Dulces y Chocolates

Capítulo 1 || El reencuentro viste mejor de catástrofe

                      🕺🏻
Catástrofe. Sí.

¿Cómo fue que tío Daniel cayó en la errónea idea de que mis mareos habían disminuido durante los últimos años?

El trayecto de viaje resultó agradable y armónico en aquella grande camioneta rentada... para todos los demás.

Las gemelas se pelearon por mi regazo, pero terminaron por repartirse una pierna cada una, así que ambas durmieron la mitad del viaje sobre mí —para la buena suerte de mis piernas, ambas pesan exactamente lo mismo—.
Mis esfuerzos por no vomitar se encontraron en una crisis enorme, y la ventana cerrada no fue de mucha ayuda, ni las burlas de Nath.

Pero la victoria se unió a mi lado.

Valieron la pena tantas horas de trasero entumido y mareos bailarines, pues camino a la recepción del hotel, guiados por tío Daniel y Mara —su novia—, sigo en pie con ambos rubios engendros del mal de mi mano y a mi vicioso mellizo por un lado.

—¿Podrías dejar de bailar? —Se quejó risueño Nathaniel—. Si tu idea es ser una turista normal... —no finalizó su frase por preocuparse más en retener la carcajada completamente innecesaria y sin fundamento alguno.

Le mandé una mirada tan intensa y asesina como el mismo Satán lo haría... claro, con dos pequeños secuaces que ya comenzaban a ponerse en guardia.

Bien sabe él la razón de mi tambaleante caminar. Aunque también sé yo que no solo a mi peculiar caminata se refería. Bajé mi vista al vestido a cinco dedos por encima de la rodilla con estampado de unicornio, las medias azules con franjas blancas justamente bajo esos cinco dedos de mi vestido, y mis tenis plateados con textura lisa y brillante.

Tanto tío Daniel como Nath se burlaban de mi estilo, las gemelas parecían amarlo y Mare prefería no hablar.

—Calla. —contuve mis ganas de reprochar y justificar. Seguí mi camino tras nuestros tutores con mi mejor expresión de indiferencia, a pesar de que su carcajadas lograron escapar y ahora solo me aturdía como una irritante hiena.

Una vez dentro de la primer sala del hotel, tanto como Brazil, Alaska —aún tomadas de mis manos—, y yo, observamos asombradas la fachada lujosa del sitio que, a pesar del gentío, no permitía que ningún detalle escapase. La paleta de colores en sí eran distintos tonos de morado, complementados con alguno que otro detalle negro o gris. Las paredes impecables de color beige se decoraban con unos hermosos cuadros justo encima de un sofá púrpura, en una especie de salón de espera, lugar donde Nath, par de diablas y yo tomamos asiento a petición de tío Daniel, quien estaba esperando su turno a la otra orilla de la enorme suite —área de recepción— para confirmar la reservación.

—¡Wow! —exclamó, con su vocecita, fascinada Alaska desde mi regazo—. ¡Este lugar es incluso más bonito que la casa de papá!

—¡Shhh! —reprendió la menor (menor por un par de minutos) cubriendo con ambas manos la boca de su clon, también desde mi regazo, en mi otra pierna—, que papá no te escuche...

Nath río desde el sillón frente al sofá, con la mirada aún fija en su Nintendo.

—Más les vale, tío Daniel suele ser... muy celoso —cerró su artefacto para inclinarse hacia nosotras—, una vez escuché por ahí que a sus vecinos les cortaba la lengua si criticaban o veían con mal ojo sus terrenos. —susurró, con una falsa expresión de confidencia, aprovechándose de la inocencia y poca experiencia junto a su padre de las rubias.

Las chiquillas rápidamente se cubrieron la boca al unísono con ambas manos, abriendo sus ojos de par en par, en una verdadero y totalmente sincero reflejo de terror. Las pobres recién comienzan a conocer a su padre, y ciertamente las primeras impresiones que Brazil y Alaska tuvieron que sufrir no fueron de los más apacibles, así que totalmente normal que le teman de vez en cuando.

Reí.

—Está mintiendo, peques —sentencié abrazando por los hombros a ambas niñas acercándome a sus oídos—. La única lengua que en verdad será cortada será la de él, por mentiroso.

—Efectivamente. —Nath se echó hacia atrás en su sillón, sonriendo, tras escuchar la voz gruesa de nuestro pobre tío difamado.