El frío y el hambre amenazaban con hacer desaparecer a los refugios. La ventisca era tan helada y tan húmeda que nadie podía salir de su hogar. Sólo quedaban 8 refugios en pie. Dos, los más grandes, tenían casualmente la misma cantidad de supervivientes: 16 personas. Una pequeña cueva ubicada en una montaña cerca de la ciudad, era donde se ubicaba el grupo de personas más corto. Solo habían unas tres personas, y vivían muy bien. En total habrían cerca de 80 personas viviendo en toda la ciudad. El invierno habría acabado con todas las demás.
Un pequeño televisor era lo único de valor en la habitación. Max intentaba mover de lugar las antenas, de tal forma que se pudiera conseguir señal. Pero no hubo caso. Regresó por un extenso pasillo y salió con sus compañeros.
- ¡Esta mierda no funciona! ¡No funciona! -gritó Max. Ya se nos acaban las proviciones de comida.
Todos se quedaron temblorosos mirándolo, con una cara tan pálida como la espesa nieve cayendo del cielo. Max no comprendía el porqué, hasta que vio cinco cuerpos inmóviles que yacían en medio del cuarto. Se quedó en shock.
- El campamento vecino nos dejó una fría visita. Nos robó todo lo que nos quedaba de comer. Logramos matar a tres de los ocho que vinieron. -Soltó una de las dos gemelas del campamento.
Max tenía sed de venganza, pero era reemplazada por la tristeza que lo invadía. Había perdido ya a sus tres hermanos y a sus padres en lo que llevaba de semana. El invierno solo había durado una semana y media y ya habría cobrado muchas víctimas.
- Max... I'm sorry. -dijo Geme.
"Tranquila" se dijo asimismo en su cabeza. Pero no logró soltar esas palabras, puesto que aún seguía paralizado y comenzaba a ponerse nervioso. Ser el líder no es nada fácil, tenía que pensar cómo sobrevivir luego que no les quedara alimento.
Todo era muy confuso