Jack tuvo un escalofrío a las puertas de la ciudad. Notaba la presencia de Sombra más y más cerca, y no estaba seguro de poder hacerle frente solo. Pero si Elsa y el pueblo estaban en peligro (y tenía la seguridad de que así era) debía actuar; hacer todo lo necesario para detenerlo.
La ciudad estaba fría y sombría; enterrada en la nieve. Los muros cubiertos de escarcha dejaban vislumbrar una tenue bruma que acababa invadiendo la escena. De vez en cuando Jack se topaba con una estatua de hielo que gritaba o trataba de huir para salvar su vida. El sol comenzaba a ocultarse y las luces anaranjadas se reflejaban en la nieve virgen.
Cuando llegó al castillo contempló inquieto la barricada de estacas heladas que cortaba el paso al puente de acceso. Ésto, claro está, no suponía ningún problema para él; pero no podía dejar de preguntarse qué había llevado a Elsa a hacer tal cosa. Toda esa gente, la barricada... ¿acaso había perdido el control de nuevo y había vuelto a aislarse? ¿O por el contrario era una medida de seguridad ineficaz para protegerse de Sombra? No se quedó quieto pensando; alzó su cuerpo y, una vez en el patio principal, tras comprobar que la puerta de entrada estaba cerrada a cal y canto, rompió uno de los amplios ventanales del segundo piso.
El castillo no distaba mucho del aspecto que tenía el resto de Arendelle, salvo por que ahí hacía más frío y la bruma era mucho más densa, casi opaca; al menos en los pasillos.
Siguió deslizándose con el aire guiado por su intuición. Un mal presentimiento lo invadió al pararse frente la puerta del gran salón, que estaba entreabierta. Tragó saliva y la abrió con cautela, asomó la cabeza y se horrorizó al ver el museo de estatuas que había en su interior. Y al fondo, casi como un borrón entre la niebla, se alzaba una fina y grácil figura. La presencia de Sombra era más fuerte que nunca, pero el joven se olvidó de todo nada más verla y voló veloz hacia ella exclamando su nombre.
— ¡Elsa!
La reina se giró y esbozó una media sonrisa al verlo. Era consiente de que llevaba un buen rato merodeando por el palacio, buscándolos a ambos. Jack la estrechó entre sus brazos y sintió como si la oscuridad intentara tragárselo. Miró a su alrededor, tomó a Elsa de la mano y la miró a los ojos, los cuales brillaban de forma extraña.
— Tenemos que salir de aquí. Rápido.
Elsa se zafó de la mano de Jack con un gesto elegante y rápido, sin dejar de sonreír.
— Jack... He de confesar que no te esperaba tan pronto – dijo la reina con una sonrisa -. Y, desde luego, nunca imaginé que me darías un abrazo.
La joven comenzó a reír a carcajadas. Jack la miraba confundido; esa presencia siniestra y cercana, esa sonrisa fría, esos ojos inánimes...
— ¿Sombra? - titubeó el muchacho.
— Vaaaya. Eres más listo de lo que pareces. Pero tampoco mucho.
— ¿¡Qué le has hecho a Elsa!? - preguntó apuntando a la mujer que tenía delante con su bastón.
— Solo lo que me pidió – explicó -: Ayudarla a controlar su poder, salvar a su hermana... Ya sabes.
— ¿¡Esto te parece ayudar!? - dijo echando un vistazo al triste panorama que había a su alrededor -. ¡Ella nunca quiso esto! ¡Déjala libre o...
— ¿O qué? - interrumpió - ¿Me matarás? Pff, muy bien – rió entre dientes -. La matarás también a ella. A demás, te recuerdo que ya lo intentasteis una vez y sabéis que soy tan inmortal como cualquier otro guardián. ¿Qué lograrás tú solo?
Jack vaciló. Sabía que Sombra tenía razón: La victoria de hace ochenta años había sido, en realidad, un destierro muy, muy largo al mundo de las tinieblas. Derrotar al miedo era una tarea imposible. Por otro lado, el cómo Sombra había logrado llegar hasta Arendelle era un misterio. Jack nunca había cronometrado el tiempo que tardaban en cerrarse los portales que había abierto para viajar, pero tenía la certeza de que eran a penas unos segundos y en ningún momento sintió su presencia. ¿Y si no había sido consciente y él mismo había trasportado a Sombra? ¿Había condenado a Arendelle por un capricho?
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Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆
FanfictionCuando Jack Escarcha y los demás guardianes derrotaron a Sombra, la paz y la felicidad de los niños quedó a salvo, al igual que la vida de los guardianes. Pasan los años y Jack tiene ciertas restricciones como guardián. Se aburre. Extraña los tiempo...