pasion en la bliteteca

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Lenalee no podía creerlo, ése chico había sido muy atrevido... ¿Y mirar de esa manera a Lavi? Ése chico definitivamente estaba chiflado, y las cosas no quedarían así, iba a hablar con ese joven y a ponerlo en su lugar.
Tuvo que retener a su novio para que no fuera en busca de problemas con el acompañante de Cross, el pelirrojo se quedó, pero se juró internamente que saldaría cuentas con el osado chico luego. La campana sonó, dando lugar al saludo diario de su director.
Lenalee vio que el chico que literalmente le había dicho “babosa”, estaba en la fila junto al profesor Cross. Luego de que Leverrier saludó, los alumnos comenzaron a ocupar sus salones.
Marian Cross entró en su clase, se paró frente a ella, y el silencio dominó el aula: el respeto que le tenían al hombre de cabellos rojos era enorme.
—Bien, les tengo que dar una noticia. Hoy se les suma un compañero nuevo —dijo mirando la clase y luego desvió su mirada hacia la puerta —. Puedes pasar, Allen.
Y cuando el dueño de los ojos grises entró al aula, con su forma tan particular de caminar, hubo intensos murmullos femeninos.
—Ya, ya, tranquilicen sus hormonas.
Lenalee no lo podía creer. No le podía estar pasando...
—No en mi clase —murmuró la china, pensando en lo problemático que sería eso.
—Puedes escoger tu lugar, Allen —dijo Marian, dándole permiso para elegir.
Allen pasó su vista por toda la clase, y se detuvo unos microsegundos para observar rápidamente a Lenalee (quien se sentaba en los primeros bancos) y eligió uno de los últimos, la fila horizontal estaba completamente vacía.
—Bien, saquen una hoja, hoy es día de examen sorpresa —dijo el profesor, y todos pusieron una cara llena de miedo.
En el recreo, la peliverde le pidió a Lou Fa que la dejara sola, que tenía que resolver unos asuntos. Se apresuró, porque vio que el chico nuevo caminaba rápidamente y en contraria a los alumnos que salían al patio.
— ¿A dónde va...? —pensaba Lenalee, mientras lo seguía, necesitaba aclarar las cosas con él.
Se había metido en la biblioteca.
— ¿Con esa actitud de maleducado me vas decir que te gusta leer? No inventes...
Estaba tan metida en sus pensamientos que no cayó en razón de que el chico se había dado cuenta de que estaba siendo perseguido. La enjauló entre sus brazos, contra uno de los estantes que contenían múltiples libros, la ojivioleta pudo apreciar lo ancha que era su espalda. La respiración de él golpeaba todo su cuerpo, como llamándola en la crueldad del silencio... comenzaba a sentirse muy extraña. Se encontró mirando su camisa desabrochada, y deseando pasar su lengua por su cuello desnudo.
Estaba luchando internamente, y era una batalla bastante violenta, en donde su moral y sus deseos se entrelazaban en la más dura pelea.
—Si quieres besarme, hazlo ahora, me gustan las chicas dominantes y decididas —dijo el chico, con una sonrisa ampliamente pícara, clavándole los profundos ojos grises.
Lenalee se quedó prendida de su mirada. Eran grises... sus ojos eran grises. Como los de...
— ¿Sabe tu noviecito que me seguiste? ¿O te gusta jugar a ser una niña traviesa?
No soportaba que le hablara tan cerca... Era tan... sensual.
La tibia y húmeda lengua de Lenalee tocó la piel del muchacho, probando su cuello como si estuviera hambrienta de lujuria, deleitándose de la suavidad que poseía, sintió como si hubiera probado el más delicioso manjar. Era exquisito, simplemente tentador....
De pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo... ¿qué demonios...? Se separó de golpe, dándole un empujón, lo miró, sonrojada, sin poderse explicar porqué había besado su cuello, y salió corriendo del lugar.
Allen se quedó mirando el umbral por el cual la peliverde se había ido, y se llevó la mano al cuello.
—Vaya...
Lenalee corría por los pasillos, hasta que llegó a los baños y se encerró en uno de los cubículos. Se apoyó contra la puerta, como temiendo que alguien la siguiera, y comenzó a analizar lo que había hecho. Se puso las dos manos sobre su cara, y sintió que aún ardía. No entendía qué le había pasado, qué la había dominado, nunca había hecho algo tan atrevido, ni siquiera a Lavi. El aroma masculino del chico nuevo todavía penetraba cada parte de su cuerpo, recordaba el contacto de su lengua con aquel cuello tan apetitoso y miles de sensaciones la dominaban. No era ella, era una Lenalee desconocida, ¡ella no era de esa forma! Y ahora..., luego de lo que había hecho, ¿cómo se suponía que regresaría a la clase? ¿cómo enfrentaría a Lavi? ¿Debía decírselo?
Se acosaba mentalmente con decenas de preguntas cuando sonó el timbre. Salió de su encierro y se enfrentó a su reflejo en el espejo del baño: acomodó su flequillo hacia un costado, y se mojó la cara. Apoyó las manos en la mesada del lavabo y cerró los ojos.
—Lena —escuchó que el chico de los cabellos blancos la llamaba.
Corrió hasta el pasillo, miró para ambos lados... sólo vio a Allen caminando rumbo al aula, y pensó que estaba volviéndose loca.
*.*.*.*.
Froid Thiedoll entró en la clase.
—Buenas tardes, alumnos —saludó, dejando su morral sobre el escritorio —. Preparen una hoja en blanco, chicos, vamos a expresarnos a través del arte del dibujo.
Los adolescentes sacaron una hoja, bastante motivados, ya que la clase de arte del profesor Thiedoll eran aquellas que más disfrutaban, puesto que Froid era un sensible permisivo.
—Hoy vamos a realizar un dibujo libre, pero vamos a aplicarle la técnica que estudiamos la clase anterior —explicaba el docente — ¿alguien faltó la clase pasada?
Varios chicos levantaron la mano.
—Bien —dijo el hombre de los anteojos redondos —, ¿alguien recuerda qué técnica aprendimos y en qué consistía?
Lou Fa respondió acertadamente, y mostró algunas imágenes que ejemplificaban de forma perfecta lo visto.
— ¡Manos a la obra, niños! —los alentó el profesor.
Luego de unos cuarenta minutos, Thiedoll comenzó a recorrer las mesas para ver cómo estaban trabajando sus alumnos, y se detuvo en Allen.
—Tú eres el sobrino de Marian, ¿verdad? —preguntó el hombre, con una sonrisa.
—Así es —afirmó —, me llamo Allen Walker.
—“Allen” —repitió Thiedoll, y el pecho de Lenalee punzo muy fuerte —, muéstrame tu producción —tendió su mano para pedirle la hoja.
Los ojos del hombre se agrandaron, y hasta lo dominó un leve sonrojo.
—Me gusta cómo aplicaste la técnica, Allen, comprendiste la consigna, además al ver tu dibujo, puedo sentir el sentimiento que le transmitiste —se limpiaba una lágrima que escapaba de sus ojos —, ¡realmente hermoso!
Varios miraban curiosos, y querían saber de qué se trataba.
— ¿Te gustaría pasar al frente y exponer tu obra, Allen? —preguntó el profesor, invitándolo a integrarse al grupo.
—Me encantaría —dijo con un brillo especial en sus ojos grises.
Se liberó de su asiento, tomó su dibujo cuidando de que nadie pudiera verlo antes de su exposición. Cuando llegó al frente, sonrió de costado.
—Esta es mi producción —dijo enseñando su dibujo al resto de la clase, elevándolo para que todos pudieran verlo.
En la hoja se podían ver dos jóvenes. La chica estaba pasando su lengua por el cuello del muchacho.
—Y la titulo: “Pasión en la biblioteca”.

allenxlenale ReencarnacionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora