Una estación nostálgica y cálida; la estación perfecta para tomar café en las tardes y caminar.
Conocía ese placer sola, acompañada de un buen libro y una frazada que tapaba solo lo que necesitabas tapar. Salir a caminar en las tardes y ver como las hojas de los árboles se volvían anaranjadas, el placer de pisar las hojas que yacían en el suelo.
Yo estaba completamente segura de que era una estación para existir solo, pensaba que esa estación merecía la soledad.
Y de repente te conocí. Te conocí y parecía que había encontrado la viva representación de mi estación favorita; Una persona solitaria que veías al otro lado de la clase leyendo, sumergido en su mundo. Sabía lo peligroso que era tener a alguien así cerca.
Como toda buena persona curiosa, decidí tomar el riesgo, decidí que sería bueno sentir esa calidez de una persona; así han pasado los meses. El primer mes no hubo mucha diferencia. Nos encontrábamos en esa estación, así que era exactamente igual, comencé a compartir mis pequeños placeres contigo y eso realmente hizo la diferencia.
Justo ahora me doy cuenta de algo:
Eres el otoño, eres como en las tardes, una persona cálida y con la que puedes hablar de cualquier cosa, eres la energía que me daba ese café; lamentablemente el otoño nunca es del todo cálido, así que también eres como las noches, noches de soledad, noches dónde te acompañan la nostalgia y el abismo, la tristeza del otoño.
No puedo negar que me he enamorado, que me asombra tanto tu calidez y me enloquece tu presencia.
Me enamore del otoño y de todo lo que conlleva serlo.