Hace muchos años vi aquél lugar desolado, cada vez que intentaba acercarme algo dentro de mi me detenía, tal vez fue el miedo, miedo a lo desconocido...
-¿Que habrá a través de esas puertas?- me pregunto aquél chico de ojos café que siempre me acompañó hasta en los peores rincones de la ciudad.
-Eso, es lo que me he preguntado todos los días desde que conocí esta zona- me detuve un momento y me recoste a su lado- Creo que nunca lo sabré, no tengo él valor de acercarme hasta las ruinas -lo mire y sonreí con nostalgia -Pero puedo imaginarlo, algo hermoso lleno de arbustos y animalillos recorriendo en paz sin preocuparse por lo que pasó, pasa, o pasará aunque podría estar lleno de murciélagos, hiedra venenosa, hasta quizás antiguas almas ancladas, bueno- suspire profundamente -Prefiero nunca saberlo.
-Disculpa mi ignorancia, pero no te comprendo, cada día sin falta venimos hasta acá solo para sentarnos y ver esto por horas, ¡Solo para rendirte sin si quiera intentar cruzar! -me reclamó, su voz se elevo un poco y la indignación abrazaba a la confusión tras cada frase.
Simplemente me límite a sonreír, tomé su mano y contesté con voz pausada y calmada con la intención de que él también sintiera paz.
-La duda a veces es el mejor camino a la felicidad, sé que llegará él momento en que la curiosidad me venza y camine hasta las ruinas desenmascarandolas, pero cuando suceda, ya no tendré que admirar cada tarde con la misma euforia y deseo, la magia desaparecerá junto con mis ilusiones; los sueños y esperanzas me mantienen en pie ahora, y lo harán por él tiempo que sea necesario.
