Le mordí la mano y él la quitó bruscamente. Le aparté sin mucho esfuerzo mientras agitaba su mano por el mordisco, y me lancé hacia la puerta.
Estaba abierta.
— ¡Oye, tú!
No había sido Daniel quien gritaba, ellos me seguían. Corrí sin saber muy bien a donde ir, simplemente recorría pasillos e intentaba encontrar ventanas. Cuando finalmente encontré una en lo que parecía una habitación, entré y cerré tras de mí. Empujé una cómoda que había cerca de la puerta y la usé para bloquearla. La golpearon desde el otro lado. Me sobresalté y di dos pasos atrás.
"Muévete" me ordené. Me di la vuelta y abrí la ventana. Era un segundo piso, pero seguían aporreando la puerta así que no tenía opción. Salté y traté de caer con las rodillas dobladas, pero calculé mal la distancia debido a la oscuridad y me torcí el tobillo derecho.
Gemí en silencio. Estaba tirada en el suelo y no me podía levantar. Miré hacia la ventana desde la que me había tirado, y vi cómo se asomba una sombra. En cuanto me vio, dijo algo y se dio la vuelta. Venían a por mí. Tardarían segundos en llegar a donde estaba yo.
Eché una rápida ojeada a mi alrededor, y vi unos arbustos a mi derecha. Si conseguía arrastrarme hacia ellos, quizá podía esconderme. Pero nada más empezar a moverme, de mi pie surgió una explosión de dolor que me recorrió todo el cuerpo y me hizo gritar. Algo se movió delante mío. Ya está, me tenían. Cerré los ojos con fuerza.
Uno de ellos me cogió en brazos, y echó a correr. Un momento. ¿Correr? ¿Por qué corría?
Abrí los ojos. Era Daniel quién me llevaba.
— No sé cómo me vas a compensar esto — musitó, entre jadeos. Oía gritos detrás de él, nos estaban persiguiendo. Entonces vi que llevaba su mochila al hombro, alargué la mano y busqué en ella, hasta que saqué la pistola — ¿Qué...? — Y disparé.
El disparo no dio a ninguno, pero les pilló por sorpresa y eso nos dio ventaja.
— Sigue — me instó Daniel.
Así que volví a apretar el gatillo. Una, dos, tres veces. Y a la cuarta le di a uno en la pierna. Me sentí ligeramente orgullosa, y seguí disparando, hasta que Daniel me metió en su coche. Cogió la pistola y pegó tres tiros más mientras lo rodeaba , y nada más sentarse en el asiento del conductor, arrancó y los dejamos atrás.
El corazón me latía desenfrenadamente. Cada vez que estaba con ese chico, la adrenalina me subía hasta la garganta. Miré por el retrovisor, hasta que solo vi carretera. Daniel cogió un desvío, y llegamos al aparcamiento de un pequeño motel. Aparcó en la parte de atrás, justo al lado de un gran camión, de forma que no se veía su coche desde fuera.
— Vamos.
— No pienso dormir en una habitación de motel contigo — aseguré.
Daniel se rió.
— Eso es demasiado típico.
Me ayudó a salir del coche y me llevó por el aparcamiento. Se dirigía hacia un enorme camión situado en la puerta del motel. Caminamos hacia la parte de atrás y llevó su mano al cierre de la puerta trasera.
— ¿Pero qué estas haciendo? El dueño puede salir en cualquier momento y...
— Cariño, el dueño de esta hermosura soy yo.
Abrió la puerta, y su interior me dejó asombrada. Había dos camas, perfectamente hechas. Un sofá con una mesita al lado y algunos libros, incluso una cómoda entre ambas camas. A mi derecha había también una mini nevera, encima de la cual había una libreta y un lápiz.
— Bienvenida a mi casa portátil.
Subió al camión y me ayudó a subir, tras lo cual cerró las puertas tras de mí.
Me ofreció asiento en el sofá, y sacó una manzana de la mini nevera. Me la lanzó, y se sentó junto a mí. Sonreí al ver la manzana.
— No confías en mí — aseguró él.
— Ya no confío en nadie, solo me dejo llevar -le di un mordisco a la fruta que me supo a gloria.
— Y yo también. Solo había una manera de mantenernos vivos a los dos, y era esa. Piénsalo.
Le miré, y empecé a recordar. Cuando me vino a ver a la celda, dijo que yo sabía donde estaba Valeria, que yo les llevaría hasta ella. Pero él también lo sabía.
— Me habrían matado de no pensar que solo yo tenía esa información.
— Sí, y a ti te vieron con Val en el cementerio, tú no podías hacerte pasar por una de ellos.
Me quedé en silencio, asimilando toda la información y encajando las piezas.
— No esperes que te pida perdón por el puñetazo— dije al fin.
— Me va el sado — me guiñó un ojo y se inclinó hacia mi tobillo — ¿Qué tal va eso?
— Me arde — contesté.
Se levantó y fue hacia la cómoda. Cogió una camiseta y la empapó con agua de un botellín que había junto a una de las camas, y volvió a donde estaba yo. Se arrodilló frente a mí, y comenzó a limpiarme los pies aún descalzos con delicadeza. La intimidad de la situación me hizo sonrojarme, y disimulé comiendo más manzana. Pero de repente sentí que hacía mucho ruido al masticar, y ello de una forma u otra estropeaba el momento. Así que dejé la manzana en la mesita, y miré cómo Daniel dejaba a un lado la camiseta que se había vuelto de un color grisáceo.
Y empezó a masajearme el pie herido. Comenzó por los dedos y fue ascendiendo hasta el tobillo. Notaba una pequeña molestia que, de algún modo, también me aliviaba. Estaba concentrado en su tarea, pero de repente me miró, y me pilló mirándole. Y nos quedamos así, unos segundos, hasta que carraspeé y solté un "gracias".
Me ayudó a levantarme del sofá y me apoyé en él para caminar hasta la cama. Me sentó allí y se dio la vuelta para quitarse la camiseta y meterse en la otra cama. Yo me tumbé en la mía, mirando hacia el techo del camión, y me puse una mano en el pecho. "Pero por Dios, ¿quieres dejar de latir así?
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Un Alma Inmortal #PGP2017
FantasyCuando el amor de su vida decidió que Elena ya no era suficiente para él, ella cogió sus cosas y dejó todo atrás para empezar de cero en otra parte con su mejor amiga. Sin embargo, años después tuvo que volver, y su vuelta trajo reencuentros indesea...