Una Mañana de Cambio

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Amaneces y la buscas desaforadamente, como si hubiera una respuesta en ese estremecimiento de muerte que te polariza con mirarla (no sabes si es una descarga eléctrica de rabia, nostalgia, de nervios o de hormonas), como si ese hervir tuviera algo más que agua y aire en ebullición. O como si quedara siquiera todavía un poco de agua.

Tu cama, hecha un desorden. Te sientes un poco lacónico y suspiras; te pones a pensar. Estos retos de tu herida no deben desollarte más. No puedes sujetar tu vida a cosas temporales, esa temporalidad hará que éstas se derrumben; pero ellas no van a resentir el impacto, nadie más lo hará, por más que sus palabras maquillen lo que algún día se irá; pero tú, sí que lo resentirás. Sólo recuerda que ya no eres aquél niño sensible, ése que de todo quería llorar, ése que conocían por su fragilidad, ése que en todo y en todos confiaba. Tu mundo se vino abajo de la noche a la mañana, y tuviste que irte con él. Así es esto: el que no se adapta, no sobrevive.

Sabes ahora lo que tienes que hacer, sabes que ahora eres tú contra el mundo, pero también sabes que siempre ha sido así y sólo lo intentabas negar.

Miras su rastro no como el paso del huracán, sino como un aprendizaje con un toque de solemnidad, pues es un tanto suicida tratarlo de olvidar. Mejor aprende de ello y echa tu barca a las calmas y tormentas de altamar. "Ningún mar en calma hizo experto a un marinero". Ya pasaste lo más complicado (por ahora), siéntete tranquilo y disfruta todo lo que se cruce en tu camino, porque ni las dificultades se van a repetir.
En fin, que a veces uno debe aprender por las malas, sino, no aprende.

-Baruc Ru, enero-febrero 2017

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