LOS SEÑORES DEL CIELO 1
JOHN BROSNAN
LOS SEÑORES DEL CIELO
Traducción de Eduardo G. Murillo
grijalbo
Para mi madre
Título original
THE SKY LORDS
Traducido de la edición
de Víctor Gollancz Ltd., Londres, 1988
Cubierta: SDD, Serveis de Disseny, S.A.
Ilustración serie: Eduardo Manso
© 1988, JOHN BROSNAN
© 1992, EDICIONES GRIJALBO, S.A.
Aragó, 385, Barcelona Primera edición Reservados todos los derechos ISBN: 84-253-2449-1 Depósito legal: B. 19.292-1992 Impreso en Indugraf, S.C.C.L., Badajoz, 147, Barcelona
PRIMERA PARTE
LORD PANGLOTH
1
No muy lejos, algo empezó a lanzar horribles alaridos de agonía. Jan miró a la centinela. Ésta encogió sus hombros bronceados.
-Parece que un árbol látigo ha capturado a un gran reptil -dijo.
Jan dedicó de nuevo su atención a la pantera, en un in-tento de hacer caso omiso de los aterradores chillidos.
-Ya te lo he dicho -amonestó al animal-. No necesi-tamos un gato, pero gracias de todos modos.
La pantera negra continuó sentada sobre sus cuartos tra-seros, mirándola.
-Yo trabajar bien a tu servicio, cazar sabandijas, patru-llar muralla por la noche -dijo con su voz aguda y siseante.
Jan examinó al animal con más atención. Era corpulen-to y aparentaba gozar de buena salud. La situación debía de estar empeorando en los yermos para que un animal se-mejante se rebajara, ofreciendo sus servicios a los humanos. Observó una larga cicatriz en su flanco derecho. Parecía re-ciente.
-No gustar -dijo a su lado Martha, nerviosa-. Que se vaya. A Martha no gustar...
Jan palmeó la cabeza de la chimpancé.
-No te preocupes. No te hará daño.
La centinela levantó su ballesta.
- ¿Le atravieso el lomo con una flecha para que se dé prisa? -preguntó a Jan.
Antes de que Jan pudiera contestar, la pantera se volvió hacia la centinela.
-Dispara y verás qué rápido subo a la muralla. Me llevaré tu garganta de paso. Mis garras la segarán como hierba.
Después, con una calculada exhibición de indiferencia, se tendió de lado y expuso su estómago. Jan comprobó que era un macho. Alzó una mano en dirección a la centinela, que había enrojecido de ira al escuchar la amenaza y era capaz de cometer cualquier disparate.
-No, Carla. Deja que me encargue yo.
Entretanto, Martha había empezado a lloriquear.
La pantera miró a Jan con lo que debía ser ironía felina.
-Tú muy joven para ser gran jefe.
-No soy un gran jefe -replicó Jan-. Soy la hija de la caudillo Melissa y esta semana me toca responsabilizarme de la defensa de la muralla.
La pantera encogió sus poderosos hombros, al estilo de los seres humanos.
-Como he dicho, tú gran jefe. ¿Por qué no dejar entrar al pobre gatito en poblado? -siseó.