27. Hacha A La Luz De La Luna.

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Ya era tarde, quizás eran las doce de la noche o la una de la mañana. Las calles del aquel barrio estaban vacías y ninguna casa tenía la luz encendida, todo era oscuridad, salvo los postes de luz. Los gatos ahuyaban, los perros ladraban y uno que otro grillo haciendo cri-cri, cri-cri. El ambiente era perfecto. El siguiente sonido que se escuchó fueron los de mis pasos y me detuve enfrente de esa casa color crema. La casa de Rebecca. Busque la forma de llegar hasta su ventana y la abrí.
    Rebecca estaba acostada en su cama y en una de sus manos sostenía su celular.
    Todo estaba oscuro y como yo llevaba encima ropa oscura me perdí entre las sombras de su habitación, preparándome para mi gran ataque. Cubrí su boca con un pañuelo y la arrojé violentamente al suelo para amarrar sus manos y sus pies.
    Rebecca sollozaba, e intentaba gritar, pero era inútil, sólo se oía como raspaba su garganta intentando gritar lo más alto y fuerte posible, pero era inútil.
    —Yo realmente no quería llegar a esto, Rebecca —susurré— pero debo hacerlo...
    —hmm-mñn... prff...p-prff.
    No entendía nada de lo que quería decirme, pero me importó muy poco y saqué el hacha que tenía enganchada en el pantalón. Los ojos chinos de Rebecca dejaron de serlo y le dieron paso a una mirada llena de angustia y horror. Las lágrimas caían hasta sus mejillas como si se tratase de una cascada.
    Probé el filo del hacha cortando el colchón de la cama de Rebecca.
    —Prff... hmmm... —sollozaba.
    Parecía que decía por favor.
    La abofeteé.
    —Has silencio y acepta tu error... —Rebecca se quiso tirar sobre mí, pero falló— Bien, se acabó.
    Llevé a Rebecca a su cama y amarré sus extremidades superiores e inferiores en los bordes de la cama. Rebecca estaba hecha un asco, sudaba, lloraba y los mocos se le salían con cada exhalación fuerte. Temblaba y me miraba con ojitos de pena para que no lo hiciera, pero lo hice.
    Corté el brazo izquierdo de Rebecca, pero tuve que dar tres golpes más para arrancarselo por completo. La sangre se salpicó mi ropa y siguió saliendo, manchando la cama y el suelo con aquel color carmesí.
    —¡H-hmmm!  —Rebecca se retorcio de dolor pero no podía hacer nada, su brazo ya no era parte de su cuerpo.
    —Bien, el que sigue.
    —H-hmmm... pr-prfff —Lloraba.
    Una vez más el hacha le desgarró una extremidad, pero esta vez una inferior. Fue fácil porque Rebecca duerme en short y dejó a la vista sus sexys piernas. La sangre esta vez salpicó por todos lados y ya se podía ver a Rebecca en un estado de agonía, sólo gritaba con el primer golpe, luego se quedaba sollozando y gruñendo.
    Camine hacia el otro extremo de la cama e hice lo mismo.
    Rebecca respiraba rápido y su cara se estaba poniendo pálida y fría, pero aún tenía un poco de fuerza para girar la cabeza y mirarme a los ojos, pero sólo eso bastó para hacerme caer en cuenta de lo que había hecho.
    —Oh, Dios mío... Rebecca, yo n-no quería —lloré y abracé lo que quedaba de su cuerpo. Lo unico que podia oir de ella era su respiración acelerada— Yo te quería realmente... Dios, cuando tu madre vea esto, va a, va... —Me puse de pie y agarré el hacha— Lo siento Rebecca.
    Clavé el hacha en su cuello y su mirada se quedó quieta. Voli a clavar el chacha en su cuello hasta que su cabeza rodó y cayó al suelo. Se acabó, Rebecca está muerta.

***

A un par de cuadras de ahí había lo más allegado a un bosque, así que empecé a cabar con mis propias manos un agujero para meter los restos de Rebecca ahí.
    Estaba temblando, y mis manos aún tenían aquel color carmesí. Lloré, y preguntaba a los cuatro vientos, ¿por qué esta historia tenía que acabar así?

Singular Delirio 2: Las Mentiras Más Bellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora