Agatha:
Bien, el sol brilla, las aves cantan, mi hermano grita y mi padre está quemando alguna cosa en la cocina, porque la casa apesta a humo. El día está comenzando apenas y ya veo— literalmente—una nube de humo en él. ¿Qué en el mundo de Agatha podría salir mal?
Me levanto de la cama con parsimonia y calzo mis sandalias de playa, esas que compre hace siete años y que no he cambiado porque maldita sea no me han crecido los pies. Bajo las escaleras con temor a encontrarme con mi madre y que me regañe por haber despertado tarde. Usualmente yo hago el desayuno durante la semana, y si yo no me levanto, mi torpe padre de casi cincuenta años, toma la iniciativa de destruir la cocina y todo lo que se interponga entre él y sus habilidades de chef fracasado. Logro llegar a la cocina sólo para encontrarme un par de huevos en la sartén. Ni siquiera fue capaz de romperlos bien, hay pedazos de cáscara y están tan quemados que parecen hollín en vez de comida.
—Papá, te amo, pero nunca, óyeme bien, nunca jamás en tu vida cocines de nuevo—. El hombre me dedica una sonrisa divertida y se retira como el cobarde que es. Mi hermano y yo nos miramos y silenciosamente comenzamos a organizar el desastre. Ágape, es mayor que yo por ocho años y es el producto de un matrimonio fallido que terminó en la fuga de la esposa y su fallecimiento en medio de la carretera mientras huía con un modelo diez años menor que ella. Sí, es una historia trágica, pero Aggy parece haberlo superado. Él es el héroe de la familia, bueno no, pero está en la universidad estudiando para ser un reconocido abogado.
Tiene una hermosa novia latina y es lo que yo llamaría el estereotipo de hombre perfecto. A veces me da envidia, luego recuerdo que por ser menor soy la consentida y se me pasa.
Mi madre atraviesa la entrada a la cocina, todavía con pijama y ataviada en una bata de satín. Ella sonríe y se acerca a ver qué tal ha quedado el desayuno. Comenzamos a servir y no hemos puesto el primer plato en la mesa, cuando mi padre vuelve a aparecer en la cocina.
—¿Qué hay para desayunar?— Este hombre es imposible. Mi madre sonríe y se acerca para darle uno de esos besos románticos y asquerosos. Ágape y yo nos quejamos haciendo muecas de asco mientras que ellos ríen sin despegar sus labios.
—Aggy—. Llama mi madre.
—¿Señora?—. Contestamos ambos. Lo divertidos de tener nombres parecidos, es que los apodos escasean y terminan llamándonos a los dos igual.
—Agatha, vas a llegar tarde de nuevo. No quiero tener que ir de nuevo—. Mamá posa ambas manos sobre su cadera y yo asiento mientras me retiro a bañarme.
Hago mis necesidades rápidamente y entro a la ducha. Lavo mi cabello y al salir me quedo un rato pensando en qué ponerme.
Quiero verme bonita, igual que todos los días, porque siento que va a ser un buen día y quiero estar igual de buena para enfrentarlo. Me río por mi graciosísimo chiste y me acerco a mi clóset para escoger algo.
Termino poniéndome un suéter gris, unos jeans y botines azul turquesa. Es sencillo, cómodo y me hace lucir bonita. Peino un poco mi cabello y cojo mi bolso de la mesa de noche.
Al bajar las escaleras, mi padre se acerca a darme dinero, me despido y salgo de mi casa.
Estando cerca de la escuela veo a Thomas, va vestido como si fuese a ir a una pasarela o algo por el estilo.
—¡Thomas!— Él voltea agitando su mano alegremente. Me acerco y lo abrazo. Después de un fin de semana, él es lo que más extrañé de la escuela. Mi mejor amigo es lo mejor que tiene esa escuela de pacotilla.
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SO WHAT?- ¿Qué sabes tú de belleza?
Teen FictionAgatha tiene 98 kilos de amor propio y 170 centímetros de actitud, su ego pesa más que ella. Su vida es un cliché moderno, medianamente achapado a la antigua, ya saben. Frikis, porristas, jugadores imbéciles y preciosos chicos tímidos con mal temper...