Placer incontrolable

- Para, para! Ya no sigas más! Te dije que no quería esto!

- Pero de qué demonios estás hablando? Todo tu cuerpo está clamando por todo esto, está clamando por mí! O acaso crees que no me he dado cuenta de lo mojada que estás ya, aún sin haber hecho más que rozarte?

- Eres imbécil, eso eres!

- Pero sabes que no puedes resistirte a mí. Nunca has podido. - dijo con una sonrisa pícara.

Ella le miró sin saber qué decir. Y qué iba a decir, si había dado en el clavo. Él la besó, quitándole de repente el aire. Jugó con su lengua apasionadamente, y le mordió el labio inferior. Luego le lamió la nariz, los ojos, y las orejas, y siguió lamiendo hasta el cuello, donde ella soltó un gemido. Era su debilidad y él lo sabía. Sonrió por ello, porque sabía que ya había ganado la partida. Se separó de ella y la observó. La camisa blanca desabrochada dejaba ver un sugerente sujetador de encaje, que escondía un busto de esos que daba envidia a cualquier chica. En el cuello, todavía llevaba la cinta roja que había sido un lazo, pero que ahora era sólo un largo hilo que le daba aún más un toque sexy a la chica. Él, volviendo a su anterior tarea, siguió lamiendo la parte superior de su pecho, a la par que cogía uno de ellos para empezar a acariciarlo. Los gemidos empezaban a ser más seguidos. Le bajó la tira que le impedía lamer lo que seguía, y movió hacia abajo el sujetador, descubriendo esa maravilla femenina. Una de tantas. El pezón estaba erecto, y con el contacto de los labios de él, la chica volvió a estremecerse.

- Se ve que te gusta esto. No lo niegues, que el cuerpo no miente.- dijo entre lamida y lamida. Le quitó la parte superior de las ropas que le estaban estorbando, desnudando a la chica de medio cuerpo.

La chica calló a modo de respuesta. No era que no tuviera réplica, pero había decidido entregarse al placer que se le ofería. Y cómo resistirse. La encendía. Y la prueba estaba por todo su cuerpo. El chico dejó el pecho para hacer lo mismo con el otro, y luego bajó hasta llegar al ombligo. Allí se encontró con el obstáculo de la falda de ella, así que sin dejar el vientre de ella, consiguió bajar la cremallera y bajarla. Lo que descubrió fueron unas bragas a conjunto con el sujetador que había llevado hasta entonces. Y no era eso lo único. Una mancha oscura estaba en el centro de ellas, una mancha que no dejaba lugar a dudas de lo que él había conseguido. Había logrado excitarla hasta casi hacerle perder la razón, y su mente estaba medio nublada. No podía pensar de forma clara. El chico se detuvo, y esperó unos instantes, esos en los qué ella, casi desesperada, abrió los ojos para mirarle, suplicandóle con ellos. Él sonrió, y acarició su vagina con los dedos por encima de la fina ropa. Los gemidos continuaron. Luego, hizo a un lado las bragas y observó sus jugos saliendo. Abrió con dos dedos su parte íntima y ella suspiró fuertemente. Él insertó esos mismos dedos en su agujero central, y ella se estremeció. Comenzó a moverlos adentro y afuera, al mismo tiempo que utilizó su lengua para descubrir su clítoris y jugar con él. Un rato lo mordía, otro lo lamía, otro le daba pequeños besos. Siguió así un rato hasta el punto en qué ella estaba a punto de correrse. Sus gemidos la delataban sin remedio, ya que con cada uno de ellos arqueaba su espalda hacia atrás y cogía las sábanas con cada movimiento. Antes de que llegara al clímax, él se detuvo. Sacó los dedos, de los qué caía una gran cantidad de fluidos y la observó. Ella le estaba mirando.

- Ves esto? Es tuyo. Todo tuyo. Así que si quieres que siga, debes tomarlo todo. - dijo, alargando el brazo y acercándole los dedos a su boca. Ella dio un lametazo en ellos, y luego no dudó un segundo en chuparlos enteros, librando así los dedos de todo líquido íntimo. - Hay mucho más, lo comerás todo? - dijo con una sonrisa pícara, con un poco de maldad. Ella exhaló profundamente.

- Sabes que lo quiero si así sigues dándome placer. Así qué adelante, dame más, todo lo que tu quieras. Sabes como encenderme, y debo hacer lo que sea para compensártelo.