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La casa reposaba en silencio haciendo sincronía con el bosque a su alrededor. Los únicos sonidos que acompañaban a la noche eran los acostumbrados silbidos helados del viento, que hacían mecer las ramas y hojas de los árboles creando una melodía reconfortante para Lugyo, quien estaba recostado en su cama sin poder dormir.
No lo hacía porque estaba esperando a que su madre llegara del trabajo, una vigilia que hacía pacientemente todas las noches desde que era un niño.
Era algo a lo que estaba acostumbrado: estar solo. Pero no era malo, de hecho él podía entretenerse consigo mismo y nunca sentía la necesidad de pasar tiempo con alguien más. Por eso mismo no creía que "el Hombre fuera un ser social por Naturaleza". En ese sentido él se creía un chico totalmente independiente, a diferencia de otros chicos de su edad que él conocía.
La luz de un auto se reflejó en su ventana, silenciosamente un coche se había detenido frente al porche. A pesar de que murmuraban, Lugyo pudo escuchar perfectamente a su madre agradeciéndole a Greg por traerla a casa como todas las noches. Greg era un viejo que los conocía a él y a su madre desde que ambos estaban en pañales. Él estuvo dispuesto a darle un trabajo en sus tiempos más difíciles, cuando había sido echada de su casa al haberse embarazado y sido previamente abandonada por Víctor, el padre de su hijo.
Lugyo escuchó a su madre abrir la puerta y quitarse las botas a sacudones, estrellándolas contra el suelo con un estruendo. Lo siguiente que oyó fue el sonido del pitido de la máquina contestadora, donde por un momento la voz de su director ocupó el silencio de la casa citando a su madre al Forks High School por el incidente con la profesora Hawkins.
Se hizo un silencio momentáneo que luego fue interrumpido por el sonido de los pasos de su madre subiendo rápidamente las escaleras.
Lugyo se irguió en su cama y tronó su cuello preparándose para la discusión inminente. Últimamente sólo era eso lo que había cada día y en parte explicaba su carácter.
De niño hacía todo lo posible por pasar tiempo con su madre, ahora hacía todo lo posible por evitarla.
— ¡Lugyo! — gritó ella entrando abruptamente a la habitación a oscuras. No es que no la quisiera pero sentía que a medida que crecía su relación empeoraba. Además muchos factores respaldaban su idea — El director llamó para decirme que has lastimado a tu profe-
—Ni siquiera le dejé marca — la interrumpió su hijo haciendo una mueca de molestia.
Su madre lo miró atónita.
— ¿¡Qué demonios te pasa, Lugyo!? ¿¡Qué te llevó a hacer algo así!? — Aquí vamos de nuevo— ¡Estoy fuera trabajando todo el día y lo único que te pido es que te comportes y apenas llego me dicen que estoy citada a hablar sobre tu actitud agresiva con el idiota de Wells!Al menos su aversión hacia el director Wells era algo en lo que coincidían.
— Yo le dije que me dejara en paz y no lo hizo — respondió con simpleza el chico mientras veía el uniforme rosado opaco de su madre, con algunas manchas secas de café y jarabe de miel. Se veía claramente agotada pero para ella siempre había algo de tiempo para gritarle y en ello desahogarse un poco.
— Más te vale que no me retenga demasiado, sólo puedo hacer 1 hora de mi tiempo y luego tendré que regresar a la cafetería. No puedo abusar de la amabilidad de Greg-
— ¿Entonces por qué dejas que Wally lo haga contigo? — ironizó Lugyo, tocando como siempre la fibra sensible de las personas como descaradamente solía hacer con total intención.
— ¡No te permito que hables así de tu padre! Tú no entiendes absolutamente nada de-
— Él no es mi padre, sólo es con quien crecí y tu pareja y mayor prioridad — mientras Lugyo decía estas palabras podía notar al mirarla que ella jamás sería capaz de ver lo que él ve, y eso era lo que más le enfurecía.
— ¡Sabes muy bien que eso no es verdad! ¡Todo lo que dices es basura y mentiras! ¡Siempre he hecho todo lo que estuvo en mi alcance para asegurarte una buena vida y aún sigo haciéndolo! Sin embargo no entiendo qué he hecho para que te volvieras un maldito malagradecido y ahora una persona violenta que ataca a sus profesores. Ya no sé qué hacer contigo — concluyó enloquecida dejando la habitación. Su cansancio ya no le permitía sostener largas discusiones con su hijo.
Horas después, unos gritos lo despertaron. Hacía rato que no ocurría pero cuando lo hacía, siempre actuaba de la misma forma.
Los gritos y ruidos cesaron, el silencio se hizo otra vez y Lugyo aguardó unos instantes antes de levantarse de la cama.
Sigilosamente salió de su habitación y se deslizó por el pasillo, bajó despacio las escaleras con cada vez mayor dificultad a medida que los gimoteos en la sala llegaban a sus oídos.
Y al llegar a la sala, contempló la escena con algunas variaciones con respecto a otras pero después de todo... igual.
Caminó evitando pisar los trozos de vidrio rotos y cuando llegó hasta su madre se arrodilló para colocar su mano que temblaba ligeramente en la espalda de su madre, la cual en su lugar hacía muchos espasmos mientras la oía sorberse la nariz.
— Vamos, mamá — dijo en una suave exhalación. Lugyo afirmó sus brazos en la espalda y las piernas de su madre y luego se levantó, cargándola con facilidad pero con cuidado de que ella no sufriera ningún daño extra.
Lugyo entró con ella a su habitación donde anteriormente habían discutido. Con cuidado la dejó en su cama y la cubrió con sus mantas antes de recostarse junto a ella.
Apoyó su mentón sobre el hombro de su madre mientras con su brazo alrededor de ella la reconfortaba sin decir ni una sola palabra como tantas veces ya había hecho.
— No hagas nada — susurró ella mientras su respiración iba tomando un ritmo más lento.
— No lo haré — aseguró él aunque últimamente ya no podía pensar en nada más que en ello. En levantarse definitivamente. Pero su madre le había explicado mil veces la infinidad de factores que debía tener en cuenta si hacía algo.
Cuando supo que se había quedado dormida, elevó su brazo midiendo absolutamente cada movimiento para evitar despertarla. Por lo que salió de su cama y se dirigió a la puerta, sus pisadas apenas sonoras y su semblante frío y concentrado. El único sonido en la noche fue el de la llave que usó para cerrar la puerta.
Ya en el pasillo se detuvo frente a la puerta entreabierta de la habitación de su madre. Lugyo miraba asqueado a Wally durmiendo profundamente en la cama de su madre.
~ Como si hubiera hecho algo para merecer ese lugar ~
No había algo que le generara más repudio e indignación que el que su madre fuera rebajada y menospreciada todo el tiempo. Pero el que ella lo permitiera y lo justificara era mil veces peor. Lo hacía sentir enfermizamente impotente.
Ella siempre lo había puesto por delante pero, desde que conoció a Wally, él sentía que su orden de prioridades había cambiado de manera significativa. Lugyo siempre fue su máxima prioridad y preocupación, pero ella no se daba cuenta de que al buscar protegerlo sólo terminaba hiriéndolos a ambos.
Al igual que otras veces, se quedó petrificado frente a la habitación observando a Wally dormir plácidamente. Se obligó a retirar su mano del picaporte y a retroceder, una vez más.
Eran las 4 a.m cuando Lugyo terminó de ordenar la sala y dejarla en condiciones óptimas, como si nada hubiera pasado en ella.
Lo último que quería era que Wally despertara y se metiera de nuevo con su madre por los vasos que él había roto tan escandalosamente y ella no había recogido.
Otra noche en la que los demonios en su cenit se regodeaban impunemente.
~*~
Saeyong corría a las puertas del instituto sin aire pero afortunadamente llegó antes de que se cerraran. Siempre había sido un chico con mucha suerte.
Se revolvió su cabello castaño con una mano mientras con la otra sostenía la mitad de la cinta de su mochila, ya que la otra colgaba en el aire. Casi siempre.
— ¡Saeyong! — gritó su hermana al verlo y corrió a él — Por fin llegas, idiota... No puede ser. ¿En serio rompiste la cinta de tu mochila?
— No me mires así, Su-an, tampoco sé cómo sucedió pero sucedió — respondió él con una sonrisa.
— Con sólo verte no hace falta pensarlo demasiado... Ven, ya vámonos — Su-an le dio un ligero empujón mientras empezaba a caminar por el concurrido pasillo, seguida por su hermano.
— Ah, Su-an, ¿crees que para la próxima vez puedas-?
— Olvídalo, Sae, tienes que aprender a levantarte tú solo. No puedes depender de mí para todo— sugirió con su voz determinada pero a la vez mirándolo divertida
— ¡Pero ya ves lo que ocurre si no me despiertas y no llego aquí contigo! — se excusó irritado.
— ¡No pasaría si fueras más responsable y consciente! Ahora, camina.
Su-an siempre fue una hermana mayor bastante estricta y de carácter duro. De vez en cuando le gustaba ser algo idiota y rodearse de chicos pero le gustaba tener el control de todo y era por eso que ninguna relación le duraba. Pero ella estaba bien con eso, al menos eso era lo que le daba a entender a los demás.
Sólo Saeyong y su tía sabían lo mucho que ella podía preocuparse por su familia y lo determinada y trabajadora que podía llegar a ser. Por ello a veces Saeyong se sentía el niño de la casa, mientras que la tía Min y su Su-an eran los adultos que tenían que arreglar los desastres que él hacía.
En lo que pensaba, su mirada se detuvo en un chico pálido parado frente a la vidriera donde se exponían las copas y medallas deportivas y académicas que el instituto había ganado compitiendo. Reconoció entonces a Lugyo pero, antes de que pudiera acercársele para saludarlo, él ya se había ido mezclándose con el resto de los estudiantes.
Saeyong entonces se acercó a la vidriera que Lugyo miraba y se sorprendió al ver enmarcada una fotografía retrato de una chica sonriente. Hermosa, rubia, de ojos azules impresionantemente cautivadores y una sonrisa fresca y dulce. Pero el contexto hizo borrar su sonrisa de la cara.
— "Que en paz descanse, Emilia Walker — leyó atónito — Siempre estarás en nuestros corazones"
— ¡Saeyong! ¿A qué esperas? ¡Vamos! — le decía su hermana en lo que llegaba hasta él y descubría al mismo tiempo la fotografía que veía el menor.
— Su-an, ¿tú sabías de esto? — le susurró atemorizado sintiendo un escalofrío bajar por su espina dorsal — ¿El hecho de que una chica de este mismo instituto...esté muerta?
— Es una pena. Era muy bonita — acotó ella.
— Sí... Su muerte fue relativamente reciente. 3 de Mayo de 2016... ¿Crees que sea de mala educación que pregunte por ella? — Saeyong era un ser curioso por naturaleza y su hermana sabía lo pesado que podía volverse a causa de ello.
— Será mejor que te detengas ahí mismo, hermanito. No querrás ser conocido como el fisgón de 2017; a la gente no le gustan los entrometidos — le advirtió mientras se ajustaba la mochila y comenzaba a avanzar por el pasillo nuevamente, seguida por su hermano.
— No planeaba molestar a nadie con ello... Es sólo que... no es algo que usualmente pase, ¿o sí?
— Queríamos una vida nueva, ¿verdad? — ironizó Su-an.
— Quiero saber cómo murió...
— Aish, ¿por qué quieres saber esas cosas? Sólo déjalas como están y enfócate en el estudio. Es la principal razón por la que vinimos aquí — concluyó mientras suspiraba irritadamente. A Su-an poco le importaban las cuestiones ajenas; ella simplemente se enfocaba en sus cosas y le sugería a su hermano hacer lo mismo.
— De acuerdo — una suave sonrisa se dibujó en el rostro del coreano, lo que la hizo suspirar nuevamente sabiendo de antemano que Saeyong probablemente le pasaría el chisme acerca de Emilia Walker al final del día.
Los hermanos apuraron el paso dirigiéndose a la primera clase del día, al igual que el resto del alumnado que transitaba los pasillos como cualquier otra mañana. Poco a poco y al son del repiqueteo del timbre, los pasillos fueron vaciándose hasta quedar todo por fin en un perfecto silencio sólo interrumpido por murmullos provenientes de los salones.
La fotografía de Emilia Walker volvía a estar en soledad. Las medallas y copas brillaban en su reflejo pero no podían igualar la calidez de su agraciada sonrisa.
~*~
El pálido muchacho de repente había encontrado muy entretenidas las gotas de lluvia repiqueteando contra el vidrio de la ventana. Creía haberle encontrado un ritmo propio y en él ponía su total atención; sin embargo, el director Wells se hacía oír intentara lo que intentara. Y el no poder escapar de aquella situación y estar obligado a estar sentado en esa dura silla, sin opciones, y escuchar toda la mierda que les gritara sin estarle permitido defenderse lo sacaba de quicio enormemente.
Tenía que soportar, una vez más, a su madre siendo rebajada; él sabía que cualquier cosa que hiciera podría empeorar la situación así que allí se quedó, observando cómo le gritaban a su madre por algo que él había hecho. Ahora no podía sentirse más culpable e idiota. Pero lo peor de todo es que no tenía idea de qué le había pasado cuando agredió a la profesora Hawkins, ni si volvería a ocurrir.
Finalmente el infierno acabó y su madre y él salieron de la oficina.
Ella simplemente lo miró y sin decir más se retiró del establecimiento. ¿Qué podría decir de todos modos?
Lo último que quería era ocasionarle más problemas a su madre, sin embargo, empezaba a creer que el verdadero problema era él.
Lugyo no solía llamar la atención en clase; era un chico reservado, poco social y se entretenía en su propio mundo. Como todos le temían, no era habitual que lo molestaran.
Aunque sí que lo odiaban.
Él no tenía tanta fortaleza como los atletas bullys que se metían con él, pero sí era muy ágil y resistente. Con algunas excepciones, eso le bastaba para enfrentarlos.
Sin embargo las peleas y provocaciones habían incrementado de manera significante desde el año pasado. A veces grupos de cuatro o cinco personas lo seguían hasta su casa, pero prefería caer muerto en una de esas peleas antes que su madre se enterase de lo que ocurría. Quería mantenerla totalmente ajena a su mundo, en parte para protegerla y ahorrarle preocupaciones que serían un extra a las que ya tenía y, por otro lado, porque le gustaba arreglárselas solo.
A veces las cosas se complicaban un poco pero sabía que si su determinación no flaqueaba, su cuerpo haría el resto.
Lugyo se pasó toda la mañana intentando evitar a Saeyong, quien parecía perseguirlo por todo el instituto de forma exhaustiva. En ello varias veces cruzó la mirada con su hermana. Le parecía hasta irónico que necesitara un arma cuando su sola mirada fusilaba.
Sin embargo, aunque pudiera parecer por obvias razones lo contrario, no le temía. De hecho le intrigaba y le hacía preguntarse qué llevaría a una surcoreana recién llegada al país a tener un arma.
No es como si fuera la primera vez que veía una, de todos modos. Ya había visto a Wally desenfundarla con anterioridad a modo de amenaza. Ese fue un buen Día de San Patricio.
Absorto en sus pensamientos, su hombro chocó bruscamente con el de una chica. Un caballero se hubiera disculpado, pero él no era para nada uno. Las circunstancias que vivió y sigue viviendo todos los días lo moldearon para convertirlo en alguien desagradable, reservado y plenamente descarado. Él no veía necesario provocar peleas, pero no haría el papel sumiso para evitarlas.
Siguió caminando pero una voz femenina potente lo detuvo.
— ¿Y qué? ¿No piensas disculparte?
Cuando se giró, la chica ya se encontraba frente a él. Su cabello era largo y pelirrojo, mediría unos1,67 metros y sus ojos eran de un profundo y radiante color café. De lejos dirías que es preciosa, aunque su semblante de enfado era horrible.
— Creo haberte hecho una pregunta— inquirió ella en un tono desafiante.
— Y yo creo que he dejado en claro que no me interesa — Por muy linda que fuera, no dejaba de ser parte del montón de idiotas que tenía como compañeros en el instituto. Irrelevante.
— ¿Le hablas de esa forma a una chica? No me extraña que no tengas novia... — dijo con voz burlona.
— Y a mí no me extraña que seas una inútil que busca humillar a un hombre sólo por tener tetas. Haz algo útil y piérdete, no me disculparé porque tu irrelevante existencia se haya puesto en mi camino — arrojó Lugyo mirándola con severidad.
La pelirroja frunció el ceño, sorprendida de la actitud del chico, y antes de que pudiera responderle se alejó de allí mezclándose con el resto de los adolescentes que transitaban por el pasillo.
— Con que "inútil", ¿eh? — murmuró mientras se marchaba de allí hecha una furia. Mientras caminaba a ritmo rápido, aminoró la marcha en lo que analizaba la forma en que el idiota paliducho se había dirigido hacia ella. No pudo evitar notar algo extraño a su alrededor. Algo extrañamente familiar...
— ¡No puede ser! ¡Has vuelto! — gritaron a sus espaldas. Dos chicas sonrientes llegaron corriendo hacia ella para abrazarla. La pelirroja correspondió a su abrazo, riendo.
— Sí, he vuelto.
~*~
Finalmente, su jornada en el instituto acabó. Atravesó con velocidad los pasillos y por fin inhaló el frío y húmedo aire del exterior.
El caliente vapor de su boca se elevaba por los aires, atravesado por las ligeras gotas de lluvia.
Caminó por el bosque hasta llegar al pueblo, dirigiéndose hacia la cafetería.
Cuando entró, el delicioso aroma de café y waffles lo embelesaron por un segundo. Reconoció a Creedence Clearwater Revival en la rockola, aunque fue cambiada por The Brothers Bright.
— Louis, sabes que no puedes quedarte aquí si no ordenas algo... — oyó a su madre hablar en un tono maternal a un hombre de aspecto arruinado, quien sostenía su frente con su mano apoyándose en la barra donde humeaban algunos platos de comida.
— Está bien... entonces quiero un café, Lisa — pidió Louis mirándola con sus usuales ojos vidriosos.
— Muy bien — sonrió ella comprensivamente.
Luego, Lugyo observó que un adolescente tiró su Coca Cola al suelo destrozando el vaso en cuestión en un estruendo.
— ¿Otra vez, Billy? ¿En serio? ¡Ya me harté de tu mano trágica! — Lisa se dirigió al grupo de chicos luego de haber sacado de la barra un vasito de prácticas infantil.
— No hablas en serio... — Billy observó a la camarera verter el líquido negro y burbujeante en el vasito, mientras sus amigos se burlaban de él sin disimulo.
— Mírame a los ojos y dime si no hablo en serio — Lisa le tendió el vasito de plástico azul a Billy y su mirada autoritaria imperturbable bastó para que el adolescente se redimiera a tomar el vasito que le ofrecía — Volverás a usar vasos de vidrio cuando yo vea alguna evolución de tu parte que lo amerite.
Los amigos de Billy disfrutaban a pleno la humillación de su amigo y le sacaban fotos mientras sorbía del vasito, aunque Billy aparentemente se sintió cómodo con la nueva metodología y los dejó hacer ya que consideraba que su orgullo seguía intacto.
Adolescentes idiotas a cualquier hora del día.
Lugyo se acercó a su madre mientras barría los trozos de vidrio rotos. No pudo evitar recordar la noche anterior en la que ella yacía en el suelo llorando con nuevas heridas y trozos de vidrio rotos a su alrededor.
— Lugyo, aquí estás. Tengo trabajo para ti — le dijo a modo de saludo mientras limpiaba con un trapo la Coca Cola derramada.
— Hola a ti también...
— Tsk, no te pongas quisquilloso. Un tipo raro me dejó un paquete esta mañana, es para Wally y el sujeto recalcó que era importante que lo recibiera inmediatamente.
— ¿Y por qué ese sujeto no lo dejó en la comisaría? — preguntó Lugyo ya irritado por tener que hacer algo para ese hombre.
— No lo sé, pero es correspondencia de Wally y no quiero que por nuestra culpa reciba algo importante tarde. Sabes que estoy trabajando así que te pido que se lo lleves, por favor.
— O quizás el sujeto ese no quiere que nadie más que él lo vea...
— Hijo, ¿te estás escuchando? Es sólo un paquete, sólo llévalo y ya. Lo puse en uno de los estantes inferiores de la barra — minimizó su madre resueltamente mientras se dirigía a otra mesa a tomar pedidos.
Luego de saludar a Greg, Lugyo salió de la cafetería con un gesto de hartazgo. Era como un niño que le estaba haciendo un recado a su mami. Y a su papi...
Mientras caminaba por el pueblo dirigiéndose a la comisaría, observó con cada vez mayor detenimiento el paquete en sus manos.
La historia de "entrégalo inmediatamente a Wally" le intrigaba, pero el paquete en sí tenía algo extraño.
De la nada, su vista cambió drásticamente. Los manchones rojizos volvieron y todo empezó a desenfocarse como la vez anterior.
Estaba pasando otra vez.
Empezó a tambalearse, totalmente desorientado, y sintió de repente que sus manos se quemaban.
Como pudo, detuvo su vista en el paquete y enseguida todos los pelos se le pusieron de punta.
Creyó haber oído una voz cercana preguntándole si estaba bien, pero poco le importó cuando echó a correr con todas sus fuerzas al bosque.
~*~
Ya completamente solo, arrojó el paquete al suelo y tomó su cara entre sus manos, rasguñándosela en el acto en su intento de parar esa horrible sensación.
Un dolor agudo en su oído y vista continuaba torturándolo como si fuera el pitido intermitente de un silbato.
Volvió a mirar el paquete y, entonces, instintivamente supo qué hacer.
Sin pensarlo, abrió violentamente el paquete despedazando así el envoltorio y al ver el contenido se paralizó.
Había dos pequeños y delicados frascos de vidrio. Uno contenía un líquido bordó ligeramente espeso. Claramente era sangre.
El otro frasco contenía gel solidificante que dejaba suspendido, como si estuviera flotando, a un ojo. Pero no era un ojo humano, se asemejaba al de un animal.
Y por último, una daga.
Quizá no significase nada, pero los tres objetos horrorizaron a Lugyo a tal punto que fue incapaz de seguir viéndolos y tuvo que dejar lo que quedaba del paquete en el suelo.
Después de un largo rato, la horrible sensación se apaciguó, su vista volvió ligeramente a la normalidad y tuvo mejor noción de su alrededor.
Pero inexplicablemente su cuerpo temblaba. Estaba llorando, no sabía ni siquiera por qué pero estaba llorando amargamente.
Se sentó abrazando sus piernas y largando su repentino llanto. No entendía por qué lloraba pero sentía un enorme hueco en su pecho. Como si hubiera perdido a alguien...
La lógica dictaba que consiguiera un nuevo envoltorio para el paquete y lo hiciera parecer como si nunca hubiera sido abierto. Pero algo en él le pedía a gritos que no lo hiciera, como si el darle esto a alguien más fuera incorrecto.
Si Wally estaba esperando el paquete, probablemente se metería con su madre si no lo recibía.
Pero si no lo esperaba, simplemente podía hacer como si nunca hubiera tenido el paquete en sus manos e investigar el por qué alguien le mandaría un ojo, sangre y una daga a su padrastro. Investigar la razón por la cual sentía como si lo hubieran apuñalado con tan sólo ver el contenido del dichoso paquete.
¿Qué haría?
~*~
La noche caía y el silbido del helado viento comenzaba a arrullar las ramas de los árboles.
Lugyo estaba recostado en su cama, frustrado por no poder desconectar su cabeza que maquinaba a toda marcha debido a los acontecimientos recientes. De vez en cuando echaba un vistazo al cajón de su escritorio, donde había guardado el paquete de Wally.
Aún le inquietaba el aura que lo rodeaba pero ya estaba mucho más calmado.
Empezaba a preocuparse por las extrañas sensaciones que lo estaban embargando últimamente. Por primera vez estaba algo asustado.
No entendía por qué le ocurría lo que le ocurría pero sí estaba seguro de algo: estaba totalmente solo, como siempre.
Y como siempre, de hecho, tendría que arreglárselas sin la ayuda de nadie.
En lo que pensaba un particular sonido lo alertó.
No era de la naturaleza de la noche, y esta variación lo hizo saltar de la cama y asomarse por la ventana con prisa.
Vio una silueta encapuchada con su brazo elevado moviéndose de arriba hacia abajo frente a su casa pero, debido a que Lugyo estaba viéndola desde la ventana de su habitación, no pudo ver con claridad lo que hacía.
Cuando hizo un movimiento, la silueta salió corriendo de manera ligera e impresionantemente veloz, internándose en las tinieblas que conformaban los bosques.
Lugyo esperó unos segundos antes de reaccionar y salir corriendo de su habitación.
Bajó las escaleras tan velozmente que casi tropieza y dio un salto omitiendo los últimos escalones para llegar más rápidamente a la puerta principal, la cual abrió lo más rápido que pudo y salió a la oscuridad de la noche.
Sólo los cantos de los grillos y búhos hicieron presencia en sus oídos.
Se dirigió al lugar donde vio la silueta y su pecho dio un brinco ante el asombro de una marca en la pared exterior de su casa: se trataba de una "V" pintada con aerosol rojo con remarcadas puntas filosas.
Lugyo estuvo a punto de responsabilizar a los bullys de su instituto, pero algo en él le aseguraba que definitivamente no habían sido ellos. La marca tenía algo extraño y alarmante que garantizaba que la persona que la había pintado no bromeaba.
Al menos esa era la sensación que dejó en el pálido muchacho en aquella fría noche.
Cuando subió a su habitación nuevamente, notó que tenía un mensaje en su celular. Pensó que serían su madre o Wally pero era un número desconocido.
Sin embargo, ese rostro asiático sólo podía pertenecer a un coreano en Forks.
Pero si antes se sentía perturbado e inquieto, el mensaje de Saeyong sólo logró empeorar más la situación.
— "¿Por qué dicen que eres un asesino?"
Lugyo arrojó furioso su celular a la cama. Pero en vista de que no dejaba de recibir mensajes de Saeyong, decidió apagarlo.
~ Porque lo soy...~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
¡Gracias por leer! Es hasta donde tenía escrito, aunque aún hay muchas situaciones y misterios y dramones y cosas impactantes que agregar que aún no escribí >:v ("impactantes" pff)
Espero que les haya gustado, empieza la matanza en mi escuela con los exámenes so, si sobrevivo continuaré.
Si llegaste hasta aquí, gracias ;-; Lo aprecio mucho...
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Night Prowler
WerewolfTodos tienen una doble cara. Una es la que eligen mostrar al mundo para esconder la otra, la verdadera cuya esencia pocas veces tendremos la ocasión de ver. Lugyo, un chico sereno y solitario, es capaz de ver ambas caras sin aparentar ninguna artif...