31. Quédate.

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«Ya perdí la lucidez, una vez más. En silencio, te reencuentro...»

La realidad ataca de distinto modo. Algunas personas se niegan a ver lo que en realidad pasa, otras personas tienen la afinidad de hurgar la herida una y otra vez, con los dedos sucios, sin pensar en el olor o la infección.

Se vuelven adictos a cierto tipos de tristeza.


Y Darcy podía entender por momentos, lo que Louis sentía cuando la tristeza lo atacaba de repente; cuando la oscuridad a veces aplacaba toda esa luz que la dejaba ciega.


Ella veía lo que ellos creían que no. Ella sabía y aceptaba lo que Harry no; Louis quería morir, Darcy lo sabía, Harry no quería dejarlo ir.


¿Podía el amor llegar a ser tan dañino? Se preguntaba a diario lo mismo desde hace tres semanas cuando vio a Louis salir a hurtadillas bañado en lo que indudablemente era sangre. ¿El amor realmente te hacía sangrar de ese modo? ¿Te dañaba tanto como para querer dormir por siempre? Estaba aturdida, preguntándose lo mismo todas las noches antes de intentar dormir, luego se daba por vencida y permanecía con los ojos abiertos y fijos en el techo. La muerte le asustaba y no entendía porque Louis quería morir, que placer le encontraba a pensar en eso ¿Acaso no le asustaba lo que dejaría atrás? ¿Dónde iría su alma? ¿Y que tal si morir no era lo que pensaba? No estaba en sus manos solucionar lo que evidentemente estaba roto, que si Harry no habían podido hacerlo ¿Qué iba a hacer ella sino tenia la menor idea de lo que pasaba por la mente de Louis?


Darcy sólo buscaba entender una cosa, mientras se sentaba religiosamente todas las tardes frente a un lienzo que al finalizar el día, estaba blanco. Se quedaba pensando, intentando entender cuando fue que todo comenzó a derrumbarse pieza por pieza hasta que quedaron sólo los restos de una familia que prometía no terminar en desastre. Nadie salió ileso de allí, todos tenían una marca, incluso Nathan que desde que había vuelto Louis,  solo le miraba intentando quizás, también entender las marcas gruesas y blancas de sus muñecas.


Quería gritar, hacer un berrinche si era necesario para que todo terminara de una vez lo que sucedía pero se quedaba sin voz, sin habla... Sin fuerzas para mirarlos porque en secreto los odiaba por hacerle creer ese cuento ridículo de la familia feliz cuando solo eran piezas de rompecabezas que no encajaban.

Esa tarde se sentó, teniendo en mente sólo tonalidades grises que luego de un tiempo de sólo mirar el lienzo blanco, se animó a pintar con las manos temblando y lágrimas mezclándose con su acuarelas.


— Hey princesa... -escuchó su voz al otro lado de la puerta como un susurro bajo, suave y calmo. — ¿Puedo pasar?

— Si -susurró Darcy en el mismo tono. Le daba la espalda a la puerta y no quitaba los ojos de su nueva creación. Segundos después, lo sintió a su lado. Era Harry, lo supo sin siquiera mirarlo porque Louis no hacía más que evitarlos.

— Has estado muy callada hoy, ni siquiera comiste ¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó Harry curvando sus labios hacia arriba. Acarició sus cabellos dulcemente y ella sólo cerro los ojos y los abrió, con más lágrimas — Hey... ¿Qué sucede? —preguntó Harry pero no la abrazó.

Ella continuó pintando, y él solo observó como la mano de Darcy se movía de un lado al otro, pintando con distintas tonalidades de grises.


Había pintado a su familia, sin labios, en un fondo gris. Había nubes de un tono gris mucho más claro, suave, y gotas de lluvia negras. No estaba Louis. Entendió la obra sin preguntarle. Darcy escribió la fecha abajo, y lo miró, con algo más que tristeza y lágrimas.

Save me from The Dark » Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora