Capítulo 47

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¿El funeral? Triste como todos. Enterramos el ataúd y le pusimos una cruz de jesús en la lápida. Olvidaba que ellos seguían siendo Cristianos. Había prensa y me hicieron algunas preguntas, todo al rededor de la relación que teníamos mi esposa y yo.

Antes de partir el doctor me dijo que no debía dar información sobre el estado de Melek, ya que Maroon Stephen aún no confesaba lo que había hecho. Sí, lo detuvieron justo cuando Mohammed dobló hacia la salida. Insistió en que él cuidará de mi niño, pero yo aún no me siento capaz de alejarme de él, así que tras controles y más controles conseguí traerlo aquí. 

Ahora estaba solo, mirando la foto de mi padre que estaba sobre su lápida. Tan impotente y ahora bajo tierra. Unas lágrimas resbalan por mi mejilla al recordar los buenos momentos que pasamos, aunque nunca aceptó nuestro matrimonio, siempre fue un buen padre. 

Unos pasos se acercan a mi, y una sombra cubre el sol que llegaba hasta la tumba de papá. Reconozco la silueta, así que no me importa que me vea con lágrimas por la cara. Coloca su mano sobre mi hombro y se sienta a mi lado

— Quiso verte en varias ocasiones antes de morir— sus palabras me estremecen, yo mismo le había dicho que no me llamara si era por mi padre

— Me siento como una mierda, Salva, no empeores mi estado

— Sólo te digo lo que realmente ocurrió. En un principio quería una sociedad, pero luego ya venía para verte. La última visita que hizo a tu oficina te dejó ésto— mete su mano en su bolsillo de la chaqueta y saca un sobre blanco

Lo cojo y él se levanta de mi lado, dándome privacidad... Mi padre me había ido a ver y yo siquiera me digné a responder a sus llamadas, y hasta prohibí a Salva que me llamara si era él el tema. Más lágrimas corren por mis ojos mientras abro el sobre. Un papel bien doblado y una foto. Saco la foto, para descubrir que era aquella que dijo que perdió hace tiempo. Él y yo, sentados tras la mesa del comedor con las bocas abiertas, la cara llena de chocolate, y los ojos torcidos y mi madre detrás con una enorme cacerola de chocolate caliente riendo de nosotros

Río entre lágrimas, porque en ese día habíamos hecho una competición de quién podía comer más chocolate, hasta el punto en el que no podíamos masticar el chocolate y mamá tuvo que calentarlo para que lo bebamos. No comimos más chocolate en meses.

Me apresuro a abrir la hoja para descubrir su alineada y perfecta ortografía

» Ese día me ganaste pequeño cabrón. Al igual que hace un par de meses, cuando me volviste a ganar. Tu empresa ha quedado muy por encima de la mía, y ¿sabes? Al igual que cuando me ganaste con el chocolate, me siento muy orgulloso de verte ahí arriba, con tu hijo y tu esposa

Ésta no va a ser una carta de esas que todos los padres les hacen a sus hijos antes de morir, porque tampoco soy tan aburrido. Quería disculparme por todo lo que te hice, y os doy mis bendiciones   y a tu esposa. Perdóname por no viajar a veros al hospital, pero no podía. El cáncer había viajado por todo mi cuerpo y no hay cura, hijo, no la hay. El doctor me prohibió al completo que viajara, por eso quise hacer una sociedad, si aceptabas venías y así podía verte y volver a abrazarte. Espero que ella esté bien, y confío en que seréis muy felices juntos. 

No te voy a decir lo mucho que te quiero, porque ya lo dejé claro todos los años que vivimos juntos. Me di cuenta de mi error cuando me llegó la invitación de tu esposa a la boda, y cuando quise ir, no pude... No me voy a enrollar mucho, seguro tienes cosas que hacer. Sólo te pido que me perdones, que cuides de tu familia, y que nunca cometas con tu hijo los mismo errores que cometí yo, porque cariño sufrirás y mucho.

La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora