Era una mañana como cualquier otra, se levantó temprano dispuesta a prepararse para ir a su último día de clase.
Se metió en la ducha y después entró en su vestidor para elegir que ponerse. Al final se decidió por unos pantalones cotos, una camiseta de manga larga a rallas azules y blancas y unas converse blancas.
Bajó rápido para desayunar. Ella pensaba que iba a ser un día igual que cualquier otro, incluso aburrido. Pero eso cambió en cuanto puso un pie en la cocina.
- Buenos días hija.
- Buenos días papá, no me puedo entretener mucho que llego tarde a clase y es el último día.
- No hija, no te preocupes, hay un cambio de planes, hoy no iras a la escuela.
- Pero... ¿Por qué?
- Bueno, nos vamos a Doncaster en tres horas.
- ¿Vamos a ir allí de vacaciones?
- En realidad no.
- ¿Entonces? Espera... ¿Ese no es el pueblo dónde naciste?
- Si hija, tu madre y yo hemos decidido volver a vivir allí.
- ¡¿Cómo?! No me lo puedo creer. Me voy para siempre y ni si quiera podré despedirme de mi novio ni mis amigas.
- Lo decidimos ayer y no hemos tenido tiempo de comunicártelo.
- ¡Es que no me lo puedo creer! ¿Y no os podíais esperar a mañana para irnos?
- No Zaira cariño, tu madre y yo tenemos que viajar allí por negocios y no queremos dejarte sola.
- Vamos papá ya soy mayorcita, tengo 16 años y además no es la primera vez que me quedo sola.
- Me da igual Zaira, tu madre y yo hemos decidido esto y no hay más que hablar.
- Me arruináis la vida siempre, os odio, no quiero volver a hablar con vosotros.
- Muy bien Zaira, ahora sube a tu habitación y prepara tus maletas, tienes tres horas.
Subió rápidamente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Cerro de un portazo para que todos notaran su enfado y empezó a guardar todo en sus maletas.
No podía creer que se lo volvieran a hacer. Siempre que conseguía rehacer su vida ellos se encargaban de echarla por la borda de nuevo. Lloro todo el rato que estuvo encerrada en su habitación. Después cuando ya la habían llamado para marcharse se hizo la dura y les mostró su indiferencia.
