NURIA

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Dorian cruzó la vereda, entró al edificio de departamentos, saludó al vigilante con la cabeza y subió. Al llegar se topó con esa puerta tantas veces desconocida ¿Debería entrar? Miró la escalera que llevaba al sexto piso. Quiso subir, pero ya estaba en el 501. Tal vez ella lo esperaba. Rebuscó en su bolsillo y vio la llave anillada junto a las otras. Recordó aquella noche e imaginó, como siempre, lo distinta que sería su vida si no hubiera dicho nada. El piso seis podía esperar. Abrió la puerta del 501 listo para una queja o reclamo, pero todo estaba como siempre. Discreto, entró al departamento siempre tan ajeno. El pasadizo tenía un gran espejo de cuerpo entero donde notó su figura decaída. La sala estaba igual que la última vez ¿Por qué cambiar? En la mesa del centro estaban las últimas temporadas de Oblivion, serie que se suponía verían en maratón. Dorian no prometió llegar a tiempo, de hecho si no hubiese conocido a Farid habría llegado a Lima antes de medianoche. Dejó sus pertenencias en la mesa y se tumbó en el sillón. Notó bolsas de galletas, un poco de pop-corn regado en los cojines y todos esos posters que Nuria acostumbraba usar como elemento decorativo. Amaba las paredes color marfil.


Ella era la única que lo soportaba. Él veces no lo comprendía y no creía merecerlo. Pero esa relación iba más allá. Nuria siempre decía: Eres 20% menos imbécil que los demás hombres. Y eso te hace especial. Su belleza era usual. No era alta ni baja, de cabello ondeado siempre oscuro. Podían pasar horas sin decir una sola palabra y eso le fascinaba. Rebuscó en el bolsillo de la camisa y contempló su foto favorita en silencio, como hacía religiosamente cada día. Era una de las pocas fotos donde sonreían juntos.


Se levantó y caminó hasta el baño en busca de aspirinas. Abrió la puerta sin percatarse de la luz encendida. Se plantó frente al espejo donde su rostro reflejado mostraba las primeras arrugas de un hombre de treinta y ocho. La herida en el costado izquierdo del pómulo no necesitó puntos de sutura, afortunadamente. Pero le dolían las costillas. Quiso lavarse la cara cuando inesperadamente oyó una leve respiración. Giró la cabeza para ver la cortina de la ducha. Se acercó y antes de siquiera pensar correrla, una delicada mano se adelantó y de la tina se alzó Nuria, desnuda y con el cabello atado en un moño.


- ¡Carajo me quedé dormida!

Sorprendido sonrió, como si el regocijo todavía existiese dentro de su pobre alma. Nuria estaba de pie, descalza y sin nada más que su piel ligeramente más clara que la suya. Soltó su moño y le pidió una toalla con un rápido chasqueo de pulgar e índice. Dorian le alcanzó la tela y Nuria le hizo una sonrisa. 


 - Dijiste que llegarías a tiempo –Le reprochó sin señal de molestia. 

- Tuve problemas en la carretera. - No pasa nada, igual no llegué a ver nada. Quedará pendiente para el próximo domingo.

Dicho esto salió del baño con la toalla rodeando delicadamente sus pechos y tapando casi la mitad del muslo. Se había soltado el cabello rizado y siguió hasta el dormitorio. Él nunca terminaría de maravillarse de su belleza. Recordó la aspirina y volvió al botiquín para tomar dos pastillas de 100mg rosadas, ideales para frenar esa taquicardia incipiente. Ya no tenía tanto sueño y se animó por un té con limón. Se acercó a la cocina, vertió agua caliente del termo en dos tazas y puso infusiones a cada una luego de exprimirles el limón.


- ¿Cuántas de azúcar? –Sabía que era una, pero gustaba preguntar y oír su voz. - ¡Una! – Nuria respondía como si cantara las palabras extendiendo las primeras vocales.


Llevó ambas tazas a la mesita frente a la tele. Y antes de llegar, mágicamente, ella estaba sentada en el sillón esperando.

 - ¿Tan rápido? 

- ¡Sabes que soy una maga y todavía preguntas! –le regaló una sonrisa pícara. 

- Me animé a entrar. Quería verte antes que te vayas al trabajo. 

- Es tu casa. No lo olvides –dio un sorbo de té al tiempo que cogía la foto que estaba sobre la mesita.

Dorian también bebió el té, y mientras lo hacía, se quedó pensando en el departamento del sexto piso. Estaba convencido que era poco el tiempo que pasaba en él. Nada comparado a éste 501 tan acogedor y cálido. Sin duda prefería estas alfombras a su frio y solitario departamento blanco, tecleando toda la noche o pintando en una esquina de la sala.


- ¿Cuándo veremos la serie? –preguntó animado. 

- Sigues teniendo esta foto –intervino Nuria sosteniendo la imagen 

– ¿Todavía la amas? –volteó a mirarlo haciendo una mueca graciosa, abriendo los ojitos más de lo normal.

Dorian sólo atinaba a ver el cerquillo que casi tapaba sus cejas negras. No tenía nada que ocultar y asintió. 

- Quisiera que de una vez dejes ir estos recuerdos. A veces me cuesta reconocer a la chica de tu costado. 

- Para mí siempre es la misma. Te lo he dicho muchas veces. 

- Es como si la tuvieras atrapada todo el tiempo.

No sabía ocultarle nada. Se conocían hace más de veinte años.

- ¿Hoy no irás a la editora? –intentó cambiar de tema. 

- Todavía hay tiempo –sonrió como sólo ella sabía.

Nuria le inspiraba confianza y todos sus consejos generalmente eran acertados. Parecían una sola mente o al menos solía suceder así. - Falta media hora para las siete. Deberías alistarte.Un segundo después Nuria se acercaba acurrucándose a su costado. Él sentía sus pechos bajo la toalla rozando sus bíceps y le gustaba ¿Acaso ella podía percibir la taquicardia que lo aquejaba? Ahora más que nunca ella era su maga. Su rostro parecía difuso e incluso brillante como si lo quisiese llevar al más allá. El aroma de su cabello era el mismo de cuando la conoció. Sus cejas, su presencia y sus ojos no parecían haber cambiado en todo este tiempo. Y los extrañaba tanto, al término de sentirse siempre solo. Pero eso, a veces, la contemplaba sin poder expresar nada. Ella lo miraba tiernamente abriéndole todo un mundo en el negro de sus ojos, pero él no podía siquiera sonreír.

*Extracto del capítulo 22 de 'El Zurdo'

Gerardo Espinoza 2016

Gerardo Espinoza 2016

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⏰ Última actualización: Apr 20, 2017 ⏰

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