Capítulo 5: Una extraña Irina.

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Después de mi gran éxito buscando trabajo (nótese la ironía) volví a estar por mi casa vagabundeando sin rumbo aparente. Aunque no podía seguir viviendo de esta forma tan pausada y sin emoción. Habían pasado ya tres días desde aquella extraña entrevista. Así que me levanté y llamé a Irina. Necesitaba ayuda para enfrentarme a otro duro día de buscar trabajo. Me duche y vestí en tiempo récord.

Escuche el coche de mi amiga aparcarse en la puerta y corrí a su encuentro. Salió del auto, apresurada, una fiambrera en su mano, un bolso y periódicos en el otro brazo. Su sonrisa parecía cansada y alicaída, algo en su tono de voz me hizo pensar que no se encontraba muy bien, entonces la hice entrar en mi casa sin ningún contemplamiento más.

Pasé un buen tiempo queriendo saber que era lo que la pasaba e intentaba que ella me lo dijera pero no lo hizo. Cada vez que la preguntaba con alguna evasiva. En una de ellas me pasó su fiambrera y con aire animado dijo: “-¡Te he hecho la comida!”-

Así fue como yo acabé comiendo en silencio mientras…

Irina se encontraba conmigo en el salón-comedor, rodeando en el periódico con color rojo los posibles trabajos en los que yo pudiera valer.

-¿Podrías trabajar en la cosmética de Reincher?- Irina frunció el ceño en mi dirección mientras sopesaba la idea sin esperar realmente que yo la contestara.- No, yo creo que no.

-¿Por qué estás tan segura?- ¿Se cree que no soy capaz de diferenciar un perfume de una triste barra de labios? ¿Tan bajo he caído?, Pensé.

-¡Porque no eres capaz ni de maquillarte a ti misma sin organizar un estropicio! Cuando te quieres arreglar me llamas ¿recuerdas?- respondió un poco contrariada. Oh no…Otra vez va a empezar con “Las clases de maquillaje y carisma de Irina.”  No sé si voy a ser capaz de soportarlo de nuevo… ¡Noo! La última vez parecía Lady Gaga en el peor de sus días. No quiero volver a verme así. Tuve pesadillas después de eso.

-Tampoco es para tanto…Digo yo…- susurré aunque en mi mente estaba “dámelo, dámelo papi, dámelo. Yo puedo hacerlo dámelo, dámelo…” Irina suspiró y siguió rodeando más ofertas de trabajo mientras yo comía mis espaguetis recién hechos. Miré por encima de su hombro leyendo a la vez.- Sepulturera.-

-Ni lo sueñes. Tú terminarías enterrada más veces que los propios muertos. ¡No pienso estar buscando a mi amiga, posiblemente ahogada, de tumba en tumba! ¡Ni lo sueñes!-

-Bueno yo solo decía.- Respondí un poco sorprendida por su ataque de histeria. No era el primero que la daba. Era como si cada vez que yo propusiera algo ella entrara en ese estado tan discorde con su verdadera personalidad.

-Termínate los espaguetis Angie.- Me dijo señalando el plato. Había notado mi cara de sospecha.-No estoy loca. Tú me vuelves así.-

Sonreí ante esa afirmación. Normalmente era ella la que me volvía loca a mí así que, por una vez que lo hiciera yo, no pasaba nada. Comí otra tanda de espaguetis y repasé los distintos trabajos que ya habíamos mirado.

-¿Por qué no niñera?- pregunté confusa ya que, ni había visto, ni ella me había ofrecido ese trabajo aunque estaba marcada como rechazada.

-Acabarías matando a los niños.- susurró ella con un tono rayando el terror más absoluto.

-Lo dudo. Yo siempre cuidaba de mis vecinas Nancy y Stephanie. Nunca se murieron. Ni siquiera se hicieron heridas.- la expliqué esperando que ella rechazara la idea pero, desconcertándome, aceptó con un leve asentimiento y sonriente se levantó de la mesa, me quitó el plato posando este en el fregadero, me agarró de la muñeca y me llevó directa a mi cuarto. 

-¡Hora de la preparación!- Genial. La acabo de dar lo que más desea en esta vida: convertirme en un payaso “elegante”, pensé irónica.- ¡Voy a llamar para pedir la citación!-

****

Irina me hizo tomar una ducha y sentarme frente a ella solo tapada por la toalla. Probó varios tonos en mis ojos y mejillas, me mandó limpiar y sonriente se alejó para buscar la ropa, según ella, razonable.

Volvió con un vestido sin mangas color rosado y antes de llegar negué. Era demasiado corto como para solicitar trabajo. Se volvió y regresó con un vestido de tirantes color azul marino y unas sandalias blancas a juego con una chaqueta ligera. En ese momento asentí. Coloqué esas ropas sobre mi cuerpo, me senté frente a Irina y la permití arreglar mi rostro demacrado por las ojeras conseguidas por el dormir tarde.

Después de un poquito de rubor y maquillaje de día. Sí, ese maquillaje tan ridículo que se supone que hace que no parezca que llevas maquillaje. Menuda estupidez.

La cita se concertó a las cinco del mismo día, por lo que me quedaba media hora para llegar.

Enfundé mis pies, arranqué la página del periódico y me dirigí a la casa de Los Meeks. Esta vez mi mejor amiga dijo que ella se quedaba en la casa. Asunto extraño donde los haya porque ella sabe tan bien como yo lo nerviosa que me pongo en estos casos y que al final todo acabará en desastre. Pero por una vez en mi vida sentía un buen presentimiento acerca de esto y no podía dejar de sentirme feliz.

Iba con el GPS puesto en el coche. No me fiaba de mi misma con las direcciones. Aun que realmente nunca me he perdido no creo que ir de imprudente me vaya a ayudar. Así me puse en marcha sin más miramientos. Tenía mi mente en blanco, extraño pero cierto, y en vez de música llevaba la radio puesta. Iban informando sobre temas nada relevantes.

El camino se me hizo ameno. Ya estaba fuera del coche y caminando hacia el hogar cuando empezaron a ocurrir sucesos extraños.

El amor y 10 cosas que temo. (Título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora