Capítulo XLVI: Not alone

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Imagen de Pixiv ID: 50490728

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El infame día en el que Enrico Pucci conoció a Noriaki Kakyoin, sintió algo agudo atravesarle el pecho y nublarle la mente. Subía por su rostro el calor al ver como su amigo, Dio, trataba al recién llegado con amor y aprecio, sentimientos que sólo le había demostrado a él.

Deseaba estar en su lugar.

Apenas se quedaron solos y tuvo oportunidad de observarlo mejor.
Era quizás de su edad. ¿16? ¿17 años? Se estremeció por segundos.

— ¿Corriente de aire? —Preguntó el pelirrojo, acomodándose sus ropas esmeraldas y su alba estola.
—No. —Respondió el entonces seminarista. —Para nada.

El recién llegado ahogó una risita afectada con cierto aire de autosuficiencia, mismo que hizo que Pucci se sonrojara.

— ¿Envidia, quizás? —Preguntó Kakyoin con una sonrisa burlona. ¿Quién demonios era él para dictaminar su estado de ánimo con tal soberbia?

Ahora, después de reinicio tras reinicio, estaba frente a él.
De nuevo.
Quiso acercarse de una vez por todas para terminar lo que tantas veces habían dejado pendiente, mientras lo miraba con una ira incontenible y con un odio irracional que iba más allá del tiempo y de las mismas dimensiones.

Pero cuando aceleró la marcha, hubo algo que se interpuso entre Noriaki y él.
Josuke y Jolyne sostenían al párroco por las piernas, tratando de impedirle avanzar.

Pucci rió brevemente, sonando más sardónico que nunca.

— ¡Te digo que eres un gran maestro! —Exclamó. Parecía encantado por la acción de los chiquillos. — ¡Mira! ¡Entrenaste muy bien a los cachorros para que se sacrificaran como tú!

El joven profesor pensó que lo mejor era mantener la guardia en alto y no provocar a Pucci en vano.
Antes de que pudiera decir alguna otra cosa, escuchó una voz muy firme que enunció:

—No importa. —Dijo Josuke, a pesar de morderse el labio inferior, lleno de nervios. —Me puedo volver a sacrificar las veces que sean necesarias.

La frase encendió algo en el pelirrojo quien, como pudo, jaló a ambos niños a su lado.

—No tienen por qué luchar esta batalla. —Dijo decidido. —Deben irse. Rápido.
— ¡Pero no podemos dejarlo solo! —Exclamaba Josuke, mientras el profesor insistía:
—Váyanse.

Jolyne torció la boca en un gesto sumamente triste, a punto de romper en llanto.

—Pero... —Sollozaba. —Papá...
—¡¡¡HE DICHO QUE SE LARGUEN SI NO QUIEREN QUE SEA RUDO CON USTEDES!!!

Jolyne y Josuke parecieron congelarse en ese breve lapso, sin saber qué hacer con exactitud. No había transcurrido ni medio segundo cuando Pucci invocó a Made in Heaven; la quimera blanca – mitad medio caballo y mitad hombre/cyborg de cabeza alargada – se acercó a ellos a toda velocidad, flotando en el aire, sin emitir ruido y sin expresión alguna en lo que aparentaba ser su rostro. En ese instante etéreo, la criatura sólo alzó una mano.

Kakyoin quiso retroceder junto con sus niños y el capullo.
Josuke se mordió los labios con mudo horror.
A Jolyne le tembló uno de los párpados.

Junto con el capullo, los tres sintieron como si algo se les enganchara una cuerda debajo del ombligo. Todo a su alrededor comenzó a acelerar, a dar tórridos giros y tumbos en el aire. Noriaki luchó con toda su energía por acercarse a Jolyne y a Josuke, quienes gritaban incomprensibles palabras arrastradas por la violenta tolvanera. Trató de gritarles y de atraparles con Hierophant Green, de resguardarlos una vez más, pero le fue imposible: chiquillos y capullo fueron absorbidos por una pared y el viento, tan intenso, se detuvo. El hombre pelirrojo cayó al suelo con un fuerte estrépito.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora