Paseaba tranquila por las calles de Madrid. La primavera comenzaba a notarse y un enorme sol brillaba sobre la capital española, a pesar de encontrarse a principios se marzo. Las calles, tranquilas, parecían no acabar nunca, o eso pensaba ella. Cansada de un largo día en la universidad, regresaba a casa.
Un golpe de suerte, del destino o cualquier otra cosa provocada por causas externas a ella, llevó a un chico de pelo oscuro y piel morena a llevársela por delante.
-Deberías mirar por donde vas-contestó enfadada. Tras mirar a su agresor, captó una mirada inocente. Algo novedoso e inesperado en aquellos ojos marrones-Perdón, no he debido hablarte así. Ha sido culpa mía también.
-Lo siento-sonrió el extraño, recreándose en sus ojos- pero ha sido más culpa mía que tuya.
Esbozó una sonrisa, un mero formalismo y retomó su camino. El chico quedó allí pasmado, pensando en si aquella mujer era tan especial como le había parecido ver en aquellos ojos claros. Él, Marco Asensio, un futbolista joven que podría tener a la modelo que quisiera, pensando en una chica normal. Ella caminaba con tranquilidad, como anteriormente, cuando a su espalda escuchó una voz:
-Te invito a un café, ojos claros- propuso el moreno, refiriéndose a la claridad de los ojos de ella.
-No, gracias. No soy de esas-dijo sin girarse apenas.
Marco apresuró sus pasos y se colocó a su derecha.
-¿Eres un psicópata? -preguntó ella, preocupada.
-No, soy futbolista- agregó él, sonriente.
-Vaya, qué honor- rebatió ella sarcástica.
-¿De qué equipo eres?-preguntó curioso.
-Bayern de Múnich - sentenció ella orgullosa de su equipo.
-Hagamos una apuesta. Si marco a tu equipo, me das una cita.
-Sigue soñando-agregó ella- nunca marcarás a mi equipo.
-Si tan segura estás, acepta-extendió su mano hacia ella.
-De acuerdo-puso sus ojos en blanco y cogió su mano.
Tras una serie de miradas, los jóvenes acordaron darse los teléfonos. Él solo hablaría con ella en caso de marcar.Para ella los días continuaban indiferentes; para él la casualidad quiso que tuviera la suerte de jugar contra el Bayern. Aquel primer pacto de no hablarse había acabado por romperse y entre ellos, se había desarrollado una amistad "primaria" . El día del partido, la vuelta, él desde el banquillo sufría por salir, por marcar y sobre todo, por pasar de fase. Ella en su casa, respiraba el olor a palomitas recién hechas mientras veía el partido. La tensión acumulada había provocado que su aperitivo quedará esparcido por el suelo del salón. No se esperaba ver a Marco en el campo y mucho menos esperaba que en el minuto 111 su equipo fuera a perdiendo y su querido Marco metiera en la red aquella pelota. Saltó de emoción, no se había molestado demasiado por la derrota alemana.
Sobre las 12 de la noche recibió un mensaje. Marco, la citaba en 5 minutos, a unos pasos de su casa. Ella bajó, sin arreglar, de estar en casa. Estaba allí, en vaqueros y manga corta, similar al día que chocaron.
-Me debes una cita-dijo él, tras ser felicitado por aquella chica que, últimamente, había protagonizado todos y cada uno de sus sueños.
-Oh Marco, no lo dije en serio. Pensé que siendo amigos eso se te olvidaría- dijo observando los ojos que estaban clavándose en su ser.
-Pero, ojos claros-se acercó a ella, sujetando su cintura y respirando en su oído- yo no quiero ser tu amigo.
Se inclinó sobre ella, presionando sus labios. Ella, sorprendida, continuó aquel beso, dejándose llevar.