34. El inicio del final.

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Mr. James Thomas me llevó al colegio, pero estaba tan irritado que todo el camino fue gritándome como si yo tuviera la culpa de que no tenga dinero para pagarme el autobús, y ahora aparte de estar lloviendo él llegará tarde a su trabajo.
    —Si tanto te fastidia venir a dejarme no lo hagas y ya —metí un dedo por la manga de mi abrigo para sentir mis heridas. Dolían un poco.
    —No es eso, es sólo que debiste decirme a mí que te estaban cobrando lo del autobús.
    —¡Pero si tú le dijiste a Elizabeth que habías pagado!
    —Tú sabes como es tu madre —Dijo en un tono poco amigable, más bien como si hubiera querido decir la estúpida de tu madre.
   —¿Entonces cómo esperabas que te lo dijera? —Me crucé de brazos— Tú eres el único culpable de este problema.
    —Ya veré como resuelvo este problema —dijo— Ya llegamos, baja. Toma este paraguas.
    Hice caso omiso y me bajé mojándome todo y el cabello empezó a caerme en los ojos, pero aun así caminé hasta la puerta principal del colegio. Por suerte cerca de la entrada hay unos arboles que amortiguan un poco las gotas de lluvia, así que no llegué completamente mojado, solo el cabello y el abrigo.
    Oí murmullos de las personas que estaban atrás mio, y no sé por qué eso me hace pensar en que están hablando de mí. Desearía no tener una imaginación tan volátil, pero es completamente inevitable, es como estar drogado pero sin usar drogas. ¿Extraño, verdad? pero no sé de que otra forma definir a mi mente. Pienso que se están burlando de mí por entrar todo mojado y a su vez me veo como la mierda, creo que sólo dormí cuatro horas o menos. 
    Caminé hasta la cafetería para comprar agua y luego sentarme a estudiar, hoy era mi último examen. Ya van tres días sin ver a Randall y a su vez también son tres días desde que Phil no habla conmigo, pero está bien, está bien. Tal vez mi vida no hubiera sido así de miserable si nunca me hubiera juntado con ellos.
    —¿Qué hay cara de caricatura —Kerstin se sentó en mi mesa.
    —¿Caricatura? —me saqué el cabello del rostro.
    —Alice y yo hemos llegado a la conclusión de que pareces sacado de un anime.
    —Sigo sin entender por qué —Busqué mi cuaderno de inglés— ¿Yo qué tengo que ver con esos personajes?
    —Bueno, tu cabello es idéntico al que le suelen poner a esos personajes —se recostó en el asiento— tu actitud también, y ni hablar de tu físico —empezó a hablar entre risitas—  Eres delgado y alto. Tal cual como un personaje de anime
    —Ah, eso es muy halagador, supongo.
    Kerstin se quedó en silencio y miraba de izquierda a derecha. También movía la cabeza como si estuviera escuchando música, pero ni siquiera tenía auriculares, sólo estaba ahí mirando un una dirección, murmurando alguna canción y moviendo la cabeza. Creo que finalmente entendí a Randall, si Kerstin es como chiflada Alice era igual, Quizás más, quizás menos.
    —Ahí viene —sonrió.
    Alice venía entrando a la cafetería dando unos muy largos pasos. Ahora que lo pienso, Alice nunca ha venido en falda, siempre viene con un calentador casi ajustado a sus piernas, pero sus piernas son tan delgadas que no se ve tan mal. También venía con un estilo de cabello muy llamativo, como si estuviera peinado pero a la vez como si estuviera despeinado. Le queda bien.
    —Hola —se sentó— El autobús creo que se estaba olvidando de mí.
    —¿Vienes en autobús? —Pregunté. No sé por qué pregunté.
    —Sí —contestó— pero realmente no esh que lo necesite, puedo venir caminando hashta aquí.
    —¿Entonces por qué tomas el autobús?
    —Mi madre no confía en mí —dijo con desagrado.
    ¿Mi lugar es realmente con ellas? tiene tanto problemas familiares como personales, como yo. Al menos es lo que me están haciendo creer.
    Entonces la herida empezó a arderme. El abrigo estaba tan mojado que se adhería a mi cuerpo y me tocaba la herida y yo no hice más que mover inconscientemente mi mano izquierda. Alice me miró, puesta hasta fruncí un poco el ceño cuando sentí el ardor.
    —Bueno, llegó mi galán —Kerstin se puso de pie— Ya que somos amigos puedo dejar a Alice contigo —Kerstin se puso su mochila al hombro y se fue.
    —¡Crees que soy una niña pequeña! —Le gritó a Kerstin— Ella siempre es así, como si no tuviera suficiente con mi madre —Me miró directamente a los ojos y por un momento sentí una rara sensación.
    —Puedes irte si gustas —continué estudiando inglés.
    —Si veo a Ammy tal vez lo haga —sacó un chicle de sus bolsillos.
    No dijimos nada más, cada uno hacía lo suyo, y yo no me quiero quedar en ingles, suficiente con matemáticas. Pero el tiempo se hizo tan eterno que los dos nos sentimos tan incómodos, así que empecé a hablar con ella, pero no en la cafetería, tenía una mejor idea.
    —Oye, voy a caminar por los pasillos ¿vienes o te quedas?
    Si hubiera dicho que se quedaba probablemente iba a salirle con un chiste ridículo como Mejor me quedo porque Kerstin me dijo que te cuide. Ja, ja, ja. Pero afortunadamente aceptó caminar conmigo. Mi plan era llamar la atención de Rebecca, simplemente para que piense que yo ya soy feliz con otra persona, pero hay un lado negativo, Alice nunca sonríe y así no se puede demostrar que soy feliz y que hago feliz a alguien más.
    Vale la pena intentarlo.
    —¿y cuando me prestas esos libros? —dije metiéndome las manos en los bolsillos.
    —Tienes que recordarshmelo, yo sufro de alzheimer —me miró seriamente
    Le sonreí.
    Siguió mirándome seriamente.  
    —¿qué, en serio? —dejé de sonreír.
    —Ja, ja, ja. ¡No! —empezó a reír. ¿Hice reír a Alice Meyer?
    Reímos un rato, pero poco a poco se nos fue acabando la gracia y continuamos con nuestras aburridas vidas, pero hablamos nuevamente del concierto de Laila.
    Aún no localizo a Rebecca, pero espero que me haya visto cuando me reía con Alice.
    —¿Y cual es tu canción favorita? 
    —Colmillos. Me encanta como shuena la guitarra, sin contar que la letra esh tan perfecta.
    —Bueno, a mi me gusta la de corazón abierto. Es más o menos lo estoy sintiendo ahora que sé que Rebecca me engañó.
    Alice confirmó con la cabeza, y empezó a mirar al suelo. Su mirada se volvió triste.
    —Oye, quiero preguntarte algo, pero vamos a sentarnos.
    —Eh, claro.
    Nos sentamos en los pasillos que daban al patio de secundaria.
    Alice seguía mirando al suelo y bajó las mangas de su abrigo más allá del pulgar, como yo solía hacer cuando me pongo un poco nervioso.
    —¿Qué opinas de las personas que se cortan?
    me petrifiqué, pero estaba seguro a que se debía esta conversación. He analizado perfectamente el comportamiento de Alice como para saber que ella se corta. El abrigo, el calentador... Su comportamiento. Existen tantos motivos como para creerlo. No creo que a las doce del medio día no tenga calor cuando hace un sol insoportable.
    —Supongo que son personas que sufren demasiado, pero aun no tienen el valor como para suicidarse, o simplemente están esperando el momento a apropiado —me agarré la muñeca con la mano derecha— La vida no es más que un juego, y muchos no somos los mejores jugadores, pero siempre se puede seguir intentando, pues para ganar hay que saber perder.
    —Oh... —Alice también se agarró la muñeca.
    —Sé que tú lo haces. No te conozco pero siento una corazonada —alcé la manga de mi abrigo dejando expuestas mis heridas que se veían peor que ayer— Yo no soy un buen jugador.
    —Ni yo —dijo y se subió la manga del abrigo y tenía un millón de cortadas a diferencia mía, y a diferencia de Rebecca.
    Alice me dedicó una sonrisa ligera.

Singular Delirio 2: Las Mentiras Más Bellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora