Después de estar esperando tanto tiempo con los ojos cerrados, me quedé dormida. Me desperté con un terrible dolor de cuello. Soy gilipollas, ¿por qué debí suponer que iba a darse cuenta de que le faltaba el móvil? Debí de haber seguido corriendo y habérselo dado. Además aunque volviera, ¿qué creía que iba a pasar? Tan solo le he visto dos veces. A tomar por culo. Lo dejaría en recepción y si vuelve alguna vez a por él sabrá dónde preguntar. Me levanté, cogí el teléfono y me dirigí hacia la recepción. Por los pasillos había mucha gente y me estaba empezando a agobiar, los espacios pequeños no eran lo mío.
-Perdone señorita, mi compañero se ha ido ya de la clínica y se ha olvidado del móvil. ¿Podría quedárselo por si acaso vuelve por él?
-Disculpe, ¿cuál es su habitación?
-La 96.
Vi como la chica se colocó las gafas para poder contemplar la pantalla del ordenador. Me estaba empezando a cansar de esperar cuando la chica me informó que mi compañero aún no había firmado ningún alta, lo que significaba que todavía no había abandonado el recinto. Le agradecí la ayuda y decidí dejar el móvil en la habitación por si volvía en su busca. Aquello a penas me tardó 3 minutos, ya que me empezaba a habituar al nuevo recinto. Cuando dejé el móvil en el cuarto, decidí ir al jardín a caminar un rato. Me estaba empezando a marear. Estuve un rato buscando un sitio en el que no haya nadie cerca para poder molestarme, pero eso no sirvió de mucho ya que cinco minutos después de haberme sentado bajo la sombra del único árbol de aquel jardín. Un chico que nunca había visto antes se acercó y se sentó a mi lado.
-Hola preciosa, eres nueva aquí, ¿verdad?
Aquellas palabras me cabrearon. No soportaba que alguien que no me conociera viniese y se tomara todas las confianzas del mundo.
-Sí. – contesté sin apenas mirarle.
-Hey preciosa, ten un poco de educación y mira a las personas que te hablan. – dijo poniendo su mano en mi barbilla y girándome la cabeza.
-Déjame en paz y vete a molestar a otra chica que le interese tu rollo.- dije apartando su mano.
-Necesitas tranquilizarte, un poco de sexo no te vendría mal.
Le miré de mala manera y noté su sonrisa ronca. Quizás en otras personas esa sonrisa podría llegar a parecerme sexy, pero en él me provocaba asco. Suspiré y decidí irme de aquel lugar pero, cuando me estaba levantando, noté que aquel joven molesto me sujetó el brazo, impidiéndome mover.
-Espera. ¿Estás segura de que no te quieres relajar un rato? – preguntó levantándose.
-No me interesa tu oferta pero gracias. Quizás tengas más suerte con otras personas.
-¿Y si en vez del mejor sexo de tu vida te ofrezco otra cosa?
Aquello empezaba a captar mi curiosidad.
-¿A qué te refieres?
-Puedo conseguir ciertas cosas. Cosas que te pueden ayudar a pasar tu estancia aquí.
Eso me sentó como una patada en el estómago. ¿Pretende que le compre drogas cuando por su culpa estoy aquí metida? Me reí y salí de allí sin decir nada más. No pensaba volver a caer en ese infierno. Quería curarme y estaba aquí para ello. En ese momento cualquier contacto con el ser humano me irritaba. Ese chico me había puesto de mal humor. Fui hacía mi habitación y di un fuerte portazo, tanto que asusté a la persona que se encontraba dentro.