Unico

50 6 3
                                    

Aún recuerdo el momento en preciso en que tu silueta apareció en mi campo de visión, ibas con una mujer de piel pálida y cabellos rizados de color negro. Después de eso, continuamente observaba como te paseabas por los pasillos sin problema alguno. Conforme pasaban los días iba perdiendo más la cabeza, adentrándome a un mundo desconocido, en el cual conocí tu sublime imagen.

Siendo el portador de un cuerpo tallado a mano por los dioses del olimpo y por añadidura una piel morena resplandeciente, en tu rostro, unos labios jugoso otorgadores de unos deliciosos besos por los cuales vendería mi alma al diablo solo por unos cuantos, tus negros ojos eran protegidos por un par de gafas las cuales resaltaban la belleza misma de un mundo ajeno al nuestro. Difundías la lujuria y el anhelo de tu cuerpo con cada paso que dabas, calando hasta en lo más profundo del corazón de todas las niñas cuya inocencia es más grande que ellas mismas, arrancando por completo la pureza y sembrando de manera desesperada la lujuria en sus almas.

¿Cómo un dios podría vivir sin despreocupaciones sabiendo que es dueño de mis mayores deseos impuros, que he sido víctima de su encanto y belleza y que he caído rendida a sus pies? Esa pregunta me persiguió por meses, creí que no eras digno de caminar por las calles a sabiendas de todo esto, sin embargo, nunca le tomé mucha importancia, puesto a que yo era una de las tantas que se deleitaba observándote tal como un depredador observa a su presa antes de atacarla.

Observaba con recelo como mujeres recibían tu atención con un poco de belleza vulgar, usando ropa corta y ajustada. Decepcionada de mí, observaba siempre mi cuerpo desnudo al frente del espejo, no tengo nada que darte, solo poseo un cuerpo delgado cuyos huesos solo lo cubren la piel, nada digno para un dios.

Yo no era digna ni de recibir una mirada de tu parte, pero aquellas mujeres impuras cuya dignidad estaba por debajo del suelo que pisabas solo son dignas de recibir una escupa sobre sus caras inmundas.

Yo solo puedo darte un corazón impuro que en el que tú mismo sembraste la lujuria, un pequeño altar en mi habitación donde todos los días te rezo y un pequeño y delgado cuerpo.

Amor por un diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora