Capítulo 3: El Lago de cristal

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—Entonces, ¿el motivo por el cuál Blais secuestra humanos de arriba es para ofrecerlas como sacrificio para mantener felices a los caníbales? lo que significa que... ¡Iban a sacrificarme a mí!—gritó Ally.

—Puede que sí—admitió Heather, encogiéndose de hombros—. Aunque también podrían ofrecerte para las entidades de esta tierra.

—Pero... Qué horror—musitó Ally posando su mano sobre su frente.

No podía dejar de pensar en criaturas devorando lentamente su carne, viendo como su sangre se derrama a chorros, observando cómo iba perdiendo las extremidades de su cuerpo poco a poco hasta perder la forma de un cuerpo humano. No pudo evitar sentirse aterrorizada, bueno debía ser normal. Sintió como se le revolvía el estómago, pues esas horrorosas imágenes no dejaban de reproducirse en su cabeza. Quedando ella en un trance, con los ojos clavados en el suelo y con sus uñas, se aferró a su pantalón arrugándolo con ello.

—¿Estás bien, Ally?—preguntó Heather con preocupación y colocando su delicada mano sobre el regazo de Ally, que al contacto, logró sacar a Ally de aquel profundo trance.

—Ah, sí—reaccionó sacudiendo su cabeza de lado a lado.

—Sé que al principio es difícil de asimilar, pero... —hizo una pausa y suspiró—No tienes de que preocuparte. Todos los caníbales de esta tierra han sido aislados y concentrados en una sola división, no andan por ahí atacando a los demás.

Ally se recuperó un poco, e intentó seguir el hilo de la conversación para dejar de pensar en esas horribles imágenes.

—Entonces, ¿Esas bestias se comen entre ellos, porque están todos encerrados en una misma zona?

—No, no están encerrados, solo aislados. Su ciudad no está amurallada ni nada por el estilo, pueden entrar y salir si gustan con la condición de no causar problemas, el precio de eso se paga muy caro. El rey manda a secuestrar a personas de todas partes de tu mundo para ofrecerlas como alimento para mantener a raya a toda esa salvaje gente.

Ally ya no quería hablar más del tema por esa noche, solo que no encontraba la manera de decirle a Heather que pararan por hoy. Hasta que, Ally encontró su oportunidad.

Blayd se movió un poco, cambiando de posición, colocándose boca arriba. Ally le hizo un gesto a Heather. Quien se giró en el momento y suspiró.

—Bueno, parece que debemos dejarlo hasta aquí por hoy—anunció Heather.

Heather sabía de sobra que a Blayd no lo gustaba hablar sobre sus raíces. Le incomodaba mucho hablar del tema y para evitar que Ally comenzara a tocar el tema en su presencia, se lo dijo antes para evitar problemas.

Aparte de eso, Heather se lo había dicho por un motivo en particular. No podía mentirle, simplemente no podía ocultarle algo de esa magnitud. De todos modos, Ally se enteraría tarde o temprano...

Las chicas movieron a empujones a Blayd al rincón de la derecha, pues al parecer, se había acomodado en medio de ambas colchonetas. El joven solo refunfuñó y en cuanto las chicas lo reacomodaron, volvió a quedarse dormido. Por esa noche, los tres dormirían totalmente apretados en las colchonetas. Heather le había prometido a Ally conseguir otra colchoneta más, pero esa noche, ya era tarde y necesitaban dormir.

A la mañana siguiente. Ally se despertó asustada, pues sintió un enorme peso encima de ella que no la dejaba respirar. Intentó soltarse pero fuera lo que fuera esa cosa, no la dejaba moverse. Hasta que pudo ver mejor y se dio cuenta que lo que la tenía sujetada y que prácticamente estaba encima de ella era... Blayd. La abrazaba con fuerza, aún dormido. Tenía la mitad de su cuerpo encima de la caja torácica de la joven, y sus piernas entrelazadas con las de ella. Blayd roncaba y un pequeño hilo de baba escurría por el lado izquierdo de su mentón, murmuraba algo pero no se le entendía absolutamente nada.

Tierra Escondida I: Más allá de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora