18. Aseveración.

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Una brisa cálida golpeaba mi rostro, mientras que un par de destellos de luz emanados por el sol atravesaban las nubes, como un queso hueco. Entre ratos se podía escuchar los murmullos de las personas, mientras que en otros ratos se podía oír el mar que se encontraba frente al malecón. Bueno, en realidad todo dependía de la zona en la que caminábamos, si nos acerábamos más al barandal del malecón podíamos oír el mar y las olas rompiéndose, mientras que si nos alejábamos de él escuchábamos autos y personas hablando.
    El autobús escolar esta vez sí nos terminó dejando y ahora teníamos que caminar hasta la parada del metro. Eventualmente subirnos y agarrar otro metro que nos lleve a nuestra casa, sin embargo eso no quiere decir que no íbamos a seguir caminando más.
    —Joder, ¿cuanto falta?
    —Ven, acércate —Phil se acercó— ¿Ves el edificio que está allá al fondo de color amarillento?
    —¡Qué! ¿hasta allá?
    —No exactamente, es un poco más atrás de él.
    —Me cago en la life.
    —Y eso que tenemos que llegar a la central de la metro, y luego agarrar un autobús que nos dejará en la casa.
    —Maldita sea. Es la última vez que me quedo entretenido con Helena.
    Unas palomas que estaban comiendo arroz crudo echaron a volar cuando nos vieron pasar ante ellas y el anciano que les lanzaba el arroz nos insultó por espantarlas mientras las alimentaba. Pero volvieron inmediatamente y el anciano cerró la boca. Sólo tiene ganas de joder.
    Al cabo de un rato encontramos un asiento frente al mar. Descansamos.
    Desde que tengo memoria yo siempre he querido interpretar el papel de alguien más, porque siento ser el tipo con la peor suerte del mundo. Mi vida es un fiasco, mi familia es una payasada y mi novia... Bueno, la chica que amo es una puta. No quiero esta vida, quiero estar en los zapatos de Randall, quiero ver el mundo como Randall... Él siempre tiene el autoestima alta, y tiene buenas calificaciones aunque sea un loco de mierda con problemas de conducta ¡pero es feliz! El nivel al que nunca llegaré. Es un desastre pero vive mejor que yo y sobre todo tiene a alguien que lo aprecia. Alice Miler, la chica de aspecto emo.
    —Por favor, ayuda a esta niña.
    Cabello negro y ligeramente despeinado. Una mirada triste y ojeras. Piel blanca como la pureza. Un cuerpo delgado y de alta estatura...
    —¿Y por qué simplemente no va y le dice hola? —cerré mis cuadernos.
    —¿Penny te habló por si sola?
    Me congele por un milisegundo. Tal vez hice una mueca de indignación.
    —¿Tú qué sabes? —Solté.
    —Ja, ja, ja. La verdadera pregunta es qué no sabemos.
     Estaba apunto de soltar cosas indebidas. Estaba apunto de insultarla de algún modo... demostarles el dolor que me causó cuando me dijo que nunca me amó.
    —Kershtin, ya deja de decirsh pendejas, ve.
    Alice Miler por fin se decidió a hablar luego de haber permanecido en silencio desde el momento en que llegó. Era la primera vez que oía claramente su voz, y tenía un acento muy peculiar. Hablaba sin ganas y al final de cada palabra alargaba el sonido, bueno, ni muy largo, ni muy corto. También, en raras ocasiones, al usar la r  solía añadirle la sh, y en otros casos cuando la palabra terminaba en s sólo le añadía la h.
    Lo que dijo, transformado a un acento neutro es: Kerstin, ya deja de hablar mierda.
    Al principio es un poco complicado entenderle, pero después le agarras el ritmo y se te hace muy normal.
    —No eres de por aquí,  ¿verdad?
    —¿Eso importa? Sólo te pido que me ayudes con Randall...
     Tal parece que no siempre se le sale ese acento. Es muy peculiar.
     —Pero pensé que tenían algo —me incline hacia ella.
     —ya quisiera... pero solo me envía mensaajes de texto diciéndome que me quiere, sin embarshgo aquí ni me mira —puso los ojos en blanco.
     —Vaya, veré que puedo... —Vi a Rebecca saliendo de la biblioteca y buscando a alguien desesperadamente ¿me busca a mí?— Eh... Perdón, estaba diciendote que veré que puedo hacer.
    Rebecca me miró, luego fruncio el ceño y se fue.
    Maldición.
     —Bueno, es momento de irnos Alice —Kerstin se puso de pie.
     —Te escribirshe luego —Alice se fue.
    Al cabo de unos minutos seguimos caminando y el sol estaba comenzando a ponerse más intenso. El cansancio se hizo presente mucho antes de lo pensado y de hecho pensamos en agarrar un taxi, pero estábamos demasiado lejos de casa, eso quiere decir que nos cobrarían alrededor de cinco dólares, o en el peor de los casos siete. Sin embargo yo sólo cargaba tres dólares y Phil no trae dinero al colegio, y si lo trae se lo gasta en comida.
    —Lo siento, el hambre me puede más.
    —Entonces esta caminata te dará una buena lección de vida —cruzamos una calle amplia— sólo espero que tengas treinta centavos.
    —¿Para qué?
    La sombra de los edificios nos protegian del sol mientras caminábamos a la estación del metro. Falta poco para llegar.
    —Phil, tú nunca sales solo, ¿verdad?
    —No. Bueno, sólo suelo andar solo cuando tengo una cita... —revisó su celular y pelo los ojos.
    —¿Pasó algo malo? —me detuve.
    —No... tranquilo.
    —Dudaste.
    Phil se estiró un poco y miró para atrás.
    —Es que... Un músico que yo escuchaba murió...
    —Vaya, lamento oír eso. Mi más sentido pésame.
    Volvimos a caminar y giramos a la derecha de la calle para llegar sin que nos de muy fuerte el sol en la cara.
    Phil parecía demasiado impactado, y era la primera vez que lo veía en un estado de desorientación; miraba al suelo y luego alzaba la vista, nuevamente la bajaba y miraba hacia atrás, hacia el malecón. Daría lo que fuera para saber que piensan las personas, hasta podría ahorrarme varios problemas personales, aunque siempre cuando alguien tiene poder abusará del mismo tiempo después.
    Llegamos a la metro y habían muchas personas esperando. Phil parecía más relajado.
    —Me debes treinta centavos.
    Recague la tarjeta de la metro metiéndole dos dólares.
    —¿En serio me vas a reclamar por treinta míseros centavos?
    —La economía cada vez está más cagada —contesté y puse la tarjeta en un panel. Se encendió un foco verde— ¡pasa rápido, imbécil!
    —Ay, ya, ya. Perdón.
    Ya estando adentro encontramos un asiento y varias metros iban pasando, pero estaban demasiado llenas y esperamos a la tercera.
    —¿Qué tal vas con Rebecca? —se apoyó en el espaldar del asiento y estiró las piernas.
    —Creo que de mal en peor.
    —Pero habían empezado bien ¿qué sucedió?
    —A veces los caminos no nos llevan a donde queremos ir, sino que nos llevan a nuestro destino. Tal vez no es mi destino.
    —Vaya, eso fue muy... —buscaba una buena palabra para definir— ¿profundo? eres todo un poeta.
    —Ya quisiera.
    La estación de la metro quedó un poco vacía, salvo por tres personas: una anciana, un joven de otro instituto y un universitario.
    —Dedicate a la poesía. Las mujeres se vuelven locas por un hombre que le susurra poemas al oído.
    Un metro se acercaba.
    —Creo que ella quiere un tipo que le diga cosas sucias al oído.
    —¿y si le cantas reggaetón al oído?
    —¡No, qué asco!
    Subimos al metro y vimos que había asientos vacíos. La tercera era la vencida. Si hubiera estado sólo posiblemente me hubiera ido en la primera metro, pero me aguanté porque Phil es muy delicado y detesta estar parado mientras le llega el hedor proveniente del sobaco de la persona que está parada a su lado. Algo muy desagradable para él, pero algo que yo soportaría.
    Nos sentamos alado de un joven que oía música con los auriculares puestos.
    —Nunca me he propuesto a escribir poemas —Dije.
    —Pero tienes tantos libros de poemas como de novelas. Hasta tu mochila pesa por ese libro que llevas ahí, está bien gordito. Por cierto, ¿de qué va?
    El libro que llevaba era el de psicopatología. Y para ser sincero no lo entiendo del todo, habla de problemas con el olvido y cosas así.
    —¿Psicopatología? ¿Te crees psicólogo? —abrió el libro— Dios, me da náuseas visualizar tanta letra.
    —Phil... compré este libro por Rebecca, ella esta haciendo... Bueno, ella se está haciendo daño y no se como ayudarla. Estoy preocupada por ella.
    —¿Lo dices por los cortes de su muñeca?
    —¿cómo sabes de eso?
    La metro llegó a otra estación para recoger a más personas. Phil me devolvió el libro.
    —Paule, me he enterado de muchas cosas de Rebecca desde que estoy con Helena. Créeme, me doleria contarte todas las atrocidades... y si a mi me duele a ti te va a destruir completamente.
    —Phil... me has fallado como amigo... ¿cómo pudiste ocultarme algo como esto?
    —Yo... —miró para otro lado— Lo siento, en serio. Me cuesta soltar algo como eso. Debes dejarla ¡ya!
    —Dime qué es lo que sabes.
    Phil sacó su celular y me enseñó diversas fotos; la primera foto era de una muñeca sangrando, la segunda foto era de la misma muñeca pero esta vez la sangre estaba chorreando y a lo lejos se podía apreciar un cuter; Finalmente la última foto era de un pañuelo lleno de sangre. Todo esto era macabro y desagradable.
    —Esas fotos son del año pasado. Fue tendencia en Ciencias B. ¿Adivina por qué?
    Miré con el ceño fruncido a Phil.
    —Ella tenía un novio llamado Héctor. Bueno, el punto es que hubo un tipo antes que Héctor, del cual no recuerdo el nombre porque tiene una larga lista de exnovios. En fin, el tipo antes de Héctor folló con ella.
    Esta vez yo quedé desorientado.
    —Luego este tipo le puso el cuerno y ella hizo lo mismo, es aquí dónde aparece Héctor . Terminaron, ella se quedó con Héctor con el que también tuvo relaciones sexuales... pero esto no acaba ahí, no. Las fotos que acabas de apreciar fueron dirigidas para el tipo anterior a él, con la leyenda mira en lo que me convertiste.
    —Yo... no sé que decir, estoy perplejo.
    —Lo siento amigo... de hecho debes saber que sólo uso a Héctor, nunca lo amó... Le gusta jugar con las personas, y todo indica que hará lo mismo contigo y con Donald.
    —No... no quiero que eso pase... Yo la amo realmente —me limpié las lágrimas que estaban apunto de caer de mis ojos— voy a ayudarla.
    —Hace poco intentaste ser fuerte diciendo cosas que realmente no sientes. Ocultaste tus verdaderos sentimientos sobre una máscara de piedra, y ahora te has derrumbado ¿A dónde realmente quieres llegar?
    —Yo no lo sé, simplemente no quiero perderla como perdí a Penny y como perdí amores antes de ella, y tan sólo porque me daba miedo no ser correspondido porque siempre soy rechazado ante la sociedad ¿Quién más podría quedarse con alguien como yo?
    —Aún eres joven y tienes un largo camino que recorrer donde siempre caerás —puso una mano en mi hombro— Y si te caes te levantas, luego vas por la revancha.

Singular Delirio 2: Las Mentiras Más Bellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora