondo quería ir solo para saber lo que le había ocurrido. Qué cosa tan terrible nos atormentaba día y noche en nuestra ciudad. Quería saber la razón por la que nunca más vi a mi hermano.
- Ven conmigo. Estaré en deuda de por vida. Por favor.
Suspiró. -En deuda si es que volvemos.
- Gracias. Ahora recoge tus cosas.
Comenzó a moverse rápidamente por su apartamento, era mucho más pequeño que el mío.
Guardó algunas cosas en una mochila, y me tendió otra para que guarde lo que sea. Así que comencé mi expedición por su hogar. Guardé botellas de agua, unas manzanas, una chaqueta y algunas cosas más que ni si quiera sabía para qué eran, pero se veían útiles.
Nos dirigimos al ascensor. El piso más cercano a la superficie que había era el 100, clase económica.
Piso 100. Los dos respirábamos agitadamente. Estábamos ansiosos.
Caminamos al final del pasillo. Tenía 30 puertas así que nos tardamos un poco. A un costado había una puerta cubierta de cadenas y candados. Los viejos ascensores. Se creía que estaban fuera de servicio, pero todos en el fondo sabían que no era así, puesto que, algunas veces se movía de este piso.
Esperamos a que no haya nadie en el lugar. Mi compañero sacó un corta perno de su mochila, enseguida las cadenas cayeron al suelo.
Apreté el botón. Los dos aguantamos la respiración varios segundos hasta que las puertas se abrieron. Puse un pie dentro, al ver que no sucedía nada extraño, entré totalmente en el, seguido de mi acompañante.
Nos miramos seriamente unos momentos, meditando si lo que íbamos a hacer estaba bien o no. Pero claro que no estaba bien. ¿En qué pensábamos en ese momento?
Los guardias salieron de los otros ascensores y me apresuré en apretar el botón del piso "1". Las puertas metálicas comenzaron a cerrarse con un chirrido mientras los oficiales gritaban y corrían en nuestra dirección.
Observé el ascensor, era muy diferente a los nuestros. Estos eran totalmente de metal, y a nuestras espaldas había un espejo. Un espejo que estaba roto por la mitad. Una línea abstracta lo dividía diagonalmente, los restos de él yacían aun en el suelo.
La luz parpadeaba, nosotros respirábamos. Por cada piso que pasábamos se escuchaban ruidos. No entendía precisamente de donde venían, pero eran aterradores.
Después de unos 15 minutos, las puertas comenzaron a abrirse, con un fuerte chirrido otra vez. La luz dejó de parpadear, nos sumimos en la oscuridad por unos segundos.
No nos atrevimos a movernos, el aire se volvió pesado, nuestras respiraciones aún mas.
No se escuchaba un solo sonido, no había señales de movimiento, no había luz. La superficie estaba totalmente en penumbras.
Lentamente me moví, puse un pie fuera y mi amigo me tomó la muñeca, en señal de que no lo hiciera. En el momento en que me zafé de su agarre, una luz pálida me cegó por unos instantes. Una enorme luz blanca que se dirigía directamente a mí. Voltee asustado, en busca de mi compañero, pero ya no estaba allí. Yo estaba solo, todo lo que veía era lo que la enorme luz blanca me permitía ver. Solo el ascensor.
La luz se apagó. Otra se encendió, no era blanca y cegadora, era una luz más... cálida, se podría decir.
En ese momento ví todo. Todo lo que la superficie ocultaba a la distancia. Todo lo que nos habían ocultado los medios. Todo lo que estaba prohibido mirar.
Unos seres extraños se me acercaron. Tenían dos brazos, dos piernas. Tenían una boca y dos ojos. Se comunicaban emitiendo sonidos, no como nosotros, telepáticamente.
Fueron dos segundos en los que me quedé atónito, observando las extrañar criaturas que se me acercaban, para cuando me di cuenta estaban encima de mí.
Ellos no son como nosotros.
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No son como nosotros.
Short StoryAño 8041, en pleno triunfo de la tecnología. Vivía en el piso 347. Hace 20 años ya que han clausurado los primeros 100 pisos del edificio. La superficie los había tomado completamente. Nadie sabe que hay allí, y todo el que baja nunca vuelve a sub...