Las dos siguientes semanas transcurrieron tranquilas. Tranquilas dentro del caos de descubrir que Valeria era un ángel, y que debíamos escondernos del segundo y último ángel que existía, el ángel de la muerte.
Adam se fue sin despedirse, lo cual no me extrañó. Así que Daniel se encargó de contarnos toda la historia.
En el principio, se crearon 100 ángeles, 50 celestes y 50 oscuros, con el fin de mantener un orden entre la vida y la muerte en la Tierra. Sin embargo, las confrontaciones entre uno y otro bando consiguieron todo lo contrario, por lo que el número de ángeles se redujo a dos, un ángel de vida y otro de muerte. Y como castigo, cada uno fue unido a una maldición.
El ángel de muerte sufriría todas y cada una de las muertes causadas por su poder.
Y el ángel de vida, vería morir a todos sus seres queridos debido a su inmortalidad.
—Me has dejado de sujetavelas —Daniel interrumpió mis pensamientos. Hacía un poco de frío esa noche, pero necesitaba despejarme. Él se apoyó en la barandilla del porche, a mi lado.
— Pensé que te gustaba mirar
—Y me gusta —dijo, en un tono morboso. Puse los ojos en blanco.
—Adam no vuelve —comenté, casi sin saber lo que estaba diciendo.
—La última vez que le vi me dio un buen puñetazo en el estómago. Ya sabes, por drogaros.
Le fulminé con la mirada, haciéndole ver que se lo merecía. Levanté mis brazos y me estiré.
—Sigo sin confiar en él —dije, antes de entrar a la casa.
—Bueno, ¿cuál es el plan? —pregunté, a la mañana siguiente. Eric y Valeria estaban sentados en la mesa de la cocina desayunando unas tostadas, Daniel se encontraba frente a la nevera abierta, en pantalones y sin camiseta, como de costumbre.
—¿Qué te pasa ahora, muñeca? —dijo, sin girarse.
—¿Qué es lo que buscas, Dan? En la nevera solo hay leche, mantequilla y dos cervezas.
—Una —dijo, cogiendo una de las latas y cerrando al fin la nevera.
—¿Una cerveza a las 9 de la mañana?
—Solo así logro aguantarte —repuso, dando un largo sorbo.
—Iremos hoy a comprar —intervino Eric.
—Yo también voy —contesté. Los dos me miraron incrédulos, pero Valeria asintió, apoyándome.
—Mi cuerpo me pide comida sana —dijo ella —Siento que por vuestra culpa he ganado 15 kilos.
Eric la besó, haciéndola ver que no era cierto. Después, miró hacia Daniel que negaba con la cabeza de forma frenética.
—Val no puede quedarse sola.
—Por eso yo me quedaré con ella, tú vas con Elena.
Daniel se terminó la cerveza, la lanzó hacia la basura y se acercó a mí.
—Bien, si lo hacemos rápido nos sobrará tiempo para montárnoslo en los baños.
—Me llevaré un cuchillo —comenté, mirando hacia mi amiga. —Y tú vístete de una vez.
Durante el camino al supermercado, me dio tiempo para pensar. No era la primera vez que mi vida cambiaba drásticamente, pero esta vez estaba siendo todo más... intenso. Iba en el coche con un chico que, aunque conocía desde hace ya medio mes, me seguía pareciendo un desconocido. Le miré de reojo. Tenía el pelo oscuro y muy corto, parecia el malo de la película, con sus comentarios irónicos y su despreocupación por todo. No sabía nada de él aparte de su nombre, no se dejaba conocer. ¿Cómo se puede sentir indiferencia y curiosidad a la vez por una persona?
—Antes preguntaste que cuál era el plan, intuyo que no te referías a la lechuga y las manzanas.
Volví a mirar a la carretera. No me esperaba ese tema de conversación.
—Claro que no. Me refería a esto de escondernos y no saber de quién.
—Solo será hasta que Adam vuelva.
—¿Por qué sigues pensando que va a volver? ¿Por qué crees que es de los nuestros?
Daniel me miró, desconcertado.
—No nos ha delatado —aparcó el coche lo más cerca de la entrada que pudo y sacó las llaves. Se relajó en el asiento y echó un vistazo alrededor. Estaba lleno de coches. Era sábado por la mañana, la gente aprovechaba para hacer sus compras temprano. —No te pongas celosa, pero conozco a Adam mucho mejor que tú.
No dijimos nada más. Salimos del coche y nos dirigimos en silencio hacia la entrada. Daniel cogió un carrito, y me siguió por los pasillos, mientras yo iba metiendo los alimentos más esenciales en él, siguiendo la lista que me había hecho Valeria. Cuando acabé con las legumbres, me giré y le vi embobado en el pasillo de los vinos. Negué con la cabeza y caminé decidida hacia el pasillo de productos de baño. Y al girar la esquina choqué con algo.
No, no era algo, era alguien. Le miré con expresión de culpa. Me sacaba como dos cabezas y media, y tenía el semblante serio. Sin embargo, me mostró una sonrisa y se disculpó, alejándose sin más. Suspiré. El corazón me iba a mil por el susto.
Me acerqué a la zona de geles de baño, y observé los diferentes tipos. "Mierda, ¿cuál era el que quería Val?" Me metí la mano al bolsillo con la esperanza de que me lo hubiera indicado en la lista, pero noté algo más aparte del papel. Pero no había nada más en el bolsillo. Rectifico, no tendría que haber nada más. Sin embargo lo había. Un móvil.
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Un Alma Inmortal #PGP2017
FantasyCuando el amor de su vida decidió que Elena ya no era suficiente para él, ella cogió sus cosas y dejó todo atrás para empezar de cero en otra parte con su mejor amiga. Sin embargo, años después tuvo que volver, y su vuelta trajo reencuentros indesea...