La casa de Haworth.

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Desde su nacimiento Louis había estado destinado a ser el payaso de la clase y como buen payaso tenía que gastar bromas  a sus compañeros. No distinguía entre chicos y chicas, ni entre adultos o niños. Cosa que solía causarle problemas. Los profesores siempre se estaban quejando de él.

“¡Debería darte vergüenza!”

“Con diecinueve años y aun en segundo de bachillerato”

“Deberías de estar en la universidad”

“No tienes cinco años para comportarte de esa manera”

A  cualquier adolescente le hubiese bajado la autoestima estar oyendo esas frases constantemente, a Louis solo le entraban ganas de reír cada vez que lo sermoneaban.

Todos los años organizaban una excursión para integrar a los de cuarto grado en los dos últimos cursos. Era una tontería que consistía en ir a Haworth y hacer un recorrido turístico por el pueblecito para que alumnos  de cuarto y de bachiller conviviesen juntos y así los mayores introdujesen a los pequeños en ámbito más profesional. Por supuesto cada cual se iba con su grupo de amigos y no servía para nada, pero a todo el mundo le gustaba perderse un día de clase.

Louis pensaba que realmente tenían que relacionarse con los más pequeños, no podían dejar pasar la oportunidad que les brindaban los profesores de reírse un rato de ellos. Por eso en cada excursión que Louis había hecho a Haworth –Incluida la primera- le había gastado una broma pesada a alguien. Cada año se iba renovando y se superaba a sí mismo, sintiéndose orgulloso. Por supuesto cada año le caía una buena bronca y de alguna forma que nunca nadie conseguía entender, Louis conseguía que los profesores le dejasen asistir.

Este año ya tenía preparado algo mucho más profesional que los anteriores, llevaba cuatro años yendo a Haworth y se lo conocía como la palma de su mano. Sabía que había una casa “encantada” y pensaba hacer que uno de los de cuarto se cagase encima. Le pondría alguna escusa al elegido para llevarlo allí y una vez dentro sus amigos harían ruidos y moverían cosas para asustar al pobre muchacho. Louis no tenía a nadie en concreto en mente, pero cuando vio a Harry por primera vez en la biblioteca cogiendo el libro más gay que había y sonriendo como un tonto al leerlo, su plan cambio.

Para los amigos de Louis no era ningún secreto que éste fuese gay y lo aceptaban como buenos amigos que eran. Louis había decidido que estaba interesado en aquel muchacho de pelo rizado intenso y ojos verdes profundos. Lo llevaría a la casa, sus amigos harían ruido y él intentaría ligárselo haciéndose el valiente. Después de lo de la biblioteca Louis sonreía cada vez que sus miradas se encontraban y Harry se la devolvía emocionado como una adolescente quinceañera, aunque visto objetivamente era un adolescente quinceañero.

El viaje en autobús se estaba haciendo eterno y Louis tenía unas ganas de llegar inmensas estaba muy nervioso, tan nervioso que se sorprendió y eso solo hizo que se pusiera más nervioso. Cuando por fin el conductor aparcó todos salieron al exterior colocándose los abrigos y estirándose. Hacia bastante frío y Louis pensaba que se le iban a congelar los dedos de los pies por no llevar unos calcetines más gruesos.

En cuanto el profesor les dio la típica charla de buen comportamiento durante la explicación y  hasta el tiempo libre, Louis intento entablar conversación con Harry.

—Hola Harry.

—Hola— dijo tímidamente.

—¿Qué tal has estado?, hace mucho que no vas por la biblioteca— Louis pasaba la mayor parte del tiempo jugando en los ordenadores de ésta.

—Los exámenes— se encogió de hombros— ¿Y tú, que tal tu vida en general?

—¿Mi vida en general?

La casa de Haworth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora