27 km

2.2K 162 43
                                    

Sentándose en el sofá, Brown acomodó una pajilla en su taza favorita y tomó un sorbo de chocolate caliente, mientras permitía que su tía lo abrazara con fuerza.

—¡Te extrañé tanto, Brownie!— Exclamó Lila, plantando un beso en el cabello del niño.

Él apartó sus labios de la bombilla y sonrió.

—Lo sé, tía Lila. Me lo dices a cada hora desde que llegué... ¡Pero ya deja de decirme Brownie! Soy Brown— Protestó.

El sonido de unos pasos en las escaleras retumbó en la sala, por lo que ambos presentes se giraron a éstas, donde Green estaba descendiendo presurosamente.

—¿Aún no responde tus llamadas?— Inquirió su hermana.

Dos días habían pasado desde el momento en que Kim se había marchado furiosa. Desde entonces, la preocupación de Green iba en aumento. Había cometido errores y se había comportado de la peor forma muchas veces, sin embargo Kim siempre se mantuvo a su lado. Nunca imaginó que existiera algo que pudiera separarlos.

En aquellos largos años que pasaron juntos, no le había confesado que tenía un hijo por varias razones, primeramente porque su propia consciencia lo consumía cada noche, no necesitaba otra voz que lo acusara. Tampoco había considerado conveniente que su novia supiera sobre la enfermedad de Brown. Era doloroso para él cada vez que lo pensaba, era muy duro afrontar esa realidad y no se sentía a gusto compartiéndola.

—No— Murmuró él.

Estaba afectado. La tristeza era evidente en su expresión, más eso cambió al ver a su hijo tan a gusto en el sillón. Sonrió ante la imagen.

—¿Le has mostrado a Lila tu regalo?— Preguntó.

Brown pareció recordar algo. Sus ojos, usualmente opacados por las ojeras y la languidez de su rostro, brillaron emocionados.

—¡Papá me compró dos Hot Wheels que cambian de color con el agua!— Comentó, exclamando.

Del bolsillo de su chaqueta, sacó un pequeño carro de juguete y lo extendió hacia Lila.

—Llevas autos en los bolsillos desde que tienes un año de edad— Recordó ésta. —¿Aún no estás cansado de ellos?

—¡Claro que no!— Él negó con la cabeza. —Papá me dijo que tiene muchos coches de verdad y que me llevaría a verlos.

La chica besó las mejillas del niño cuando éstas adoptaron el rubor de la alegría.

Los últimos años que había vivido, Brown había sido la única razón por la que Lila se mantenía en pie. Amaba a su sobrino más que a su vida misma. Después de todo lo que había pasado en su antigua ciudad, no estaba dispuesta a abrir su corazón a nadie, sin embargo Brown era el único posicionado allí, el único por el que ella apostaría todo.

Su teléfono celular vibró sobre la pequeña mesa frente al sofá, en el mismo instante en que Green se sentó en él, al lado de su hijo. Lila tomó el aparato y echó un vistazo al mensaje recibido:

Justin: "Llevo dos días sin lavar las sábanas de mi colchón ya que tu perfume quedó impregnado en mi cama y me acuesto allí con el único objeto de olerlo. Del 1 al 100 ¿Qué tan asqueroso y raro es eso?"

Ella dejó escapar una risa corta y la sensación de cosquilleo que comenzó en su pecho se extendió hasta la mano que sostenía el móvil. Trató de convencerse a sí misma de que ella controlaba sus sentimientos por Justin, y no al revés.

Lila: "No puedo calificarlo, es demasiado tierno para poder juzgarlo de algún modo... Aún así, realmente deberías lavarlas pronto"

Respondió, sonriendo.

ClandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora