Capítulo 1

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Lisa Manovan se encontraba aburrida en su habitación. No tenía nada interesante que hacer pues la casa estaba ordenada y limpia y ya había repasado sus apuntes de química. Tirada en la cama, reflexionaba un poco sobre la vida. Qué podía preparar para la cena, qué haría el fin de semana, por qué el color transparente se llamaba color... miles de cosas y algunos sinsentido pasaban por su mente.
De repente, su teléfono empezó a sonar. Al ver la pantalla, el nombre de Kataline resaltaba en ésta.
Descolgó.

—¿Kataline?

¡Hola, Lisa! Estoy en la cafetería Caffe Style junto a Emilia, ¿vienes?

—En cinco minutos estoy allí.

Colgó la llamada. Posó su vista en el armario, pensando qué ropa podía usar hoy mientras repeinaba su lacio cabello rubio.

...

Lisa llegó a la cafetería y allí se encontró a sus dos amigas en una de las mesas que había de esquina. Las saludó con el brazo y ellas les devolvieron el saludo. La chica tomó asiento y vio que había una hoja de papel en la mesa; aquello le causó curiosidad.

—¿Para qué es ese papel? —preguntó la chica.

—Emilia y yo hemos tenido la extraña​ idea de realizar a un hombre perfecto escribiendo cómo podría ser. Algo así como una lista de la compra, pero en lugar de escribir comida, describes al chico —explicó Kataline.

Lisa levantó una ceja. Pensaba que sus amigas eran realmente extrañas.

—¿Un chico perfecto? ¿eso existe?

—No, por eso vamos a crearlo —respondió Emilia.

Katerine empezó la lista escribiendo «cuerpo de atleta».

—¡Pero no demasiado atlético! Me resulta repugnante —opinó la rubia.

—Está bien, está bien, no demasiado...

—¡Que tenga los ojos achinados! Eso es atractivo —propuso Emilia.

Katerine empezaba a escribir todas las propuestas de su amiga y la suya propia. Lisa, en cambio, miraba dubitativa aquella lista. Le resultaba ridícula tanta perfección.
Sus amigas se percataron de que ella tan sólo miraba el papel pero no daba sus opiniones, así que le pidieron que propusiera algo también.

Lisa miró a sus amigas. ¿Qué podría pedir de un chico? ¿Que sea listo? ¿Que sea educado? ¿Que sea un caballero? ¿Y para qué? Ella había conocido a chicos así que no valían realmente la pena. Molesta, empezó a describir la personalidad del personaje.

—Debe ser un chico... Rudo —dijo. Sus amigas le sonrieron y lo apuntaron.

—Me gustan los rudos —comentó Emilia.

—Que le guste la limpieza, no como esos idiotas que siempre tienen la casa hecha un auténtico desastre —añadió Lisa, tomándoselo un poco más en serio.

—Eso es, Lisa, sigue añadiendo algo más —dijo Katerine.

Lisa sonrió sin pretender lucir alegre.

—Que sea serio o de semblante neutro y frío, con las ideas claras y precisas. Que odie un poco la humanidad, que tenga maderas de líder, que rara vez exprese sus sentimientos, que sea poco hablador, que se enfade fácil por las cosas pero que sea realmente difícil hacerle perder los nervios...

Sus amigas le miraban asustadas. Katerine había atinado a escribir todas y cada una de las cosas que su amiga había dicho.

—Li-Lisa... ¿realmente quieres a un chico así? ¿Este es... tu prototipo de hombre perfecto? —preguntó extrañada Emilia.

—El hombre perfecto no existe ni existirá nunca, ¿y sabéis qué? Tampoco deseo encontrarlo...

Y dicho aquello, se marchó.
Lisa empezó a recordar sus dos relaciones que acabaron en picado, y empezaba a sentirse incómoda entre sus amigas. Por otra parte, aquella lista le parecía realmente absurda. Y en el caso de que un hombre perfecto existiese, tampoco es como si fuese a fijarse en ella; si es tan perfecto, podría tener cualquier chica que se le antojase.
Mientras caminaba, su tensión bajó y las pulsaciones empezaron a dispararse. Se sintió casi sin oxígeno. Después de intentar calmarse unos segundos, su corazón volvió a palpitar con normalidad. Aquello le empezaba a ocurrir más a menudo de lo que esperaba. Aquellos aceleramientos de pulsaciones le estaban ocurriendo desde que el verano terminó, tan sólo de vez en cuando. Estaba asustada, pero creía que se debía a unas simples bajadas de tensión así que no le dio demasiada importancia.

A la mañana siguiente, ruido de camiones despertaron a la chica. Sin saber de qué se trataba, se asomó por la ventana y pudo verlo: una mudanza. Después de mucho tiempo, Lisa tendría un vecino. Como su casa daba a la esquina de la calle, sólo tenía un vecino, y nunca alguien había habitado en aquél lugar.
Como había visto varias veces hacer a su madre, ella prepararía un postre para más tarde entregárselo a la persona o familia que ocuparía la casa de al lado.

...

Eran las cinco de la tarde. El bizcocho no había salido tal y como lo esperaba, pero al menos estaba presentable.
Nerviosa, salió de su casa con la bandeja en la mano y llamó una vez a la puerta de su vecino.
Suspiró. No estaba acostumbrada a hacer estas cosas.
Al ver que tardaba en abrir, volvió a tocar la puerta.
Al fin, el sujeto la abrió y Lisa no pudo llevarse mayor sorpresa al ver el rostro y el cuerpo de éste.
Su cabello era negro, la nuca y los lados estaban rapados. Los ojos eran achinados y su semblante estaba neutro, la nariz era fina, el cuerpo podía verse que era de una persona que se cuidaba pero no hasta el extremo. Además, tenía en la mano un spray limpia-muebles, lo que quería decir que había posibilidades de que fuese una persona pulcra.
La chica se quedó sin palabras. Aunque quería creer que sólo era una coinciencia, era la mayor coincidencia de su vida.

—¿Quieres algo? —preguntó, con una voz grave y madura.

Lisa pareció espavilarse y alzó un poco más el bizcocho, para hacerse notar.

—Le traje esto —respondió, aún sorprendida.

El chico lo miró sin bajar la cabeza y luego volvió a posar la vista en la chica.

—No me gustan los dulces.

Y dicho aquello, cerró la puerta en las narices de la rubia.
Ella, que aún seguía sin comprender cómo es que esa jodida lista parecía estar haciéndole una jugarreta, seguía en la puerta con el bizcocho en sus manos, hasta que al fin se dio cuenta de lo que acababa de suceder: aquél chico le había cerrado la puerta en toda su cara y había negado el dulce sin dar las gracias por haberse molestado en traerlo.

—Cretino —masculló ella.

Un chico NO ideal【Levi Ackerman】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora