Kam:
Existe un delgado hilo entre el miedo y la locura. Hilo el cual rompí en el momento en el que le respondí que él era hermoso, el miedo que siempre había tenido de hablarle hoy se había vuelto locura. Y me sentía feliz. Libre.
Después de eso comenzamos la práctica, cruzamos miradas una cantidad incontable de veces accidentalmente. Sonreíamos y los demás chicos nos veían con picaría, como si ellos supieran algo de nosotros dos y sólo nosotros no fuéramos consientes de eso.
Fue la práctica más rápida y al mismo tiempo la más lenta. Quería que el tiempo pasase poco a poco para seguir mirándolo y sonreír y también quería que el tiempo pasase volando para hablarle a la salida, hasta que llegó el momento de recoger, casi todos dejaban sus instrumentos guardados en el depósito pero yo me llevaba el mío a casa todos los días porque a papá no le gustaba que lo dejara. Y mientras todos los llevaban a su sitio y yo empacaba lo escuché:
–Kam, disculpa... –Hubo un silencio. –Sé que tu padre te viene a buscar todos los días pero ¿te molestaría caminar un rato conmigo?
– ¿Cómo sabes que él me viene a buscar? –Me sorprendió.
–Es una larga historia, por eso quiero hablarte.
–Le diré que venga más tarde, pero no duraremos mucho, ¿Está bien? Y tampoco iremos muy lejos.
–Está bien. –Sonrió.
¡Ahora sí no sé qué hacer! Yo imaginaba que me pediría el número telefónico, alguna red social o que simplemente se iría sin decirme nada, pero jamás pensé que me diría algo así, "sé que tu padre te viene a buscar todos los días" ¿Quién era él? ¿Cómo sabía esas cosas? ¿Qué hacía cuando no estaba en la cancha? Tenía nervios, alegría, miedo. Luego de que ambos guardáramos la guitarra y el violín llamé a papá y le dije que llegara media hora más tarde y me buscara en el café cercano.
–Pide el café que quieras, yo lo invito. –Me dijo, luego de que llegáramos y nos sentáramos en una mesa para dos.
–No quiero café, quiero hablar contigo. ¿Qué sabes de mí? –Pregunté.
–Mucho y a la vez nada. –Contestó. –Nunca supe tu nombre hasta hoy, pero siempre supe lo hermosa que eres. –Tomó un poco de café. –Llevo unos 9 o 10 años observándote desde lejos mientras estabas con tus amigas en el colegio, en las tardes dejé de jugar muchas veces para ir a verte desde la ventana de la orquesta, siempre he sabido lo buena que eres tocando guitarra, la perfección con la que haces música, te he admirado desde hace tanto que parece irreal tenerte al frente, tal vez piensas que soy un loco, que digo mentiras, y no es así, estoy enamorado de ti, Kam, cuando comenzaste a la secundaria te cambiaste de escuela y me puse tan triste que te hayas ido, aun así verte por la ventana tocar me consoló, tuve tanta rabia cuando cerraron la orquesta y ahora creo que deberías saber que toco violín porque quise acercarme a ti de alguna manera.
Mierda, pensé.
– ¿En serio? –Pregunté. – ¿Es cierto lo que dices?
–Tan cierto como la luna. –Contestó, estaba rojo como un tomate, le sudaban las manos, temblaba.
–Parece una jodida broma.
Él bajó la cara, tenía pena, tenía miedo de mi respuesta, que no había sido la más bonita. Y sé que se sentía arrepentido de haberme confesado tal amor. Papá ya había llegado y me esperaba desde afuera, él sabía cuál era su auto así que se levantó y me dijo que era hora de despedirnos, también me pidió disculpas por haberme quitado tiempo y por haber sido sincero. Le tomé la manó y le contesté:
–Quédate.
–No quiero meterte en problemas con tu padre.
–Él entenderá. No te preocupes, ahora es mi turno. –Le hice seña a papá que me esperara unos minutos más. –No sé quién eres, siempre que papá me llevaba a la orquesta veía desde la ventana del auto jugar baloncesto con tus amigos, eres pésimo jugando y aun así me encantaba verte fallar el balón, no quise faltar ningún día a ninguna práctica solo para verte, en el colegio siempre pensé que nunca te fijarías en alguien como yo, en la secundaria extrañaba ver tus ojos desde lejos. Oliv, siempre he estado enamorada de ti.
Después de eso terminó media taza de café de un solo sorbo, ambos estábamos tan apenados que no podíamos vernos la cara. Ahora si debía irme, papá me llamaba. Él se levantó y me dio un abrazo, justo en ese momento ambos susurramos algo, susurramos lo mismo.
Es un sueño.