¿Qué es el bien y qué es el mal?

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Mi nombre es Victor Nikiforov, por favor dejame contarte un poco sobre como me enamoré, y como cometí una de las más grandes blasfemias hacía Dios, o tal vez en realidad fue a lo que creía mi pueblo.

Era una tarde espectacular como hace tiempo no había visto, 21 de Abril del 1808, 5:07pm, para ser más exactos. Arrodillado ante aquella figura a la que ponía toda mi fe, rezando como cada tarde, implorando por toda la gente que había perdido su camino, pudo haber sido tan solo un buen día, pero los planes de Dios a veces son misteriosos, sin embargo son capaces de volverse algo excepcional.

Escuche unos pasos detrás de mi, a pesar de estar tan concentrado en mi oración el aroma tan peculiar de esa persona logro penetrarme tanto, hasta sentirme embriagado por su dulce esencia, haciendo que dirigiera mi vista hacia él. Los rayos del atardecer lo hacían ver hermoso, como si fuera un ángel, él cruzaba el umbral del portón de la iglesia despacio y sigilosamente, casi como un felino. Si, el era como un felino, con una gran belleza, misterioso y sobre todo sigiloso. Un lindo chico rubio, con ojos un tanto peculiar, como el mar, como el bosque, como el mismo mundo.

Quise volver a concentrarme en mi oración, pero mis ojos simplemente no podían dejar de seguirlo. Cada paso que daba, mirando con ojos llorosos a la figura de Jesús. No pude evitar preguntarme para mis adentros que era lo que le atormentaba a un chico que a mi vista parecía tan puro. Me encamine hacia él, dispuesto a consolarlo, a hacerlo sentir mejor.

– Dime, ¿qué es lo que te agobia?

– ¿Eres acaso un sacerdote? – Preguntó sin mirarme.

– No, no exactamente. Por ahora solo soy un seminarista. – Respondí lo más suave que pude.- Pero a pesar de ello puedes confiar totalmente en mi.

– Lo dices como si fuera tan simple, no sabes que es lo que estoy pasando, no sabes como me siento, lo confundido que estoy. – Sus facciones se volvieron más duras, dándome a entender que para el no era fácil hablar de ello. – Y lo peor de todo es que no puedo hablar sobre esto, no lo puedo sacar.

– Creo entonces que deberías confiar en mi.

– No puedo.

– Entonces si te sirve de algo, puedo ser simplemente un amigo, para poder distraerte de eso que te angustia.

Claro, no obtuve repuesta alguna de él en ese momento, solo su ojos, que destellaron por un segundo.

Los siguientes seis meses el fue casi todos los días a la capilla a la misma hora. Siempre hablando de cosas tan triviales, pude descubrir muchas cosas, algunas que podrían resultar tan ínfimas para algunas personas, pero para mi cada detalle era apreciable, todo de él se volvió tan valioso para mi, y sin darme cuenta algo que no podía pormenorizar empezó acrecentar dentro de mi.

Yuri Plisetsky, ese era su nombre, me sorprendió el saber que ambos teníamos la misma edad, el venía de una familia con mucho prestigio en la iglesia, siempre procuraban cuidar su imagen, así que tenia que ser el hijo modelo, una carga demasiado grande que llevo desde que era niño. Descubrí que era alguien muy volátil cuando se tocaban ciertos temas, una persona que se enojaba con facilidad, también descubrí que no era una persona fría como aparentaba, dando en el punto exacto podía ver sus ligeros sonrojos, sus lindas sonrisas y de vez en cuando sus carcajadas hasta llorar. Y lo más importante es que la gente acostumbraba a llamarlo Yurio.

No sé como hubieran sido las cosas, tal vez mejor o peor, tome una decisión, que resulto no ser tan buena. Yurio siempre me decía que le interesaba conocer más sobre lo que yo hacía, conocer mi mundo más a fondo, así que se me ocurrió llevarlo conmigo a conocer a la gente con quien frecuentaba y a los niños que vivían con nosotros.

¿Qué es el bien y qué es el mal? (VICTURIO, VictorxYurio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora