Aviones de papel

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Todo empieza el año 1983, aún lo recuerdo bien, como cada año mis padres me llevaban de vacaciones a pueblos desconocidos para la humanidad. De esos pueblos donde no vive mucha gente de calles de piedra y naturaleza por todos lados. Pueblos donde todo el mundo se conoce y los rumores se esparcen casi tan rápido como la velocidad de la luz.

Ese año viajamos al extranjero, pero viajamos por motivos de trabajo de mi padre, aún no se bien por que, pero nunca me había preocupado. Pasadas un par de semanas comencé el instituto, mi clase era enorme, tenía cristales en la parte superior de las aulas y unos techos que parecía que tocaban el cielo. Mis compañeros y compañeras eran muy divertidos, hablábamos por los codos, nunca callábamos y éramos una gran familia.

Pero el 13 de octubre caí enferma. Fuimos a diferentes hospitales, cada semana despertaba en una habitación diferente y pronto me acostumbré a la soledad de aquellas cuatro paredes blancas. En verdad era siempre lo mismo: habitaciones blancas, suelos fríos, ventanas grandes, camas duras y mantas de papel, de aquellas que no abrigaban.

Cuando despertaba la luz se reflejaba sobre el vaso de agua de la mesita y formaba olas en la pared, podía estar horas y horas mirando el agua y sin poder salir de aquella horrible habitación. Con el paso del tiempo, mi cuerpo se debilitaba y perdía la noción del tiempo.

A través de la ventana podía contemplar un campo de casitas de madera y gente trabajadora que llevaban gorros de paja y camisas blancas. No eran campesinos porque no cultivaban tierras, tampoco eran granjeros porque no habían animales en ninguna parte. Vivían en medio de un prado de hierba verde, flores y árboles donde poder sentarse y tomar el te. Era gente corriente que vivían encerrados y separados de la gente por una valla metálica.

Contemplar aquel paisaje me producía lágrimas y sensación de soledad y tristeza. Parecían tan felices, siempre iba gente nueva, los llevaban de camiones grandes y los dejaban allí, dentro de las casas y les cambiaban de ropa. Todo parecía maravilloso.

El 26 de octubre quise ir a pasear, sin que nadie se diese cuenta, cuando comenzó a oscurecer , y mis padres se marcharon, cogí la chaqueta que me había tejido mi abuela como recuerdo por no poder venir a verme y salí de aquel edificio de olor a medicina y camine hacia la valla para ver bien como era ese paraíso. Delante de la valla había un chico, de ojos verdes y cabellos pelirrojos.

Se había puesto a leer unos papeles cerca de un árbol. No hablamos, nos miramos, me sonrió y cogiendo un papel y un lápiz comenzó a escribirlo. En ese momento no se por qué me quede mirándolo, pero gracias a eso recibí mi primer avión de papel.

El joven dobló un papel como sí tuviera experiencia, lo lanzo por encima de la valla y se marchó con una sonrisa, recogí el avión y volví a caminar hacia la habitación para poder leer lo que ponía.

La letra del joven era preciosa. Cada letra, cada palabra quedaba registrada dentro de mi corazón. Aquellos sentimientos eran nuevos para mi.

Una vez leída decidí contestar. El me explicaba su vida, y yo le explicaría la mía. La doblé y la guarde con la finalidad de enviársela, apagué la vela y me adentré en el mundo de los sueños.

A la mañana siguiente desperté y mi madre no hacía buena cara, me dijo que tenía que quedarme más tiempo en aquella habitación y que mi padre vendría mañana, pero ya no me importaba tener que quedarme más tiempo, sí marchaba no podría volver a ver a aquel joven y no quería que eso ocurriera, ahora tenía un amigo nuevo.

Por la tarde, cuando mi madre se fue volví hacia la valla. Y allí estaba, esperando a que llegara, me sonrió y preparó las manos para recibir mi avión. Lo cogió y esta vez fui yo quién se fue, por miedo a que me vieran fuera de la habitación.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2014 ⏰

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