Supongo que si estoy dispuesta a largarme de una vez por todas, deberé de coger algo de ropa, ¿no?
Me alejo de la ventana, y me agacho junto a la cama, meto la mano, y comienzo a buscar una mochila cómoda y grande. Cuando la encuentro, la agarro fuertemente y me levanto de un salto.
Dejo la ligera y rosada bolsa en la cama, y comienzo.
Cojo primero una camiseta azul, básica y de tirantes. Cuando entra en contacto con mi mano, los recuerdos se agolpan en mi mente. Me la regaló mamá, el día de mi cumpleaños. Justo una semana antes de todo esto... ¡Wells, ahora no es momento de recordar!
Continúo cogiendo camisetas. Y después pantalones. Cortos y largos. No sé cuanto tiempo estaré fuera, aunque estemos aún a principios de verano, creo. No estoy muy segura.
Agarro, inconscientemente una sudadera, al menos 2 tallas más grande. Una melancólica sonrisa se dibuja en mi rostro. Recuerdo ese día, a la perfección.
Brad y yo caminábamos cogidos de la mano en un parque cercano a mi casa. Él llevaba aquella sudadera que yo adoraba. Inocente de mí, que no sabía que aquella sería la última vez que le veía. Vivo, al menos.
Ni siquiera he dejado que la lavaran. Muy a mi pesar, sigo amándole.
Y sí, ya lo sé. Es imposible amar a los catorce años. Yo también pensaba así. Antes.
Sacudo la cabeza a ambos lados, haciendo que mi pelo se alborote.
Decido llevármela.
Echo un último vistazo a mi habitación. Es ahora o nunca. No puedo dejar que la libertad de me escape de entre los dedos.
Me asomo a la ventana, simplemente son dos pisos.
Tiro primero la mochila. No ha hecho demasiado ruido.
"Bien, Wells, tu turno"
Salto, con los ojos cerrados bastante fuerte. Caigo agachada, y siento un ligero dolor en los pies. Los sacudo levemente, cojo mi mochila, y emprendo mi viaje.
No he tenido muchos problemas para salir de Woodbury. Ha sido... demasiado simple.
Corro el primer kilómetro, intentando que no me localicen. Después, recupero el aire y empiezo a caminar.
He escuchado, varias veces ya, que a pocos kilómetros de aquí, hay una prisión, limpia de caminantes.
Para mi sorpresa, no me he encontrado con ninguna de esas... cosas.
Siento unos pasos detrás de mí. "Vaya, ya iba siendo hora" pienso.
Pero para mi sorpresa, me encuentro con un chico, algo mas alto que yo (aunque yo no sea muy alta), con el pelo algo largo, y con unos profundos ojos azules, no como los míos, que son mas bien de un color azul grisáceo.
-¡Hey! - Sacudo mi mano delante del chaval. El muy imbécil se ha quedado embobado -¿Y tú dónde coño miras? - Le pregunté, algo molesta.
-¿Eh? -Respondió algo confuso. ¡Será idiota! -Oh, hola, soy Carl. -Me mira, sonriedome. La verdad, para llevar dos años en esta mierda de vida, tiene una sonrisa preciosa. -¿Y tú eres..?
-Wells. Lo sé, estás encantado de conocerme. - Le ofrezco mi sonrisa de niña buena. Bueno, mi sonrisa, normal y corriente. Ambos comenzamos a reír.
-Oye, -Me avisó, dejando los dos de reír- ¿estás tú sola?
- Pues sí... - Respondí, bajando la cabeza y mirando al suelo.
-Eh, princesa, tú tranquila. Aquí al lado tenemos un refugio, podrías venir conmigo. - ¡Espera! ¿El tío este me acaba de llamar princesa?
-Claro, idiota. -Le repondí seria. Me miró, impactado por mi contestación, y yo volví a sonreírle. Él también me sonrió.
Caminamos un buen rato, en un absoluto silencio.
-Me encanta tu sonrisa, princesa. -Susurró.
- Y a mi la tuya, idiota. -Le respondí en un pequeño susurro...
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The Walking Dead: Los zombies no nos lo impiden...
RandomWells Williams. 14 años, solitaria, alegre y muy dulce. Hija del Gobernador. Carl Grimes. 15 años, solitario, frío y bastante triste. Hijo de Rick Grimes. Un muerto se interpondrá entre ellos.