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Descorrió las cortinas, salió al pasillo y vio a Dietmar que descendía por la escalerilla.
-Hola -dijo Tom-. ¿Te apetece dar vuelta por la estación?
-¿Dónde estamos?
-En Brandon. ¿No has visto el letrero por la ventanilla?
-¿Que ventanilla? Sólo tengo una pared de acero.
-¡Mala suerte, chico!- dijo Tom, sonriendo-. Creo que te confundiste al llegar primero a la escalerilla...
Echaron a andar por el pasillo y Tom se detuvo junto al departamento C, al escuchar la voz de un hombre que gritaba enfadado ¿Estaría el borracho aquel pegándole a su bella esposa? Tom miró a su alrededor, dispuesto a prestar ayuda, pero se tranquilizó al oír reírse a la mujer.
-¡Ven!- le llamó impaciente Dietmar desde el fondo del pasillo.
-¡Ya voy!- Tom miró la puerta azul del departamento, grabando en su mente la risa argentina de la mujer, antes de reunirse de mala gana con Dietmar.
Fuera, la noche veraniega era cálida. Tom y dietmar se dirigieron, paseando por el andén, hasta el furgón de los equipajes, observaron cómo unos hombres descargaban las sacas del correo en la parte trasera de una camioneta, y luego continuaron su camino hasta la locomotora. Tom se sintió empequeñecido al contemplar aquella impresionante masa de acero, su potente foco delantero y su gran ventanal anterior curvo.
-Me encantaría conducir una locomotora- le dijo a Dietmar.
-Tu serías un buen conductor.
-¿Por qué?- inquirió Tom, halagado.
-Porque la llevarías a una velocidad de locura.
Dietmar se dio la vuelta y se alejó riendo. Tom le alcanzó en el andén y le amenazó con arrojarle debajo del tren. Mientras forcejeaban, una mano se posó en el hombro de Tom.
-Perdonad, muchachos- dijo una voz cascada-. Necesito vuestra ayuda.
Tom soltó a Dietmar y vio una señora mayor, apoyada en un bastón, con un chal sobre los hombros. Sin darles tiempo a decir nada, apuntó con un dedo hacia los muchachos.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora